Los gui?oles de don Fabio
"A veces tenemos envidia de los ¨¦xitos espa?oles", el embajador de Francia en Espa?a, esta semana
Los franceses se han re¨ªdo de los espa?oles con sus gui?oles. No deber¨ªan dejar pasar la oportunidad de dirigir su refinado sentido del humor hacia sus enemigos m¨¢s antiguos y en relaci¨®n con los cuales el complejo nacional es a¨²n mayor, los ingleses. El tema ser¨ªa Fabio Capello y c¨®mo ha tomado el pelo a la ingenua Albi¨®n durante los cuatro a?os que ha ejercido como entrenador de la selecci¨®n de f¨²tbol de Inglaterra.
La historia empezar¨ªa el d¨ªa en que don Fabio (versi¨®n mu?eco de l¨¢tex) se re¨²ne con los despistados que regentan la Football Association para fijar sus condiciones laborales. Un se?or alto, de aspecto siciliano, entra en un solemne despacho londinense con paneles de madera y alfombra persa. Viste un burdo traje a rayas y le acompa?an dos hombres rudos con metralletas. Detr¨¢s de una mesa est¨¢n sentados dos se?ores ingleses mayores en traje negro y bomb¨ªn. Los ingleses sonr¨ªen, intentando ocultar su incomodidad, pero deseosos ante todo de congraciarse con el italiano, al que ven como el capo redentor del hundido orgullo nacional.
Hay un sexto hombre en la habitaci¨®n, un traductor. Don Fabio se sienta en una silla, saca un puro, lo enciende. Empieza a hablar en su lengua natal. "El problema con la selecci¨®n inglesa es que los jugadores son todos unos maricas. Necesitan mano dura". "S¨ª, s¨ª", responden los dos ingleses a la vez, "y usted es precisamente Il Duce [don Fabio asiente con la cabeza, agradece el detalle de que utilicen una palabra en su idioma] que buscamos para imponer orden en el equipo". "Correcto", responde don Fabio; "mis condiciones son estas: un sueldo de siete millones de euros anuales y, a cambio, me comprometo a trabajar hasta 30 d¨ªas al a?o para forjar una selecci¨®n campeona del mundo". A los dos ingleses se les van las sonrisas. Se retuercen en sus sillas. "Pero, ejem..., don Fabio, ejem..., ?nos est¨¢ pidiendo que le paguemos unos 230.000 euros al d¨ªa...?".
Don Fabio escucha al traductor y echa una mirada a sus dos guardaespaldas, se?al de que hagan clic con sus metralletas. "Miren, soy un hombre razonable", contin¨²a, dejando escapar de su puro una nube de humo que envuelve a los se?ores de la Football Association; "les har¨¦ una oferta dif¨ªcil de rechazar: m¨¢s all¨¢ de los 30 d¨ªas, me comprometo a dedicar uno m¨¢s a aprender su primitivo idioma". Los dos ingleses intercambian una mirada de satisfacci¨®n y alivio. Las sonrisas vuelven a sus caras: "?Qu¨¦ gentileza! ?Qu¨¦ gran honor nos hace! Firme aqu¨ª mismo, por favor. Se lo rogamos Los siete millones son suyos".
Pasan cuatro a?os durante los cuales Inglaterra ha vuelto a fracasar cayendo por 4-1 contra Alemania en el Mundial. La Football Association no se atreve a destituir a Capello pese a que tampoco cumple su compromiso de aprender ingl¨¦s. Pero lo que s¨ª hace (el lunes pasado) es anunciar que Terry, acusado ante los tribunales de lanzar un insulto racista a un jugador mestizo durante un partido de la Liga, dejar¨¢ de ser capit¨¢n de la selecci¨®n. Se toma la decisi¨®n sin consultar al seleccionador.
Don Fabio, con el mismo traje a rayas y acompa?ado de los mismos guardaespaldas, entra una vez m¨¢s en el despacho de los se?ores de la Football Association. Ah¨ª sigue el traductor. "?C¨®mo es posible semejante traici¨®n a m¨ª y a mi capit¨¢n?", pregunta, furioso; "a diferencia de ustedes y del resto de sus pat¨¦ticos compatriotas, Terry es un hombre de verdad. Un macho, con dos coglioni, que se tira a las novias de sus compa?eros, que aparca su coche en los lugares reservados para los inv¨¢lidos, que llama a los negros por lo que son... ?Y le tratan as¨ª?". Don Fabio tira su puro al suelo y lo pisa en la alfombra persa. Los dos se?ores ingleses se ponen a temblar. "Pues menuda naci¨®n de mierda Inglaterra. Me averg¨¹enza representar la bandera de un pa¨ªs de eunucos. ?Renuncio!". Don Fabio echa una breve mirada a sus dos acompa?antes, que apuntan con sus metralletas y acribillan a los dos ingleses. Y al traductor. Don Fabio se mea encima de los cad¨¢veres.
Sale un cartelito en pantalla al lado del mu?eco de Nadal tambi¨¦n meando: "A los deportistas ingleses solo les queda una opci¨®n para ganar: imitar a los espa?oles".
Aplausos y risas hist¨¦ricas del p¨²blico franc¨¦s.
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