Espa?a, Bal¨®n de Oro
Xavi simboliza el sentido colectivo de la selecci¨®n de Del Bosque, ajena a los premios individuales
Es un utilitarista para todo. Es un chico de Terrassa, su ciudad de toda la vida, donde no vive intramuros, sin moralejas. Entiende el f¨²tbol como un ejercicio de altruismo porque todos le necesitan y ¨¦l precisa el auxilio de todos. Nadie como Xavi simboliza el juego colectivo, nadie como ¨¦l recuerda en cada partido que esto no es el tenis, que es un deporte de equipo, por m¨¢s que algunos se empecinen en poner etiquetas individuales a los clubes o las selecciones. En Sud¨¢frica ha triunfado todo aquello que representa Xavi mientras han descarrilado quienes supeditaron su tr¨¢nsito al exclusivismo de un futbolista determinado. El f¨²tbol tuvo apellidos cuando irrumpieron algunos superdotados que dejaron una huella innovadora: la versatilidad de Di St¨¦fano, el ingenio goleador de Pel¨¦, la autoritaria velocidad cambiante de Cruyff o la capacidad de Maradona para seducir a una pelota que sol¨ªa cumplir sus ¨®rdenes. Nada de eso hay estos d¨ªas: hoy gana el nosotros, sin sectarismos. Por eso, en Espa?a uno han sido 11.
Xavi ha elevado a categor¨ªa laf¨¢brica de cuatros del Bar?a, un puesto de ancla que suscribi¨® Johan Cruyff al frente del dream team. Se le acus¨® de impostar la posici¨®n, como si fuera uno de esos caprichos que se conceden aquellos que se ven a s¨ª mismos como genios. El tiempo desminti¨® a los m¨¢s ¨¢cidos, a todos los esc¨¦pticos. De Milla a Sergio Busquets, con Guardiola y Xavi, en sus inicios, como principales proselitistas del puesto. El Bar?a dej¨® de ser el Bar?a de Cruyff (jugador), Maradona, Ronaldo o Rivaldo. Tras el equipo de ensue?o de Cruyff (entrenador), el Bar?a pas¨® a ser el Bar?a a secas. Basta pronunciar su nombre para que los aficionados, seguidores o no del club, reconozcan su significado, sus se?as de identidad. Y el cuatro como nudo gordiano, tan relevante o m¨¢s que el rutilante goleador de turno: su brochazo final era consecuencia de un principio, del cerebro de Guardiola, Xavi o ahora Busquets. No son regateadores, no van de cabeza y hacen diana sin querer y muy pocas veces. Sin ellos no se entender¨ªa el Bar?a, tampoco Espa?a.
"Yo no quiero el Bal¨®n de Oro", repet¨ªa estos d¨ªas Xavi con una sinceridad aplastante. ?l concept¨²a este juego de otra forma, por m¨¢s que los foros medi¨¢ticos aticen los personalismos, por m¨¢s que para su sustento un deporte grupal haya decidido fomentar los premios individuales, como si existiera un f¨²tbol de estrellas, no de equipos. Por m¨¢s que en un deporte de todos y para todos, pueblo incluido, haya esa vieja tendencia a poner nombre propio a los estadios. Con futbolistas como Xavi, es Espa?a la premiada.
En Sud¨¢frica, el ¨¦xito de las selecciones solidarias ha sido elocuente. Cristiano Ronaldo fue por libre y Portugal se fue. Kak¨¢ no fue un ancla para nadie y cay¨® Brasil. "Para que Brasil vuelva a ser Brasil necesita clonar a Xavi", sentenci¨® ayer en Johanesburgo el m¨ªtico Tost?o, que comparti¨® t¨ªtulo con Pel¨¦, Jairzinho y todo aquel inolvidable Brasil de 1970. A Messi le volvieron a entender mal. Frente a los que preconizaban que a Xavi, a Espa?a, le faltar¨ªa Messi, resulta que ha sido a la inversa. Maradona crey¨® que su 10 podr¨ªa ser Messi y Xavi a la vez y la irreprochable entrega de La Pulga no fue suficiente.
Xavi es un l¨ªder natural en el campo por aclamaci¨®n de todo el vestuario. Su autoridad se le reconoce. No requiere un bast¨®n de mando, pasar por el camerino o polarizar las portadas. Nada de demagogias, la pelota es su pedestal y el grupo, como ¨¦l reconoce, su amparo. Sin aquellos que le devuelven el bal¨®n a tiempo, sin los que tiran desmarques para que tenga paisaje, sin los que le cubren las espaldas, sin el portero que para, sin los suplentes que est¨¢n al quite... Nada es Xavi, ¨¦l lo sabe, como lo han sabido sus ¨²ltimos entrenadores, que le han pasado del cuatro al 10 , que le han acercado donde se prende la mecha del gol, oficio de otros al que ¨¦l contribuye de forma magistral y humilde, sin concederse mayor importancia. Para Xavi, Puyi es un "animal"; Andresito, un "genio"; Busi, "un quitanieves", y todo con el que juega a su lado le escucha al grito de "m¨¢quina". ?l es Xavi, un tipo normal.
Con el azulgrana como s¨ªntoma, la selecci¨®n de Del Bosque ha oscarizado el f¨²tbol orquestado, sin cuentas pendientes con el que falla y adjetivos contenidos con el que acierta. El paso de Espa?a por ?frica no se entender¨ªa sin los goles de Villa, sin el esfuerzo f¨ªsico de Fernando Torres, sin los kil¨®metros de Sergio Ramos o el descaro de Pedro y Llorente. Como tampoco se comprender¨ªa a esta Espa?a sin reparar en la arrebatadora defensa de Piqu¨¦ y Puyol, el sentido de la medida de Capdevila o los conmovedores retos de Busquets y Xabi Alonso en cada cita. Y qu¨¦ decir del penalti parado por Casillas, con el soplo de Reina; y del gol de Iniesta a Chile y su enternecedora participaci¨®n en el tanto a Paraguay. Y de los ¨¢nimos constantes desde el banquillo. ?Y Xavi? El mejor - uno m¨¢s-, del campeonato.
?Qu¨¦ tal si la FIFA, la UEFA y los medios que conceden las distinciones m¨¢s populares no premian alguna vez, pongamos por caso, a Espa?a? Si Espa?a fuera Bal¨®n de Oro, Xavi, encantado. As¨ª ha estado en Sud¨¢frica, salvo por un detalle que le ha tenido bien fastidiado: en este pa¨ªs no hay futbolines en los bares, su mayor pasi¨®n.
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