El Bayern castiga a un Madrid menor (2-1)
Los madridistas no encontraron ideas, ni calidad, ni ox¨ªgeno para desordenar a un equipo con muchas limitaciones
Y su rabia final tampoco result¨® cre¨ªble como para intimidarle. Y para rematar su decepcionante actuaci¨®n, que le saca del torneo, aup¨® al conjunto alem¨¢n con una debilidad defensiva impropia, con unos despistes imperdonables. A ellos se agarr¨® el Bayern para saciar con dos goles sus pocas ganas de ataque. Y entrar as¨ª en la final.
El arranque, una vez descubierta la pantomima a la que se aplicaron ambos bandos durante la semana, le doli¨® demasiado al Madrid. Porque el Bayern se dedic¨® un cuarto hora de profundidad que no se esperaban los blancos, que contestaron a esas maniobras ofensivas con una pasividad intolerable. Primero fue Scholl el que le mand¨® un aviso a Casillas, luego Elber el que recibi¨® el permiso de Hierro para ara?ar peligro, y finalmente lo que lleg¨® fue el 1-0, tras un c¨®rner escandalosamente mal defendido por el Madrid del que de nuevo se aprovech¨® el brasile?o.
Tras el tanto regalo de Elber, el Madrid amenaz¨® con perderse para siempre. Pero empezaba a dejarse llevar por vac¨ªas aventuras en solitario cuando un par de detalles le devolvieron a la semifinal. Primero fue la confusi¨®n patol¨®gica que domina al Bayern -a¨²n cree el conjunto alem¨¢n que se vive m¨¢s tranquilo encogido atr¨¢s que con la pelota lejos del ¨¢rea propia- y a su afici¨®n -celebra los despejes a la grada de sus defensas, aunque generen peligrosos saques de banda y de esquina en su contra, con el mismo entusiasmo que los goles-. Eso le permiti¨® al Madrid levantarse a partir de la simple inercia de llevar la iniciativa.
Pero lo que verdaderamente rescat¨® a los blancos, lo que les recuper¨® de lleno para la causa, fue un control sublime de Ra¨²l dentro del ¨¢rea b¨¢vara, que propici¨® por s¨ª solo el tanto del empate. Ya se sabe que no tiene la izquierda de Maradona, ni los dones naturales de otros grandes, pero Ra¨²l es un fuera de serie: lo mejor que ha dado el f¨²tbol espa?ol en mucho a?os. Su compromiso con los partidos es admirable y tambi¨¦n su resistencia mental para salir ileso de situaciones que sepultan a la mayor¨ªa de los futbolistas. A ambas cualidades se agarr¨® el Madrid para intentar aguantar de pie sobre el Ol¨ªmpico de M¨²nich.
El problema fue que el Madrid vivi¨® exclusivamente de eso, de la omnipresencia de Ra¨²l. Y peor a¨²n resultaron para el Madrid sus concesiones defensivas, sus constantes despistes. De uno de ellos, imperdonable de nuevo, arranc¨® el Bayern su segunda ventaja: minti¨® el conjunto alem¨¢n en un libre indirecto y, mientras los defensas blancos discut¨ªan a qui¨¦n sujetar, la sac¨® por raso hacia la frontal, desde donde Jeremies se invent¨® un remate ajustado al que Casillas, uno de los que ayer se salv¨® en el bando espa?ol, no pudo contestar.
Con el marcador m¨¢s espinoso, el Madrid qued¨® reducido finalmente a la b¨²squeda desesperada de Ra¨²l. Nadie encontraba otra idea que rescatar de la chistera. Las decepciones individuales se fueron acumulando: Figo, que volvi¨® a actuar empeque?ecido; Helguera, que lejos de organizar, contribuy¨® al desorden del equipo abandonando sus obligaciones y asom¨¢ndose por cualquier parte del campo, a cual m¨¢s innecesaria; McManaman, desaparecido durante una hora; Hierro, especialmente inseguro atr¨¢s.
Con el paso de los minutos, y sin que la frescura ni la claridad de ideas apareciera por ning¨²n lado, el Madrid, como hab¨ªa anunciado su entrenador, lo intent¨® por la v¨ªa heroica. Con la irrupci¨®n de Savio, tal vez tard¨ªa, el Madrid gan¨® llegada. Pero el Bayern solvent¨® los arranques de casta de su adversario sin apenas rasgu?os. Y as¨ª, sin f¨²tbol, pero plet¨®rico en orden, contudencia, rigor defensivo y poder¨ªo f¨ªsico, el cuadro alem¨¢n se hizo con el partido.
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