Santo Estevo, el monasterio al que todos le tienen fe
Este edificio desacralizado del siglo X ha transformado la Ribeira Sacra. En ella ya hab¨ªa bodegas, paseos en barco, miradores al ca?¨®n del Sil y rutas de senderismo. Cuando este monumento se convirti¨® en parador en 2004, todo lo anterior fue a m¨¢s y a mejor
Ha cambiado la forma de perderse en la Ribeira Sacra, una comarca boscosa e interior de Galicia. Los monjes que buscaron recogimiento en la Edad Media a orillas del Sil han dejado paso a los visitantes que quieren expandirse sin moverse del sitio. Esta regi¨®n vin¨ªcola y fluvial que abarca el norte de Ourense y el sur de Lugo cuenta con una capital oficial por populosa, Monforte de Lemos, y una emocional por grandiosa y por ser un referente desde que se convirti¨® en parador en 2004, el monasterio de Santo Estevo. Sus tres claustros de diferentes ¨¦pocas, las caballerizas que albergan el bullicioso restaurante o una terraza silenciosa que se asoma al monte retienen al visitante, con todo lo que hay que ver y hacer fuera.
EL PARADOR Y SU COMARCA
A la vista: el imponente ca?¨®n del Sil desde los miradores y desde el agua en catamar¨¢n; las heroicas bodegas y sus vi?edos, que trepan por las laderas desde la orilla del r¨ªo; rutas de senderismo habilitadas para los que cuentan los pasos con el reloj y los que cuentan lo que queda para tomar un vino. No tan a la vista: una artesan¨ªa local representada en la porcelana y la sublimaci¨®n de productos aut¨®ctonos como la casta?a o los licores. Actividades y negocios, todos, que el parador ha impulsado con su apertura. A la Ribeira Sacra llegan m¨¢s visitantes y se van m¨¢s contentos, porque el hotel atrapa y los planes se han multiplicado. El catamar¨¢n parte m¨¢s veces del embarcadero; las bodegas, que ofrecen catas, han crecido en n¨²mero y en importancia; los balcones al Sil cuentan con plataformas de madera y paneles informativos; la oferta gastron¨®mica ha aumentado en concellos como Parada de Sil¡ Es un ecosistema que se retroalimenta. Lo sintetiza Itziar Bernardo, encargada de eventos en el parador: ¡°Todo est¨¢ yendo a m¨¢s¡±.
Un pueblo que no es pueblo
Con pocos n¨²cleos poblacionales que visitar, la Ribeira Sacra es purita naturaleza. Si lo que se busca es ambiente, el parador es el sitio. Este hotel-museo enclavado en el fondo de un valle tiene mucho traj¨ªn, ejerce como un pueblo remoto en el que mezclarse con los visitantes en el claustro de los Obispos, cuyo cuerpo inferior es de estilo rom¨¢nico y el superior muestra la transici¨®n del g¨®tico al renacimiento; tomar un vino de la DO Ribeira Sacra en la cafeter¨ªa que da al renacentista claustro de los Caballeros; contemplar el retablo p¨¦treo de la iglesia aneja o recorrer el bosque de casta?os que forma parte del recinto.
DENTRO DEL PARADOR
El Sil domina el paisaje por la gran cantidad de agua que lleva, embalsada en un tramo desde 1957, y porque ha creado los ca?ones de 200 metros de altura que tanto sobrecogen al que se asoma. Desde el agua, las vistas tambi¨¦n impresionan, pues se surca el r¨ªo entre dos paredes rocosas y vides. De las salidas en catamar¨¢n por el Sil se encarga Viajes Hemisferios. Antonio Fern¨¢ndez es su propietario: ¡°La apertura del parador marc¨® un antes y un despu¨¦s. Fue una de las revoluciones industriales de la zona. De lo contrario, no tendr¨ªa el mismo atractivo¡±, afirma este empresario local, que destaca la contribuci¨®n que suponen estas actividades para el cliente que se aloja en el parador o en las casas rurales que han proliferado desde que el monasterio de Santo Estevo se convirti¨® en hotel: ¡°La estacionalidad es una desventaja. Tenemos que convencer a la gente de que el ca?¨®n es bonito aunque llueva¡±, explica.
¨CPili, este a?o no cerramos.
Fern¨¢ndez le anuncia a una de las trabajadoras que van a mantener el negocio abierto en temporada baja: ¡°Se lo debemos al parador, nos mantiene un m¨ªnimo¡±, asegura en el bar del embarcadero, donde tomar un caf¨¦ antes de iniciar el paseo de una hora y cuarto en el que un gu¨ªa anima a los pasajeros a mirar desde el agua los miradores ubicados en la alturas y a hablarles del monasterio de Santa Cristina, al que se accede por dos euros, o el de San Pedro de Rocas, excavado en la roca natural en el 573 y gratuito. ¡°Resulta fundamental que Santo Estevo, que es un Bien de Inter¨¦s Cultural (BIC), siga siendo visitable¡±, apunta Fern¨¢ndez. Una de las funciones de Paradores pasa por recuperar edificios monumentales que de lo contrario estar¨ªan infrautilizados. Aqu¨ª, las personas no alojadas tambi¨¦n pueden visitar los claustros, la iglesia y pedir un caldo en el restaurante o una tarta de casta?as en la cafeter¨ªa.
PARADORES RECOMIENDA
El vino bebe del turismo
El tipo de vi?edo que se observa desde el barco, desplegado en bancales o socalcos en gallego para combatir la pendiente y que las lluvias no arrastren la tierra, resulta similar al que se puede visitar en la bodega Ronsel de Sil. Es tal la influencia del r¨ªo y las vides guardan tanta relaci¨®n con el entorno, que Mar¨ªa Jos¨¦ Yravedra, la propietaria, escogi¨® el vocablo gallego ronsel (la estela que deja el barco) para nombrar este negocio que ingres¨® en la denominaci¨®n de origen Ribeira Sacra en 2011. ¡°La Coca-Cola no tiene paisaje¡±, afirma entre cepas esta madrile?a afincada en una aldea cercana al Sil para referirse a la fuerte relaci¨®n entre el vino y el lugar en el que se produce.
EN LA RIBERA DEL SIL
Las catas, a las que se apuntan muchos clientes del parador, arrancan entre los vi?edos, al aire libre, llueva o haga viento, porque es la forma de profundizar en la visita a la Ribeira Sacra, uno de esos lugares, como el Pirineo oscense o el suroccidente asturiano, que uno se lamenta por haber tardado tanto en ir a descubrir: ¡°Todav¨ªa son un poco desconocidas¡±, es la frase que repiten los primerizos, convertidos de inmediato en prescriptores.
¨CLos conductores, que solo se mojen los labios.
Yravedra mezcla ense?anzas del vino con datos sobre c¨®mo viv¨ªan los monjes benedictinos que sacralizaron la Ribeira o la casta?a, un alimento b¨¢sico de entonces, hoy un fruto con el que elaborar recuerdos en forma de cremas o licores. ¡°Las bodegas son espacios culturales para conectar los sentidos con la naturaleza¡±, afirma la tambi¨¦n arquitecta, siempre con un aire un tanto espiritual. ¡°El turismo ha crecido. El parador irradia luz a todo. Cuando cierra despu¨¦s de Navidad, todo se paraliza. Y no es por el fr¨ªo¡±, asegura esta mujer defensora del campo a pesar de las dificultades de ubicarse ¡°en mitad de la nada¡± y resultarle complicado encontrar trabajadores. ¡°Deber¨ªa haber paridad entre lo rural y lo urbano¡±.
TRES SALIDAS
Despacio conviene caminar por la pasarela que recorre en paralelo el r¨ªo Mao, porque el paisaje, escarpado y frondoso, merece atenci¨®n. Existen lugares para detenerse: los miradores (o balcones, como se conocen en la zona). Tal vez el m¨¢s espectacular sea el de Vilouxe, pues se asoma a un meandro que traza el Sil. Se ha de aparcar el coche en el principio de la aldea hom¨®nima y caminar unos 10 minutos hasta el precipicio. Por el trayecto se ven casas abandonadas y otras pobladas por lugare?os que llevan toda la vida y que ven c¨®mo el chorro de gente ha aumentado.
¨CParece Madrid, la Castellana.
Exagera un paisano apostado con un perro en el soportal con el que cuenta su casa de piedra. A¨²n mantiene el recuerdo del puente de los Santos, una oportunidad para que los turistas nacionales viajen y los gallegos conozcan toda su tierra. Como Isidro Fern¨¢ndez y Marisa Carreira, que proceden de A Coru?a. Han visitado el parador y se han desplazado a la Ribeira Sacra sin presi¨®n por realizar muchas actividades: ¡°Hemos venido en busca de naturaleza, relax, tomar un vino, un paseo por el r¨ªo, comer bien¡ No tenemos grandes prop¨®sitos¡±, afirman, como si todo lo anterior fuera poco.
Se pueden hacer excursiones sin estar a la intemperie. En Artesan¨ªa Barreiros cuentan con una tienda nueva contigua al taller para exponer las piezas de porcelana que fabrican con materias primas de Galicia. Venden jarras para el vino de ribeiro, bandejas, juegos de caf¨¦, cuencos¡ El negocio familiar abri¨® hace 40 a?os; ahora lo regenta Miguel ?ngel Monzoncillo, segunda generaci¨®n, y su mujer, Raquel Fern¨¢ndez. Este artesano ha visto c¨®mo se ha ido transformando la Ribeira Sacra desde que abri¨® el parador, ¡°un pulm¨®n de ox¨ªgeno para la zona¡±, describe. La mitad de los clientes que visitan la tienda se alojan en el monasterio de Santo Estevo, asegura Monzoncillo. ¡°Ha potenciado la riqueza del entorno¡±. Todo estaba en su sitio, pero todo ha mejorado. Ahora todos lo quieren conocer.