Una victoria dolorosa

El Bar?a se sacudi¨® los fantasmas que le atormentaban en el Calder¨®n. Pero pocas veces una victoria le dejar¨¢ tan en vilo: una sacudida final de Ujfalusi provoc¨® la retirada de Messi en camilla con el tobillo derecho como una morcilla y el rostro desencajado por el dolor. El checo clav¨® sus tacos con sa?a y Messi, que tantas cuchilladas soporta, se desplom¨® como nunca. Estar¨¢ dos semanas de baja Pese a las proclamas de Mourinho pidiendo un escudo para Cristiano, no solo lo necesita el portugu¨¦s. Todos por igual, los de cualquier equipo. No conviene a nadie que el f¨²tbol acabe por los suelos. Ujfalusi, expulsado, espera sanci¨®n.

El argentino pudo haber recibido protecci¨®n mucho antes en caso de que su equipo hubiera acertado a sellar el resultado, lo que mereci¨® por juego. Ocasiones le sobraron, pero el fuego se atiz¨® hasta el final porque no concret¨® su superioridad en el marcador. En parte por la exhibici¨®n de De Gea en el segundo tiempo y en parte por el desatino de Villa, que a¨²n no se ha enchufado al gui¨®n azulgrana y es recurrente en el fuera de juego. Se?al evidente de que el Bar?a no es partitura sencilla, ni siquiera para un extraordinario futbolista como el asturiano, tan entregado a la causa como falto de sincronizaci¨®n en los ¨²ltimos metros. Cuesti¨®n de tiempo.

A la espera del Guaje, el equipo de Pep Guardiola impuso de principio a fin su f¨²tbol sedoso, delicado, con los violines de Xavi e Iniesta y la astucia de Busquets, que como tercer central contribuy¨® al exilio de Forl¨¢n y Ag¨¹ero, sin plano en toda la jornada, ausentes por completo. Frente a la armon¨ªa azulgrana, el Atl¨¦tico ofreci¨® m¨¢s resistencia en la grada que en la cancha. Con los decibelios del Manzanares y la falta de precisi¨®n barcelonista para cerrar el marcador de forma autoritario, el equipo de Quique S¨¢nchez Flores, al que no le falt¨® actitud, lleg¨® con vida al tramo final. De Gea fue el gran responsable, un hueso para Pedro, Villa e incluso Messi. La soberbia actuaci¨®n del portero modul¨® el escaso picante de los dos pu?ales del Atl¨¦tico, que jam¨¢s inquietaron a Vald¨¦s. Ni un remate. En realidad, salvo el cabezazo goleador de Ra¨²l Garc¨ªa y un disparo ajustado de Reyes en el tramo final, el Atl¨¦tico solo tuvo respuestas en otras zonas del campo.

El conjunto rojiblanco pretendi¨® de salida bloquear el juego del Bar?a desde su punto de partida. Para saltar la primera barrera, Busquets se enquist¨® entre Piqu¨¦ y Puyol, lo que a los azulgrana les permiti¨® mayor presencia en el medio campo, con Xavi e Iniesta en el eje y los dos laterales en su misma l¨ªnea. Cuatro centrocampistas frente a Assun?ao y Ra¨²l Garc¨ªa, salvo auxilio de Simao y Reyes por los costados. La mejor forma de desactivar a los dos iconos del Atl¨¦tico, Forl¨¢n y el Kun, que pag¨® su encomiable voluntarismo por jugar.

Desconectado el grupo de Quique, el Bar?a fue un equipo sinf¨®nico, de trazo corto, mucha movilidad en ataque y permutas constantes. Un ejemplo: a los doce minutos, Messi, que hab¨ªa partido como ariete, se retras¨® unos metros, hizo de Xavi y dej¨® solo a Villa, que lleg¨® al ¨¢rea por la v¨ªa del nueve, ante De Gea. La pelota pic¨® en el poste. De inmediato, Pedro fue Iniesta y cit¨® a Messi mano a mano con el meta local. La Pulga no titube¨®.

Con ventaja, el Bar?a amplific¨® su gobierno. Alves era el mejor extremo, Maxwell daba amplitud al campo y por el centro, Iniesta, Xavi y Messi impon¨ªan su discurso. Como Busquets el suyo por delante de Vald¨¦s. Pero el cuadro azulgrana tiene rendijas. La principal, la defensa antia¨¦rea, l¨®gico para un equipo de techo bajo. De ello se aprovech¨® Ra¨²l Garc¨ªa, un tit¨¢n ante la trompicada salida del portero catal¨¢n en un c¨®rner lanzado por Simao. El Bar?a respondi¨® de la misma manera. Xavi lanz¨® desde la esquina y Piqu¨¦ se aprovech¨® de una indecisi¨®n de God¨ªn. Amortigu¨® la pelota con el pecho y dispar¨® a la red.

De vuelta del descanso, el Atl¨¦tico fue m¨¢s intenso, m¨¢s bravo. No tuvo remate, como en toda la jornada, pero s¨ª mayor presencia en la periferia de la meta azulgrana. Hasta que Iniesta se adue?¨® del bal¨®n y los rojiblancos se vieron persiguiendo sombras. Entonces irrumpi¨® De Gea, ¨¢gil, bien colocado, sereno. Mucho m¨¢s que una real promesa. Visto que el chico era un dique, Guardiola, complacido con el juego exquisito de los suyos, pero angustiado por el marcador, recurri¨® a Keita y Mascherano, siempre predispuestos al cuerpo a cuerpo. Con el partido a un paso del cierre y Guardiola por fin triunfante en el Manzanares como entrenador, Ujfalusi afil¨® los tacos de forma imprudente. Lo pag¨® Messi. Otro d¨ªa le tocar¨¢ a otro. Nadie est¨¢ a salvo. Lo importante es que los verdugos no encuentren amparo de nadie. Ni entre los suyos.

Atl¨¦tico 1 - Barcelona 2