Bar?a: lo trivial y lo fundamental
La creatividad, la construcci¨®n, la t¨¦cnica, la identidad y el liderazgo, ideario del equipo
Empecemos por lo trivial, que, como se sabe, est¨¢ en la ra¨ªz de todo lo fundamental. He aqu¨ª una secuencia de trivialidades: (1) gana el equipo que marca m¨¢s goles, (2) es muy improbable marcar un gol mientras el bal¨®n est¨¢ en posesi¨®n del rival, por lo que (y 3) a mayor posesi¨®n, mayor probabilidad de ganar el encuentro.
La posesi¨®n del bal¨®n. Hablamos de probabilidades porque lo m¨¢s cierto de este mundo es que el mundo es incierto. En un partido de f¨²tbol la incertidumbre de un equipo es la incertidumbre del resto del mundo que incluye, sobre todo, la incertidumbre que crea el equipo adversario. Est¨¢ claro que cediendo la posesi¨®n de la pelota tambi¨¦n se puede jugar al f¨²tbol; se trata de lo m¨¢s frecuente. En este modelo de juego, los jugadores sin pelota blindan su territorio mientras conf¨ªan en que los jugadores con pelota se cansar¨¢n de tanto tuya-m¨ªa. La hip¨®tesis de trabajo de esta idea es aprovechar el m¨ªnimo despiste para volar hacia la porter¨ªa de un rival sorprendido a contrapie. Sin embargo, sorprender a este Bar?a con un contraataque no parece un fundamento filos¨®fico sensato. En primer lugar, cerrarse atr¨¢s y presionar hasta que este Bar?a se equivoque no es una estrategia barata en energ¨ªa. Contra este Bar?a, la estrategia del contraataque cansa, cansa mucho, cansa f¨ªsicamente y cansa mentalmente. Contra este Bar?a el defensor suele llegar casi siempre un poco tarde a casi todo. Es como golpear con fuerza un cuerpo que ha esquivado el choque una cent¨¦sima antes. Un pu?etazo al vac¨ªo desconcierta el m¨²sculo y humilla el cerebro. El juego al contraataque especula m¨¢s con el fallo del contrario que con la creatividad propia. Nadie ni nada es perfecto y este Bar?a tampoco es una excepci¨®n. La perfecci¨®n existe porque es imaginable, pero no es perfecta porque es inalcanzable. Sin embargo, este Bar?a persigue la perfecci¨®n paso a paso y, tras cada paso, retrocede la probabilidad de marcarle un gol a contragolpe.
Adem¨¢s, el jugador del equipo con pelota tiende a divertirse, mientras que el jugador del equipo sin pelota tiende a impacientarse. El equipo que se cierra atr¨¢s lo hace con ¨¢nimo de destruir; el que posee el bal¨®n lo hace con la ilusi¨®n de construir. Destruir aporta poco a la autoestima porque destruir es m¨¢s f¨¢cil que construir. Solo hay que dejarse llevar por el temible segundo principio de la termodin¨¢mica. Destruir es pasar de algo singular y especial a cualquier cosa. Pero para construir hay que apretar las neuronas. Para construir hace falta energ¨ªa y talento antientr¨®pico porque construir significa pasar de cualquier cosa a algo muy original y especial. Y resulta que los humanos son trivial y fundamentalmente animales creadores. Con permiso de Freud, la salud mental de un ser humano se nutre de autoestima individual y colectiva, es decir, de la creatividad que consiga desarrollar. Los creadores se gustan a s¨ª mismos, los destructores tambi¨¦n, pero no tanto. ?Puede ser creativa la destrucci¨®n? Puede, pero solo en el caso de una destrucci¨®n que sirva de preludio a una construcci¨®n inminente. El juego del contraataque tambi¨¦n empieza destruyendo, s¨ª, pero suele ser una destrucci¨®n que cuenta con un mucho de autodestrucci¨®n enemiga. La autoestima individual y colectiva necesita de algo m¨¢s.
Es el caso de los dos defensas centrales de este Bar?a: Piqu¨¦ es central de profesi¨®n, pero delantero centro de vocaci¨®n. Puyol no lo es menos: es un creyente como central, pero tambi¨¦n un practicante a la hora de rematar. Alves destruye al adversario, pero su juego de ataque recuerda el solemne poder¨ªo de una torre en el tablero de ajedrez. Lo propio se puede decir de Abidal, el atleta que patrulla la rive gauche. Vald¨¦s tambi¨¦n crea destruyendo. Con su concepci¨®n del espacio-tiempo intuida al mil¨ªmetro y a la cent¨¦sima interrumpe (destruye) cualquier par¨¢bola enemiga, mientras elige las mejores condiciones iniciales de las par¨¢bolas del ataque propio (construye). Detr¨¢s se destruye, pero tambi¨¦n se construye. Pero jugar con la posesi¨®n clara del bal¨®n requiere tambi¨¦n la viceversa: delante hay que construir pero tambi¨¦n es necesario destruir. La presi¨®n de los delanteros del Bar?a para que el rival suelte el bal¨®n un instante despu¨¦s de que lo haya recuperado es intensa y sin tregua. El secreto de este Bar?a quiz¨¢ sea que nadie tiene licencia para ahorrarse la tarea de destrucci¨®n por grande que sea su genio y solera en la noble tarea de la construcci¨®n. No importa qui¨¦n juegue ni contra qui¨¦n, ni d¨®nde, ni cu¨¢nto falta para el final del encuentro. Es casi un automatismo individual y colectivo de este Bar?a: atr¨¢s se construye cuando no se est¨¢ destruyendo; delante se destruye cuando no se est¨¢ construyendo. Para eso hace falta t¨¦cnica.
La t¨¦cnica. La t¨¦cnica es el conjunto de automatismos capaces de liberar el esp¨ªritu creador. Los pies, las piernas, el pecho y otros ap¨¦ndices del cuerpo deben pensar por s¨ª solos para no robar espacio ni tiempo al cerebro. Algo muy parecido sucede con un virtuoso del viol¨ªn. Sus dedos deben saber por s¨ª solos c¨®mo deben moverse y d¨®nde y c¨®mo deben presionar las cuerdas. Los dedos de Jascha Heifetz no esperaban ¨®rdenes detalladas del cerebro, solo una declaraci¨®n de intenciones. Un violinista no puede sublimar la interpretaci¨®n de la Chacona de Bach (Partita n? 2 para viol¨ªn solo) si tiene que concentrarse en la precisa afinaci¨®n de cada nota o en el rigor de la frecuencia de cada vibrato. Para decir bien dicha una frase de la Chacona la mente tiene que independizarse de las manos. En este Bar?a hay automatismos individuales y automatismos colectivos, pero lo primero no implica lo segundo. Los automatismos resueltos dan paso al conocimiento, a la creaci¨®n de una jugada con posibilidad de culminar en gol. Es la continuaci¨®n de la t¨¦cnica por otros medios.
En un equipo hay tres conceptos relacionados con la creaci¨®n de una jugada con pretensiones de culminar en gol y los tres tienen su significado individual y colectivo. El primero es la complejidad, es decir, la riqueza de alternativas disponibles para un jugador o un equipo como soluci¨®n ante una situaci¨®n determinada. Un jugador con un solo regate se hace demasiado previsible por mucho que domine el bal¨®n. Lo mismo ocurre con un equipo poco complejo. El segundo concepto es la incertidumbre que no es otra cosa que la complejidad del rival. Y el tercer concepto es un concepto mixto: la capacidad de anticipaci¨®n (de un individuo o de un equipo) respecto del juego contrario. En este Bar?a, Busquets es algo as¨ª como la soluci¨®n que precede a un problema. Xavi es el mariscal de campo que clava las banderitas en el mapa. Iniesta es el inventor contra la incertidumbre ajena para cada momento y cada lugar. Messi es una f¨¢brica continua de incertidumbre para el adversario y el compositor con t¨¦cnica para inventar infinitas variaciones que ¨¦l mismo transforma en una cadencia final o en una teor¨ªa inicial para que otros como Pedro o Villa transformen una hip¨®tesis de gol en una tesis de gol.
Este Bar?a tiene una complejidad colectiva que procede de a?os de historia compartida por sus jugadores en La Masia. La historia com¨²n se fragua aprendiendo los unos de los otros, los disc¨ªpulos de los maestros y de otros disc¨ªpulos y los maestros de otros maestros y de los disc¨ªpulos. Johan Cruyff evoluciona desde Rinus Michels y revoluciona; Frank Rijkaard evoluciona desde Cruyff y revoluciona; Josep Guardiola evoluciona desde Cruyff y Rijkaard y revoluciona... Un jugador de la cantera debuta en el primer equipo con la inteligencia colectiva previamente adquirida y horneada a fuego lento. Por ello, un equipo del filial puede saltar al c¨¦sped, desplegar el juego marca de la casa y dedicarse a probar innovaciones como ante el Rubin.
No vale copiar el resultado sin copiar el m¨¦todo. No se puede copiar el Bar?a sin copiar su historia. No se puede copiar el juego del Bar?a comprimiendo d¨¦cadas en meses. A?os de ojeo, de becas, de educaci¨®n y de mimo no se reemplazan por fichajes apresurados entre el oleaje del mercado. No hay buenos museos madurados en menos de 20 a?os. Como todo buen conocimiento, este Bar?a se levanta sobre una escuela y una academia que velan por su identidad y la actualizan.
La identidad. En cualquier colectivo, como el azulgrana, coexisten dos identidades distintas: la individual de los individuos y la colectiva del equipo. En el fondo se trata de una profunda cuesti¨®n de la psicolog¨ªa, la etolog¨ªa y la sociolog¨ªa: conseguir la armon¨ªa entre las identidades individuales (cada cual con la suya) y una identidad colectiva (una com¨²n para todos). Es tan tr¨¢gico que la identidad colectiva sea d¨¦bil por defecto de cohesi¨®n entre los individuos (en cuyo caso el individuo se llama asocial y anda perdido e indefenso por la incertidumbre) como tr¨¢gico es que la identidad colectiva aplaste la identidad individual por una excesiva cohesi¨®n social que el individuo no puede soportar. La cuesti¨®n es delicad¨ªsima por una raz¨®n: solo existe una situaci¨®n de armon¨ªa entre infinitas que no lo son. Localizar y cuidar es punto fr¨¢gil y m¨¢gico, crucial para la convivencia de jugadores dentro de un equipo. Esta cuesti¨®n podr¨ªa llamarse la cuesti¨®n de sobreconvivencia. Es la cuesti¨®n fundamental en un superorganismo de organismos. Brillantes jugadores como Ronaldinho, Eto'o e Ibrahimovic no asimilaron del todo bien este detalle esencial. La historia de la humanidad tambi¨¦n se comprende en esta clave: individuos anulados por colectivos demasiados r¨ªgidos o desorientados por colectivos demasiado flojos. La buena armon¨ªa entre los individuos y sus colectivos en la sobreconvivencia pol¨ªtica est¨¢ en alg¨²n punto fr¨¢gil y delicado entre la anarqu¨ªa y el totalitarismo.
?C¨®mo logra este Bar?a su armon¨ªa entre la identidad de cada jugador y la identidad del equipo? Eso se logra ?con un l¨ªder! Un l¨ªder no es quien reduce las horas de conversaci¨®n o quien habla antes de escuchar. No es quien tiene habilidad para dosificar el premio y el castigo. No es quien derrocha lealtad que nadie le exige (hacia arriba) y que exige lealtad que nadie da de por s¨ª (hacia abajo). Un l¨ªder no es quien asusta (preferentemente hacia abajo) y quien adula (preferentemente hacia arriba). No es quien amaga y raciona informaci¨®n privilegiada. Un l¨ªder lo es seg¨²n sea su sabidur¨ªa. Un l¨ªder es el que consigue que las personas act¨²en con la convicci¨®n del que ha comprendido. Un l¨ªder es, sencillamente, de quien se aprende. ?Qui¨¦n es un l¨ªder? Por ejemplo, Pep Guardiola.
Existe otra identidad colectiva: la de la afici¨®n. Comprender es buscar y encontrar lo com¨²n entre lo que es diferente. Comprender a la afici¨®n del Bar?a empieza por preguntar ?qu¨¦ tienen en com¨²n los aficionados del Bar?a? Apunto la m¨¢s importante: el gozo intelectual por verlo jugar.
El gozo intelectual. El gozo intelectual por ver jugar al f¨²tbol tambi¨¦n tiene su punto delicado entre dos extremos distantes. El cerebro es un ¨®rgano que emerge en la evoluci¨®n para participar en la vital estrategia de supervivencia. Su raz¨®n de ser es anticipar la incertidumbre. De la misma forma que el coraz¨®n necesita sangre para funcionar, el cerebro necesita una dosis m¨ªnima de incertidumbre. Si no hay suficiente incertidumbre que llevarse a las neuronas, si todo es previsible, entonces el cerebro se ofende por inanici¨®n. Es como una sinfon¨ªa de una sola nota. El cerebro no tiene raz¨®n de ser en este extremo. Pero si la incertidumbre es excesiva, si nada es previsible, entonces el cerebro se frustra por incapacidad de resolver. Es como una m¨²sica totalmente aleatoria. Nada en ella es anticipable. El cerebro tampoco tiene raz¨®n de ser en este otro extremo. El gozo intelectual por la m¨²sica est¨¢ en alg¨²n punto entre la ofensa y la frustraci¨®n del cerebro. El gozo intelectual por ver jugar a este Bar?a se parece mucho al gozo intelectual musical. En un buen partido tiene que haber indicios para la anticipaci¨®n y episodios para la sorpresa. Individualmente. Colectivamente. Ver un partido por la televisi¨®n recorta en parte ese gozo porque la c¨¢mara suele seguir obsesivamente la pelota y el aficionado no tiene la libertad para ver, mirar y observar lo que la mente le pide en cada momento seg¨²n sean las dosis de anticipaci¨®n y sorpresa que le vaya llegando. Sin embargo, una buena grabaci¨®n puede hacer visible lo que en el campo es invisible por r¨¢pido, invisible por lento, invisible por complejo, invisible por lejano, invisible por cercano, invisible por opaco, invisible por despiste... Es el gozo intelectual de la segunda lectura.
Un club de f¨²tbol es una empresa humana y, como toda empresa humana, su grandeza depende de los seres humanos que la integran. Ni m¨¢s ni menos. Hay mucho que aprender, y no solo f¨²tbol, de este gran Bar?a. Larga vida para ¨¦l.
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