Una Espa?a Mundial
Un gol de Iniesta para la eternidad se cant¨® en todo el pa¨ªs, y en otras fronteras, como un do de pecho.- Fue una cumbre colosal, sonada como ninguna, casi ut¨®pica hace no muchos a?os
Un himno a la felicidad, sin demagogias: Espa?a es campeona del mundo, la epopeya que le faltaba al deporte espa?ol, que vive en la gloria tras una catarata de bienaventuranzas. Un gol de Iniesta para la eternidad se cant¨® en todo el pa¨ªs, y en otras fronteras, como un do de pecho. Un tanto romanceado que se demor¨® entre estremecedoras angustias hasta el minuto 114, en la pr¨®rroga. Una oda a la alegr¨ªa, la que despierta en el vencedor esta misa pagana que es el f¨²tbol, ese juego que desertiza las calles, congela algunas penalidades y lleva la rutina al olvido. Espa?a logr¨® una inyecci¨®n de universalidad, una derivada del f¨²tbol pese a quienes le desde?an, despu¨¦s de un partido emotivo, turbado, ante una Holanda ¨¢spera y con menos dicha, que evit¨® ese juego de orfebrer¨ªa que distingue a la selecci¨®n espa?ola. Sucumbi¨® de igual forma ante un adversario tan capaz en el arte de lo imprevisto, tan embriagador y maduro. De todo le demand¨® Holanda, ca¨ªda en su tercera final, pero Espa?a super¨® uno a uno cada examen. Lo ha hecho durante todo el Mundial. En Viena se destaparon las esencias, en Sud¨¢frica se mantienen y el grado de competitividad es abrumador.
Fue una cumbre colosal, sonada como ninguna, casi ut¨®pica hace no muchos a?os, cuando en un pa¨ªs acusado del monocultivo del f¨²tbol resultaba que solo su vertiente nacional era un goteo de frustraciones. Bien lo que expi¨® este equipo en Viena. M¨¢s a¨²n en Johanesburgo, donde se volvi¨® imperecedera esta selecci¨®n civil, que engancha con su militancia, despojada del cutrer¨ªo patri¨®tico que ya parec¨ªa cr¨®nico. Desde ayer, el f¨²tbol tambi¨¦n est¨¢ en el para¨ªso y el entusiasmo despertado es su ¨²nica bandera. No quiere m¨¢s ni hay que pedirle m¨¢s. La realidad cotidiana se impondr¨¢, pero el deporte cala hondo por unos d¨ªas, por unas horas, sin tantas soflamas a su alrededor.
Hasta la traca final del primer campe¨®n europeo que lo logra fuera de su continente, el equipo de Del Bosque se vio sometido a una noche estresante, a un choque m¨¢s neur¨®tico de lo previsto. Fue llevado a un m¨¢ximo nivel competitivo el d¨ªa m¨¢s deseado en los 90 a?os de historia desde su primer partido oficial. As¨ª son las haza?as. Espa?a arranc¨® como es, le gusta el mando y lo acepta con gusto. Abrochada la pelota era cuesti¨®n de agrietar a la defensa holandesa, un dique de hormig¨®n al que contribuyen casi todos. Robben, es caso aparte. Con el equipo de Del Bosque al frente, con el juego bien hilvanado, Stekelenburg, meta holand¨¦s, palme¨® un cabezazo de Sergio Ramos, que sin demora tuvo otra oportunidad tras un asalto al ¨¢rea. El lateral del Real Madrid, as¨ª como Capdevila en la otra orilla, obligaban a dar marcha atr¨¢s a Robben y Kuyt, sometidos al tajo defensivo.
No hubo rastro de Holanda, a resguardo delante de su portero. Hasta que Van Persie, que nunca tuvo aire de camorrista, sac¨® el cuchillo. Se desat¨® el matonismo naranja, su gui¨®n para marchitar el partido. Cuando el grupo de Van Marwijk ya llevaba cinco faltas, Webb, ingl¨¦s, ¨¢rbitro y justiciero por su cuenta, amonest¨® a Puyol. Era la primera infracci¨®n espa?ola. Para enmascarar otras carencias, abierta la veda, irrumpieron los principales matarifes, Van Bommel y De Jong, que se sinti¨® Karate Kid y pate¨® con sa?a el estern¨®n de Xabi Alonso, como Sneijder meti¨® una punzada en la rodilla derecha de Busquets. Al interista le cost¨® una bronca, antes a Ramos una nader¨ªa le supuso otra tarjeta. A los 39 minutos, el adversario de Espa?a estaba fichado, salvo para Webb: sus nueve faltas eran las mismas sancionadas a Alemania en toda la semifinal. Con el encuentro en combusti¨®n, la selecci¨®n perdi¨® el hilo. Nunca se sinti¨® c¨®moda en un callej¨®n oscuro en Harlem.
Ante la cortes¨ªa arbitral -solo exili¨® a Heitinga cuando languidec¨ªa la pr¨®rroga-, el duelo qued¨® cortocircuitado. Una victoria parcial para esta irreconocible Holanda, nada que ver con el linaje de aquel equipo que tradicionalmente jugaba con el frac. A falta de talentos, hoy es una selecci¨®n arqueol¨®gica, pugil¨ªstica a la espera de una nota de Robben o Sneijder, como la que dieron a la hora de partido. Un excelente pase filtrado del segundo cit¨® a Robben de frente con Casillas, que, con la garganta anudada por la situaci¨®n extrema, escurri¨® el bal¨®n con el pie. A Iker le quedaba cuerda y repertorio. Cuando faltaban ocho minutos, de nuevo estuvo imperial ante otro cara a cara con su ex compa?ero propiciado por un desajuste de Puyol. Robben era el cid holand¨¦s, Casillas era Casillas, un divino.
Tan agrio se convirti¨® el encuentro que, lejos de discutir con la pelota, como acostumbra, Espa?a se vio abocada al fango, a la discusi¨®n permanente con los rivales y el alguacil brit¨¢nico. Al actual campe¨®n de Europa le tocaba medirse en un campo de minas, condenada a gestionar el desquicie en su primera final mundialista. Entre gresca y gresca, el equipo no lograba conciliar el f¨²tbol. Imposible dar tres puntadas. El encuentro exig¨ªa m¨¢s car¨¢cter que juego, la liturgia era otra, no hab¨ªa tregua para ese f¨²tbol panor¨¢mico de Xavi, de Iniesta, de Alonso. Imposible esa trenza hipn¨®tica para los rivales, un milagro que el bal¨®n fuera ese ovillo que siempre rueda y cuyo destino es la mejor virtud espa?ola. Una p¨¦rdida en la alambrada holandesa era inquietante para Espa?a. Con horizonte, Sneijder y Robben pueden resultar demoledores; a un palmo de Casillas estuvo el segundo a punto serlo.
Al equipo de Del Bosque le resultaba un engorro llegar a la periferia de los zagueros contrarios, la zona d¨¦bil de Holanda. Lo demostr¨® Heitinga, que dio una cuchillada al aire y Villa, ante el gol, no acert¨® porque el ex atl¨¦tico reaccion¨® desde el suelo, ya casi vencido. Tambi¨¦n Sergio Ramos fue habilitado por la defensa de Van Marwijk, que le puso atenci¨®n en c¨®rner lanzado por Xavi que el madridista cabece¨® alto. Para entonces, Navas ya aceleraba en lugar de Pedro. M¨¢s tarde, otro cambio de ritmo: Cesc por Alonso. El primero, como sucedi¨® con Robben, tuvo la gloria en la pr¨®rroga. Sin otro freno a la vista que Stekelenburg, el catal¨¢n no hizo bingo tras una asistencia m¨¢s para la celebridad de Iniesta.
Candadas las porter¨ªas, el partido se torn¨® hipertenso, con dos selecciones al l¨ªmite, extenuadas, sudadas como una regadera. Las piernas se vuelven de m¨¢rmol, el riego se dispara y la mente se atrofia. Cuando el tiempo se achata, las finales provocan masivos ataques de p¨¢nico, entonces la noria del f¨²tbol gira destornillada. Llega ese calvario que es la pr¨®rroga. Solo martiriza m¨¢s esa congoja que despiertan las torturantes tandas de penaltis que en 1962 se inventara el periodista gaditano Rafael Ballester. Es una tribulaci¨®n entre v¨ªctimas y verdugos. Lo evit¨® Iniesta, tras un pase de Cesc. Iniesta, ese genio al servicio del m¨¦todo, ese futbolista paliducho de aspecto ingr¨¢vido que acun¨® Fuentealbilla, el coloso inolvidable de Londres, el h¨¦roe eterno de Johanesburgo. Por Espa?a y su homenajeado Dani Jarque. Espa?a est¨¢ en la Luna .
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