El Atl¨¦tico inventa el f¨²tbol abstracto
Los rojiblancos, en un partido horroroso, empatan gracias a un gol de Salva con un Zaragoza muy superior
El problema del Atl¨¦tico, dec¨ªan, era la soledad metaf¨ªsica del pobre Fernado Torres, el agujero negro, abismal, entre su posici¨®n y la zona donde el resto del equipo se dedica a trastear —con muchas dificultades— con la pelota. Ayer, Torres comparti¨® su posici¨®n con Salva. Ya no era un tipo aislado rodeado de enemigos. Eran dos tipos aislados. Al menos, el chaval tuvo a alguien con quien compartir su frustraci¨®n. Una frustraci¨®n paliada moderadamente con la salida a falta de diez minutos del canterano Braulio, que remat¨® de cabeza en la jugada que dio lugar al posterior empate. Un gol, por cierto, de Salva.
El Zaragoza, m¨¢s ordenado, mucho mejor escalonado y con mejores futbolistas en casi todas sus l¨ªneas —la superioridad de Movilla y Zapater sobre Sosa y Simeone o Colsa, y la de Savio y Galletti sobre Nano y Novo o Jorge, se deber¨ªa medir en kil¨®metros luz—, se limit¨® a observar estupefacto el desprop¨®sito de su rival.
Y es que el equipo rojiblanco super¨® casi todas sus marcas de incompetencia para domesticar al bal¨®n —ya no tanto para dirigirlo con criterio, velocidad y profundidad, sino incluso para controlarlo y conducirlo—. Un carrusel de malentendidos con la pelota que incluy¨® ca¨ªdas tras girarse sobre su propia sombra —Nano en un par de ocasiones—, pases sin nadie en hect¨¢reas a la redonda para molestar que acababan en el pie de un contrario —especialmente, Sosa y Novo—, intentos de regate resumibles en toparse de bruces contra el adversario —de nuevo Novo y Aguilera— y fallos sistem¨¢ticos en cualquier tentativa de apaciguar el bal¨®n.
En definitiva, que el Atl¨¦tico se invent¨® una suerte de f¨²tbol abstracto, sin l¨®gica aparente, sin l¨®gica en absoluto. El problema ya no era que los interiores tuviesen que centrar desde casi el medio campo porque son incapaces de ganar la l¨ªnea de fondo al no poder regatear a nadie. Nada de eso. En esta ocasi¨®n, el bal¨®n ni siquiera llegaba limpio a los costados, aunque fuese en campo propio.
Tambi¨¦n hay que otorgar alguna responsabilidad a Movilla y a Zapater. Los dos se bastaron para agobiar a Sosa y a Simeone, primero, y despu¨¦s a Colsa. Y ¨¦stos, que no es que inventen la rueda si tienen tiempo para pensar, tuvieron verdaderas dificultades para conservar la posesi¨®n, aunque fuera centrando a su portero, por la presi¨®n de los dos centrocampistas del conjunto aragon¨¦s.
El Atl¨¦tico no dispar¨® a puerta en jugada en todo el primer tiempo. Sus dos ¨²nicas ocasiones fueron una falta desde la frontal que bot¨® alto Nano y un surrealista cabezazo sin portero del propio Nano, tras rebotarle de manera casi involuntaria el bal¨®n en la coronilla. Tambi¨¦n se march¨® m¨¢s all¨¢ del larguero. En el segundo s¨ª dispuso de alguna ocasi¨®n, sobre todo una de Torres, completamente solo y pudiendo poner al jerogl¨ªfico rojiblanco el curioso ep¨ªlogo de una victoria. Pero Torres fall¨® lanzando el bal¨®n a las manos de Luis Garc¨ªa, al que hab¨ªa encarado por el centro y sin compa?¨ªa.
Menci¨®n especial dentro del Zaragoza merecen la velocidad de Savio y la astucia de Villa —el ariete tuvo que ser sustituido al poco de comenzar el segundo periodo por una peque?a rotura de fibras—. Entre los dos fabricaron el tempran¨ªsimo gol de su equipo. Villa se dej¨® caer a la izquierda, donde lo acompa?¨® Pablo, fuera de sitio. El asturiano cedi¨® el bal¨®n a Savio, que acompa?ado de Aguilera se meti¨® en el ¨¢rea aguardando la tarascada del veterano lateral madrile?o. Como ¨¦sta no llegaba, el brasile?o se decidi¨® a disparar. Un lanzamiento cruzado y por alto que Leo Franco no supo cubrir adecuadamente. No fue la ¨²nica ocasi¨®n en la que Savio descosi¨® la franja izquierda de la zaga rojiblanca. Tampoco fue la ¨²nica vez que Leo Franco calcul¨® mal: a los 57 minutos se trag¨® un centro que aprovech¨® Drulic para tatuar a cuadritos el poste derecho de la porter¨ªa.
El equipo aragon¨¦s, que durante el primer tiempo se hab¨ªa limitado a observar at¨®nito c¨®mo el Atl¨¦tico buscaba desesperado el manual de intrucciones de ese objeto molesto y redondo llamado bal¨®n, se decidi¨® tras el descanso a controlar el partido. Ya no es s¨®lo que taponase la ?l¨ªnea de creaci¨®n? del conjunto madrile?o y luego lanzase veloces contraataques, sino que, visto que eran mucho mejores, se decidieron a ahorrar a los espectadores del Calder¨®n la penosa visi¨®n de los suyos discutiendo a gritos con la pelota. Porque la pelota pas¨® a ser del Zaragoza. L¨®gico: la entienden mucho mejor.
El Atl¨¦tico practic¨® un juego indescifrable, pero empat¨® y pudo ganar. El f¨²tbol, a veces, es un juego muy raro.
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