McIlroy juega al golf como un ni?o
El norirland¨¦s acaricia la chaqueta verde con solo 21 a?os, el m¨¢s joven desde Woods.- Sergio Garc¨ªa pierde la cabeza
Sergio Garc¨ªa tiene una muletilla cuando habla. Consciente o no, El Ni?o suele recurrir a la misma expresi¨®n para explicar las fluctuaciones de su juego: desafortunadamente. La palabra le acompa?a cada vez que debe justificar un mal d¨ªa de golf. Ayer de nuevo. El castellonense comenz¨® la jornada impetuoso con tres birdies en cinco hoyos, recortando terreno a los l¨ªderes. Parec¨ªa que por fin Sergio pensaba en grande, que volv¨ªa a asomar la gran calidad que guarda dentro. Pero bajo un sol abrasador, la imagen del mejor Garc¨ªa desapareci¨® como un espejismo. De repente, El Ni?o desconect¨®. Se fue del partido. Y enterr¨® buena parte de sus opciones de luchar por la chaqueta verde del Masters. "Desafortunadamente", explic¨®, "di un muy mal swing en el nueve y eso me toc¨® la confianza. En el nueve perd¨ª la cabeza y luego me cost¨® mucho concentrarme. Desafortunadamente, tuve un bache".
Entre el hoyo 10 y el 14, Garc¨ªa complet¨® una secuencia de fallos en cadena: bogey, doble bogey, bogey, par y bogey. Cinco golpes perdidos en cinco hoyos. Unas veces porque mand¨® la bola al monte, otras porque se desvi¨® con el putt. En todos los fallos le acompa?¨® una sensaci¨®n de dejadez, como si jugara sin alma, rendido, sin el vigor suficiente para la lucha en un d¨ªa de can¨ªcula en Augusta. Poco le reanimaron las c¨¢lidas palabras del Pato Cabrera, segundo igualado con Schwartzel, Choi y Day. "Ten fe, Sergio. Tienes mucho talento. Eres un grande. Sigue luchando", le dijo el argentino, campe¨®n del Masters en 2009, como si fuera el consejo de un padre a un hijo. Pero Sergio hab¨ªa bajado los brazos y cerr¨® el d¨ªa con otro bogey en el 18. En ese putt final no hab¨ªa ninguna convicci¨®n.
Sergio perdi¨® la cabeza de la tabla en un d¨ªa para supervivientes, con unas condiciones muy duras por la chicharra y los greens tiesos. M¨¢s que una jornada para ganar el Masters, era para no perderla. Pocos fueron los jugadores que sacaron sobresaliente. Por encima de todos dos nombres y dos generaciones, el incre¨ªble McIlroy y ?ngel Cabrera, el jugador que fue caddie, la misma estirpe en extinci¨®n que Jim¨¦nez -el Pisha se marc¨® un triplete de birdies en Amen Corner, ah¨ª queda eso-. En ese cuerpo de peso pesado del Pato se esconden unas manos prodigiosas y una capacidad de sufrimiento enorme. Cabrera se apunt¨® a la traca final de hoy. Todos detr¨¢s de McIlroy, una joya de golfista. Su golpe curvado en el green del 17 fue una maravilla de precisi¨®n, la clase de acierto que distingue a los genios tocados con una varita y que a?os despu¨¦s todav¨ªa repite la televisi¨®n como s¨ªmbolo de su victoria.
El peque?o norirland¨¦s llega a los 18 hoyos de hoy como l¨ªder de las tres jornadas anteriores y con cuatro golpes de ventaja sobre un cuarteto de perseguidores. Ahora el joven aspira a su primer grande y a convertirse en el segundo ganador m¨¢s joven del Masters con 21 a?os y 11 meses: Tiger ten¨ªa 21 y tres en 1997. Tampoco le anda a la zaga Jason Day, la revelaci¨®n australiana de 23, segundo en su primer concurso en Augusta. McIlroy y Day han convertido el ¨²ltimo acto de hoy en un juego de ni?os. Con permiso de Cabrera, una vez descabalgado Woods.
El Tigre permaneci¨® aletargado, menos afilado que el d¨ªa anterior. Su imagen en el hoyo cinco resumi¨® su d¨ªa: tir¨® el palo al suelo al quedarse la bola a media u?a del agujero. Le falt¨® instinto asesino. Si esta tarde se viste de verde, McIlroy pasar¨¢ a la historia como el ganador m¨¢s joven de cualquier grande desde el mism¨ªsimo Woods.
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