Messi, el chico que no se hac¨ªa notar
'El chico que siempre llegaba tarde y hoy es el primero'. As¨ª se titula el libro de Leonardo Faccio, periodista argentino que ha seguido los pasos del jugador del Bar?a desde que parti¨® de Rosario. Este es un extracto de un cap¨ªtulo del perfil editado por Debate
La disciplina que Messi muestra en el juego la ha heredado del encierro que vivi¨® en su adolescencia. Es la habilidad desfachatada del potrero argentino contenida por el rigor acad¨¦mico del FC Barcelona. El crack que naci¨® en un pa¨ªs hecho por l¨ªderes caudillos hubiese tenido otro destino sin la crianza de un club que apost¨® por la democratizaci¨®n de la pelota. Entre delanteros que defienden y defensas que atacan, Messi ejerce de l¨ªder silencioso en la distribuci¨®n del poder del Bar?a. Con la camiseta de Argentina, en cambio, no hubiese ganado el bal¨®n de oro que le corona como el mejor del mundo. La selecci¨®n de su pa¨ªs ten¨ªa una din¨¢mica de juego a la que Messi le cost¨® adaptarse. Pero tambi¨¦n es cierto que la lealtad al club que le pag¨® su tratamiento para crecer, Messi la materializa en inspirados tiros al ¨¢ngulo que parecen m¨¢s una prueba de amor que ambici¨®n por superar un r¨¦cord.
En el Mundial de Sud¨¢frica, Ver¨®n hab¨ªa asimilado la responsabilidad de mantener tibia la incubadora en que Messi madur¨® su genialidad. Pero en esta ocasi¨®n, con la camiseta de Argentina, el 10 solo chut¨® balones al travesa?o o a las manos del portero.
- Cuando se opaca, no te mira a los ojos -me dice Ver¨®n esa ma?ana en Buenos Aires-. Lo mejor que pod¨¦s hacer en esos momentos es dejarlo solo. A veces lleg¨¢bamos a la pieza, estaba fastidioso y yo lo dejaba.
- Su hermana me cont¨® que cuando est¨¢ mal se tira en el sill¨®n -le digo-. ?l me dijo que le gustaba dormir la siesta.
- Conmigo lo mismo -confirm¨® Ver¨®n-. Mucha cama.
A sus treinta y cinco a?os, y padre de dos hijos, a Ver¨®n le gusta estar en la cama a las once de la noche. El centrocampista se enfrentaba al desaf¨ªo de su ¨²ltimo mundial. La una de la madrugada era muy tarde para ¨¦l. Messi, en cambio, viv¨ªa la concentraci¨®n con la energ¨ªa de un chico que se va de campamento con sus amigos. En la rutina de su casa, se acuesta cuando no se lo ocurre nada mejor que hacer.
- Si lo dej¨¢s, te duerme hasta las diez, once la de la ma?ana. Y, adem¨¢s, duerme la siesta.
Ver¨®n lo dice con la sonrisa de un t¨ªo que una vez al mes disfruta de su sobrino consentido.
- Lo que duerme es incre¨ªble -insiste-. Yo me levantaba, hac¨ªa ruido y el tipo nada. Pero nada.
Messi miraba la serie El c¨¢rtel de los sapos, sobre narcotraficantes colombianos.
- ?l era el due?o del control remoto -acusa Ver¨®n-.
Mientras ¨¦l lideraba el equipo en los partidos, Messi controlaba el televisor desde la cama de su habitaci¨®n. Javier Mascherano, el centrocampista de la selecci¨®n argentina, era el due?o de los DVD que el resto de los jugadores se pasaban de mano en mano. Todos quer¨ªan ver esa serie sobre el tr¨¢fico de drogas.
- Muchos personajes mor¨ªan y aparec¨ªan otros nuevos -me cuenta su excompa?ero de cuarto-. Un d¨ªa Lio me dijo que la serie se hab¨ªa puesto un poco densa y la dej¨®.
Messi era el encargado de llevar los DVD a su habitaci¨®n compartida. Un a?o antes pudo haberse hecho adicto a las teleseries Lost y Prison Breack. Tambi¨¦n les abandon¨® antes de llegar al final.
Messi prefiere divertirse con juegos en los que puede controlar el desenlace.
Ver¨®n se asombra de los h¨¢bitos que Messi mantiene desde ni?o. La estad¨ªstica dice que, antes de una competici¨®n, un deportista de alto rendimiento no consigue dormir m¨¢s de cuatro o cinco horas a causa del estr¨¦s. Fuera de competencia, lo regular son nueve, una hora m¨¢s que una persona que no hace deporte. Seg¨²n un registro del FC Barcelona de agosto de 2003, a la edad de diecis¨¦is a?os, Messi pesaba sesenta y dos kilos con setecientos gramos y el d¨ªa anterior hab¨ªa dormido "diez horas por la noche y una hora de siesta por la tarde".
Fernando Signorini, el preparador f¨ªsico personal de Maradona y, en el Mundial de Sud¨¢frica, de la selecci¨®n argentina, ve en Messi un enigma sin descifrar.
- La frecuencia de movimientos que tiene en la cancha es m¨¢s alta que la de Maradona -me dice Signorini una tarde en Buenos Aires-. Llevar la pelota tan pegada al pie exige un ritmo alt¨ªsimo de pasos. No s¨¦ c¨®mo lo hace.
Para Signorini, Messi es un fen¨®meno sobrenatural que llega cuando cre¨ªa haberlo visto todo.
- Vos lo mir¨¢s en la entrada en calor y est¨¢ tan tranquilo como un pibe que va a jugar en el campito de la esquina.
Messi no se pone tenso en el vestuario minutos antes de entrar en el terreno de juego (...)
- Hay deportistas que son grandes simuladores de estados de ¨¢nimo -dice el preparador f¨ªsico-. El caso de Lio es diferente. Yo no advert¨ªa que estuviera preocupado por algo. Esos tipos son inexplicables. Ellos viven y juegan como quieren, mientras los otros viven y juegan como quieren los dem¨¢s.
Maradona, igual que Messi, siempre era el ¨²ltimo en levantarse de la cama, como si se hubiese olvidado del partido.
- ?Qui¨¦n despertaba a Messi por la ma?ana? -le pregunto a Ver¨®n-.
- Le dec¨ªa al masajista o me dec¨ªa a m¨ª que lo despertara para ir al gimnasio. En esas cosas es bastante vago.
Ser el protagonista del mundial no angustiaba a Messi antes de cada partido.
- Messi es un chico sentado en un rinc¨®n. No hace nada -explica Ver¨®n-. No se venda. Tampoco usa tobilleras. Un partido de los cuartos de final de un mundial lo juega igual que si jugara con los amigos del pueblo de ¨¦l.
Unos d¨ªas antes de que Messi cumpliera veintitr¨¦s a?os, la selecci¨®n argentina era una de las favoritas del Mundial de Sud¨¢frica. Aunque no hac¨ªa goles, la superestrella del Bar?a destacaba en un equipo que avanzaba invicto. Dos d¨ªas antes del partido con Grecia, Maradona llam¨® a Messi para decirle algo. Quer¨ªa darle el brazalete de capit¨¢n.
- Esos dos d¨ªas -me dice Ver¨®n- vi a Lio nervioso por primera vez.
No era la responsabilidad del liderazgo lo que incomodaba a Messi. Lo que lo desvelaba era que ten¨ªa que dar un discurso ante sus compa?eros.
- Dos d¨ªas estuvo pensando qu¨¦ decir: '?Qu¨¦ digo?'. Me preguntaba Lio -recuerda Ver¨®n-. Le dije: 'Dec¨ª lo que sent¨ªs y te va a salir solo. Pero no es f¨¢cil'.
Nosotros sent¨ªamos que Messi nos estaba escuchando desde su Blackberry. En la pantalla de tel¨¦fono de Ver¨®n parpadeaba un guion electr¨®nico. El di¨¢logo con ¨¦l pod¨ªa continuar. En la foto de su tel¨¦fono, Messi sonre¨ªa en silencio.
A Messi, el privilegio lo dejaba mudo. No pod¨ªa arengar a sus compa?eros por SMS.
Tres a?os antes, en otro programa televisivo, Maradona declar¨® que Messi ten¨ªa todo para ser "el gran jugador argentino". Pero tambi¨¦n dijo que le faltaba presencia.
- Si pudiera ser un poco m¨¢s l¨ªder -dijo Maradona-, creo que podr¨ªamos ir de la mano de ¨¦l al Mundial de Sur¨¢frica.
- ?Le falta liderazgo? -pregunt¨® el presentador Marcelo Tinelli-.
- S¨ª, presencia -respondi¨® Maradona-. Porque el resto lo tiene todo.
Como en un juego de espejos, Messi proyectaba una imagen en la que Maradona buscaba verse a s¨ª mismo. Ten¨ªa diecinueve a?os cuando jug¨® su primer mundial, y Maradona veintiuno cuando fue al Mundial de Espa?a. "Creo que al darle la capitan¨ªa a Leo, Diego se pens¨® a ¨¦l mismo cuando ten¨ªa la misma edad -me dijo Fernando Signorini-. En ese partido con Grecia, Maradona le dio la cinta de capit¨¢n a Maradona". En el mon¨®logo interior de sus entrenadores, Messi nunca hab¨ªa interpretado el papel de capit¨¢n. La estridencia de un brazalete que le exige hablar como un caudillo estresa a alguien que prefiere pasar inadvertido. En t¨¦rminos mon¨¢rquicos, las sucesiones siempre son conflictivas.
- ?Y al final Messi habl¨® en el vestuario?
- Dijo algo -recuerda Ver¨®n-. Pero enseguida se trab¨®, porque no sab¨ªa c¨®mo seguir.
Ver¨®n calcul¨® sus palabras.
- Dijo que estaba muy nervioso. Y salimos a la cancha.
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