La madurez de Drenthe
El jugador del H¨¦rcules acude a su primera convocatoria con la selecci¨®n absoluta de Holanda
Instalado durante las ¨²ltimas temporadas en la an¨¦cdota y el chascarrillo, Royston Ricky Drenthe (Rotterdam, 1987) rescata una carrera que hace tres a?os semejaba dirigirse hacia el estrellato, un trayecto que se torci¨® y ahora retoma con su primera convocatoria para jugar con la selecci¨®n de Holanda, ma?ana frente a Turqu¨ªa. Apenas le han bastado ocho partidos de Liga espa?ola para convencer a Bert van Marwijk de que, m¨¢s all¨¢ de extempor¨¢neas salidas nocturnas o de simpares llamadas a reality shows televisivos, est¨¢ ante un futbolista estimable.
Es lo que parec¨ªa cuando el Real Madrid pag¨® 13 millones de euros al Feyenoord por su ficha. Hab¨ªa referencias de un pasado complicado, de episodios rebeldes que le costaron dejar el club para vivir un exilio adolescente en el modesto Excelsior. Tambi¨¦n se sab¨ªa que a base de f¨²tbol consigui¨® regresar al equipo de su coraz¨®n cuando y como quiso. Futbolista de la calle, hijo de un estibador al que ha conseguido jubilar, lleg¨® a Barajas una tarde de agosto de 2007 como mejor jugador sub 21 del continente tras vencer con su selecci¨®n el Campeonato de Europa. Se le compar¨® entonces con Roberto Carlos y Seedorf, se ponder¨® su capacidad para jugar como extremo o como lateral. Pocos d¨ªas despu¨¦s marc¨® un golazo al Sevilla en la Supercopa, mostr¨® en un par de caracoleos y fue a menos.
Drenthe dej¨® entonces de parecerse a un futbolista para asemejarse a un personaje de la far¨¢ndula. Empez¨® a destacar m¨¢s por el atrezzo que por la pelota. Se empotr¨® de madrugada contra un coche de la polic¨ªa en una salida de la M-30, se sospech¨® de su indumentaria, de sus cascos de disc jockey y sus videos raperos, brotaron las burlas cuando perdi¨® un pendiente de diamantes en un entrenamiento y acab¨® por convertirse en objeto de escarnio del Bernab¨¦u por su colecci¨®n de pifias y resbalones. Una noche, tras un partido contra el Deportivo, dej¨® el estadio al borde de las l¨¢grimas, se?alado por la ira del p¨²blico que ya no le pasaba una. Recibi¨® el aliento de su padre, el mismo que cuando era un adolescente le regal¨® una camiseta blanca con el nueve de Ronaldo."Tienes que levantarte, eres un Drenthe", le dijo. A los dos les sobra orgullo, el de sus ra¨ªces en Surin¨¢m y su vida en Rotterdam, la capital portuaria que llevan tatuada en la piel con el prefijo telef¨®nico que la identifica. Por eso, cuando busc¨® y encontr¨® una salida tras una campa?a casi in¨¦dito a las ¨®rdenes de Pellegrini, Drenthe se present¨® en el H¨¦rcules y avis¨®. "No estoy aqu¨ª para disfrutar de la vida".
Pocos le creyeron cuando hace tres semanas la polic¨ªa le detuvo tras obviar varios sem¨¢foros en rojo y saltarse una mediana con su todoterreno. Dec¨ªa que llevaba a un amigo enfermo, que en realidad estaba ebrio, al hospital. Se encar¨® con los agentes y les insinu¨® aquello de "no sab¨¦is con quien est¨¢is hablando". El incidente se sald¨® con una sanci¨®n administrativa y la manga ancha del H¨¦rcules, que no aplic¨® su r¨¦gimen disciplinario interno. Para entonces su t¨¦cnico Esteban Vigo ya ten¨ªa la certeza de que Drenthe era clave en su equipo, de que con ¨¦l val¨ªa m¨¢s la zanahoria que el palo. "No tenemos que sancionarle", apunt¨®. El pasado domingo el jugador le pag¨® con el gol del triunfo ante la Real Sociedad, un zurdazo por la escuadra , una falta que supuso el primer acierto de su equipo en un libre directo en los ¨²ltimos 111 partidos. Victorioso e idolatrado, Drenthe se fue como un h¨¦roe tras despedirse de un inesperado sexteto de fan¨¢ticos que desde Socu¨¦llamos se plantaron en el Rico P¨¦rez para jalearle con pelucas de rastas y la cara pintada de negro. Entre el cachondeo y la pasi¨®n, los mismos sentimientos que han empujado a otro grupo de bilba¨ªnos a fundar la Pe?a "Macho Drenthe", los j¨®venes manchegos cantaron "Drenthe selecci¨®n". Horas despu¨¦s lleg¨® la llamada de Van Marwijk para jugar con Holanda
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