El Madrid se quita las joyas
Mourinho protege a sus figuras y apuesta por un equipo muscular que golea a un Athletic sin argumentos, sin f¨²tbol y sin ocasiones
Hay batallas que se ganan sorprendiendo al enemigo y otras que se consiguen incrust¨¢ndose en el territorio enemigo. Mourinho, un estratega futbol¨ªstico muy marcial, eligi¨® la segunda opci¨®n, asumir la guerrilla que el Athletic siempre propone en San Mam¨¦s cuando se enfrenta a ej¨¦rcitos de prestigio y ganarle con sus propias armas. Metro a metro, posici¨®n a posici¨®n, casa por casa. Hace tiempo que el Athletic, en este tipo de partidos, conf¨ªa m¨¢s en su musculatura que en su juego. El problema es que hace tiempo que el Madrid, y otros equipos, le aceptan el cuerpo a cuerpo y acaban confundiendo su psicolog¨ªa. Pod¨ªa pensarse que Mourinho activaba su plan B prescindiendo de algunos pesos pesados (Cristiano, Xabi Alonso, Carvalho, ?zil, Adebayor) porque la Liga est¨¢ casi imposible y reserva su tropa para otras galas. Error. El t¨¦cnico madridista sab¨ªa donde jugaba y contra qui¨¦n jugaba. San Mam¨¦s exige m¨¢s infanter¨ªa que ingenier¨ªa, m¨¢s a¨²n con Caparr¨®s que basa su buena campa?a en el esp¨ªritu aguerrido e incansable de la muchachada.
ATHLETIC 0 - REAL MADRID 3
Athletic: Iraizoz; Iraola, San Jos¨¦, Ekiza, Castillo; Gurpegui (David L¨®pez, m. 45), Orbaiz, Javi Mart¨ªnez (Iturraspe, m. 61), Muniain; Toquero (Gabilondo, m. 77) y Llorente. No utilizados: Ra¨²l. De Marcos, Ocio y D¨ªaz de Cerio.
Real Madrid: Casillas; Ramos, Albiol, Garay (Carvalho, m. 76), Arbeloa; Pepe, Lass, Granero; Kaka, Di Mar¨ªa (Xabi Alonso, m. 67); e Higua¨ªn (Cristiano, m. 61). No utilizados: Dudek, Marcelo, ?zil y Adebayor.
Goles: 0-1. M. 13. Kaka, de penalti. 0-2. 53. Kak¨¢, de penalti. 0-3. M. 69. Ronaldo.
?rbitro: Clos G¨®mez. Amonest¨® a Gurpegui Javi Mart¨ªnez, Granero, Ramos, Lass,Casillas y Arbeloa.
Unos 39.000 espectadores en San Mam¨¦s.
Y a Mourinho no se le cayeron los anillos por alinear a Pepe por delante de la defensa o confiar la recuperaci¨®n de Higua¨ªn en un partido tan exigente. Se trataba de buscar el lugar del Athletic, que tambi¨¦n jugaba con tres medios centros (Javi Mart¨ªnez, Orbaiz y Gurpegui), invadiendo su territorio, quit¨¢ndole argumentos y raz¨®n de ser a su estrategia. El Athletic es un equipo b¨¢sico y extra?o en ocasiones. Tiene al mejor cabeceador de la Liga, Fernando Llorente, y sin embargo Caparr¨®s le hurta centradores razonables que le asistan en condiciones. Es como si estuviera condenado a, en plena guerrilla, buscarse la vida en la selva de centros llovidos, por lo estratosf¨¦ricos, o tan secos, por lo que duelen si te golpean o tan vanos que los rechaza la defensa. Llegar¨¢ el d¨ªa en el que Llorente deber¨¢ rematar sus propios centros. 45 minutos necesit¨® Caparr¨®s para comprender que Llorente no es tan bueno como para hacerlo todo. Cuando opt¨® por David L¨®pez, tras el descanso, el Madrid ya ganaba 1-0 gracias a un penalti indudable de Iraizoz a Di Maria transformado por Kak¨¢ con m¨¢s precisi¨®n que enga?o.
Parec¨ªa que Athletic y Madrid se enredaban en el juego sucio, entendido como un asunto de limpieza m¨¢s que legal. Costar¨ªa encontrar un partido con tantos plantillazos por ambas partes, lo que reflejaba tanta intensidad como voluptuosidad que acab¨® con el ¨¢rbitro amnistiando a posibles condenados para salvar el posible espect¨¢culo. El Athletic quer¨ªa imponer su fiereza y el Madrid, sin joyas, sin anillos, entend¨ªa que esa asignatura no la iba a suspender. Por eso estaban all¨ª tipos como Lass, Granero, Ramos y Pepe, que dif¨ªcilmente iban a dar su brazo a torcer. Hasta Arbeloa acept¨® el reto de resistir a tipos como Toquero y Gurpegui sin volver la vista atr¨¢s, mirando para otro lado.
Ah¨ª, probablemente, gan¨® el partido el Madrid, porque dej¨® al Athletic sin su ¨²nico argumento y el equipo de Mourinho guardaba muchas balas en la rec¨¢mara. La de Di Mar¨ªa, por ejemplo, que exprimi¨® la banda izquierda con esa velocidad que tan mal asume el equipo de Caparr¨®s cuando le ponen la directa. As¨ª lleg¨® el primer penalti que transform¨® el redivivo Kak¨¢. Luego, por la derecha, se fabric¨® el segundo, por la ingenuidad de Castillo que tambi¨¦n transform¨® el brasile?o, ya resucitado.
El Madrid sab¨ªa a lo que jugaba; el Athletic, no. Ten¨ªa a Llorente, pero no ten¨ªa centradores, ten¨ªa a Toquero, pero siempre en horizontal, y ten¨ªa a Muniain, el ¨²nico que discut¨ªa con los futbolistas del Madrid pero en una soledad inquietante, casi sin referencias, obligado a buscarse la vida. Resulta extra?o imaginarse 45 minutos del Athletic en San Mam¨¦s sin una ocasi¨®n de gol. Algo parecido fue un disparo flojito de Muniain que ataj¨® Casillas sin problemas. Ese era el term¨®metro rojiblanco. Cuando el Madrid rebaj¨® la fiebre del encuentro, el bal¨®n se impuso al coraz¨®n. Y el Athletic hab¨ªa perdido la batalla antes de que concluyera.
Dos galopadas de Di Mar¨ªa, dos penaltis, dos goles de Kak¨¢. Y faltaba el resto de la artiller¨ªa. Reaccion¨® Caparr¨®s buscando centradores (nunca se sabe por qu¨¦ siempre al final, nunca al principio) y reaccion¨® Mourinho metiendo a Cristiano, a Xabi Alonso y a Carvalho. Y a la primera, el portugu¨¦s, especialmente pitado en la catedral, se sac¨® dos quiebros por la izquierda y puso el bal¨®n en el rinc¨®n de las agujas de los porteros: en el hierro que sostiene por el suelo la red. Tuvo otro gol Cristiano pero se hart¨® de ego¨ªsmo, como soliviantado por el p¨²blico y lo mand¨® fuera cuando pudo elegir goleador entre sus compa?eros. El Athletic hac¨ªa tiempo que se hab¨ªa ido del partido. Lo ve¨ªa pasar como se mira a un reloj en el insomnio de la madrugada. Solo quer¨ªa ver amanecer. Nunca supo qu¨¦ decir y por no hacer, no hizo ni ruido antes de irse.
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