El Zaragoza pone rumbo a Sevilla (Zaragoza 0 - Atl¨¦tico de Madrid 1)
El Atl¨¦tico cierra la temporada con dignidad, pero no es capaz de superar el resultado de la ida
Rozando la remontada, sin doblar la rodilla hasta el segundo final y crey¨¦ndose al fin el equipo que se hab¨ªa negado a ser en toda la temporada.
Un exagerado ataque de p¨¢nico del Zaragoza devolvi¨® al Atl¨¦tico a la semifinal. Sucedi¨® despu¨¦s de que Paco, en su segunda intervenci¨®n -la primera fue el encontronazo con Fernando Torres que provoc¨® la salida del campo del chaval con la clav¨ªcula derecha rota- dejara a su equipo con diez.
Fue quedarse el Zaragoza en inferioridad y olvidarse al instante de la colecci¨®n de ventajas que le ofrec¨ªa la eliminatoria: la del marcador, la soltura con la que inici¨® la cita, el estado ag¨®nico del rival… De pronto, el temor se apoder¨® de la cabeza y las piernas de los zaragocistas. El bal¨®n les quem¨®. Creyeron ver en el adversario a un gigante devorador. Y hasta se convencieron de que no les quedaba otra que refugiarse atr¨¢s.
Hasta Acu?a, emperador del partido y el bal¨®n en los primeros compases, se equivoc¨®: renunci¨® a su clarividencia para descubrir los espacios vac¨ªos y conducir hacia all¨ª el juego de su equipo y decidi¨® que la v¨ªa que le conven¨ªa era la pasional. En cuanto tent¨® sin ¨¦xito la ley de la compensaci¨®n del ¨¢rbitro, disfrazando un acoso de Hugo Leal en una brutal agresi¨®n, el Atl¨¦tico comprendi¨® que le hab¨ªan dado licencia para entrar a saco en la reuni¨®n.
Y lo hizo con decisi¨®n, despoj¨¢ndose de los complejos que le hab¨ªan tenido bloqueado, a tiro siempre del sonrojo y la verg¨¹enza. Al Atl¨¦tico le hab¨ªa mirado un tuerto en el arranque -la lesi¨®n de Torres y la posterior de Toni Mu?oz en el d¨ªa de su despedida como rojiblanco-, pero el perfil que adquir¨ªa la cita, que ni pintado para recuperar parte de la reputaci¨®n perdida en la competici¨®n liguera, le compens¨®.
El Atl¨¦tico contest¨® al temblor de piernas del contrario con un descomunal golpe de fe. Y con f¨²tbol bien jugado, el elemento del que ha carecido todo el curso. Cada jugador del Atl¨¦tico comenz¨® a parecer un futbolista nuevo y mejorado.
Hibic y Santi se blindaron atr¨¢s con seguridad y clase, Fagiani se dejaba la piel por llegar hasta el fondo, Aguilera desbordaba como en sus mejores tiempos, Dani destrozaba a su par con unos recortes portentosos, Hugo Leal lo recuperaba todo y aportaba una profundidad desconocida al juego… De su nueva versi¨®n el Atl¨¦tico sac¨® un gol y media docena de ocasiones que terminaron por sacar al Zaragoza del c¨¦sped y declarar a los madrile?os totalmente vivos.
S¨®lo Jos¨¦ Ignacio trataba de introducir l¨®gica y sentido com¨²n en el Zaragoza. Pero pesaba m¨¢s el miedo general. El conjunto rival perd¨ªa el bal¨®n, lo regalaba, con facilidad pasmosa. Como si con esa asombrosa jugada con la que abri¨® al partido no hubiera existido -una combinaci¨®n m¨²ltiple que dej¨® hecho un nudo al Atl¨¦tico y que no acab¨® en gol de milagro-, se limit¨® a defenderse, con despejes al vaci¨® la mayor¨ªa de las veces, y a protestar cualquier decisi¨®n del ¨¢rbitro, tarea a la que tambi¨¦n se aplic¨® con empe?o la afici¨®n. Ambos argumentos jugaban a favor del Atl¨¦tico.
El Zaragoza entendi¨® sus pecados en el descanso. Y sali¨® m¨¢s relajado en la segunda mitad, con otras pretensiones. Reduciendo riesgos, pero sin la absurda renuncia al bal¨®n que tanto da?o le hab¨ªa hecho.
Se defend¨ªa, s¨ª, pero ya no con el despeje y la falta metida entre ceja y ceja, sino con la determinaci¨®n de cortar y seguir jugando, de alargar las posesiones entreteniendo la pelota y tambi¨¦n soltando de vez en cuando alguna contra. Jos¨¦ Ignacio, el mejor, se hab¨ªa salido con la suya.
El Atl¨¦tico sigui¨® entero, pero acusando sensiblemente la falta de ox¨ªgeno. Hugo Leal continu¨® enorme, pero, salvo en Luque, que se sum¨® a la fiesta, ya no encontr¨® tanta colaboraci¨®n ofensiva. Principalmente, porque el Zaragoza ya no fue tan f¨¢cil de atravesar.
Con todo, a los rojiblancos les alcanz¨® para ense?ar los dientes. Tuvieron sus ocasiones, pero ya no encontraron m¨¢s el gol. Sobre todo, por Salva, que, otra vez m¨¢s pendientes de los reproches que del bal¨®n, estuvo especialmente desacertado.
Al final, el Zaragoza salt¨® a la final de Copa, la novena de su historia, y puso rumbo a Sevilla. Y el Atl¨¦tico se despidi¨® de la temporada. Una temporada para olvidar, desastrosa, pero que justo el ¨²ltimo d¨ªa abandon¨® de pie, con la cabeza alta por una vez.
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