El gran silencio de Espa?a
A esta hora en que escribo, esta parte de la ciudad, incluso en domingo, suele ser muy ruidosa. Lo extempor¨¢neo tiene espacio vital. El llanto cuesta arriba de un cr¨ªo desatendido. El grosero e in¨²til golpe de claxon. La intimidad exhibida de quien vocifera por un m¨®vil. Rechinan como interferencias en una Onda Corta. A diario, el ruido tiene m¨¢s sentido. Es un rumor bullicioso, una banda sonora de la que participa el jolgorio de las gaviotas porque el mercado de San Agust¨ªn est¨¢ abierto y hay tripas y carnaza. Hoy, antes del partido, no se oye nada. Nada. En alguna parte tiene que estar el tonto que tocaba al mediod¨ªa la vuvuzela de pl¨¢stico como un poseso a la puerta de la iglesia de San Nicol¨¢s, pero lo cierto es que ha desaparecido. Como ha desaparecido el llanto del cr¨ªo desatendido. ?D¨®nde ha metido el claxon el pijo del cabriolet? ?Por qu¨¦ nadie chilla por el tel¨¦fono m¨®vil? ?A qu¨¦ isla se han ido las gaviotas? ?D¨®nde se han metido los ruidos?
Nunca he sentido un silencio colectivo as¨ª. Cierto que ha habido silencios sepulcrales. Acongojados. Brutales. Ingloriosos. Con el estigma del sentimiento tr¨¢gico de la vida a cuestas. Pero este silencio de hoy, el silencio del domingo, 11 de julio de 2010, es completamente distinto. Es un silencio amigo, no de mordaza. El silencio de un pa¨ªs donde todo el mundo parece estar jugando en casa al ajedrez, gambito a contragambito. El silencio que existe en la estoa de las mareas, all¨ª donde convergen bajamar y pleamar. Un silencio er¨®tico, donde se escucha el ultrasonido del celo.
Es tambi¨¦n el silencio del utilero. No s¨¦ cu¨¢ntos utileros o utileras tendr¨¢ La Roja, pero yo, durante el silencio, he pensado en los que preparan la utiler¨ªa. Los que se ocupan de que no falte nada, empezando por el bal¨®n. Los que preparan la indumentaria con los dorsales, las botas, los cordones de las botas... Hay un cuento titulado Relato de un utilero, del genial Fontanarrosa, el tipo que mejor literatura hizo sobre f¨²tbol, junto con los tambi¨¦n argentinos Osvaldo Soriano y Eduardo Salchieri, el uruguayo Eduardo Galeano y el brasile?o Rufino dos Santos. Y es fascinante la perspectiva del utilero. Porque mientras prepara todo, mientras plancha las medias, etc¨¦tera, ¨¦l est¨¢ construyendo de alg¨²n modo las jugadas.
Rodolfo Walsh, otro que escrib¨ªa de puta madre, dice en Variaciones en rojo que en la persona convive el instinto de creaci¨®n y de autodestrucci¨®n. Me ha gustado este silencio creativo. Este silencio de utiler¨ªa. El silencio tambi¨¦n del mister Del Bosque, que si lo ponen de piloto en el mism¨ªsimo viaje de El coraz¨®n de las tinieblas encarnar¨ªa todo aquello en lo que uno puede confiar.
Este gran silencio zen de Espa?a ha sido un placer. Un silencio hist¨®rico, de seda, en el que nos han dado una brev¨ªsima tregua los apocal¨ªpticos de la Espa?a del ?ltimo D¨ªa. Si para tener este silencio hay que llegar a otra final, pues ¨¢ndele ya. No se me pierdan en la parranda.
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