¡°Mi pasi¨®n empieza con un llavero del Bar?a¡±
Juan Villoro evoca su afici¨®n por el f¨²tbol y por el Bar?a, que arranc¨® en su infancia con un regalo de su padre
Juan Villoro es alto como un jugador de baloncesto y desde que era un cr¨ªo lleva un llavero del Bar?a que entonces era casi tan grande como ¨¦l. Se lo regal¨® su padre, el fil¨®sofo mexicano Luis Villoro, barcelon¨¦s de nacimiento. Ese llavero se parece a su afici¨®n al F¨²tbol Club Barcelona: no se ha perdido jam¨¢s.
Creci¨® para ser barcelonista. Tiene m¨¢s m¨¦rito esa pertenencia azulgrana porque se ha desarrollado en M¨¦xico, donde naci¨® en 1957 y donde ha vivido siempre, con extensos intermedios en Barcelona y en ciudades alemanas.
Como si narrara, al estilo de su vecino Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, el instante en que el abuelo llev¨® a su personaje m¨¢s ilustre a ver el hielo, Villoro cuenta c¨®mo su padre lo ungi¨® barcelonista: ¡°El primer regalo que recib¨ª de mi padre fue un llavero del FC Barcelona. ?l tuvo que dejar su ciudad a los nueve a?os. Muchos a?os despu¨¦s me inculc¨® en M¨¦xico sus nostalgias por el equipo blaugrana, del que entonces solo nos enter¨¢bamos por los recortes impresos en tinta color sepia que nos enviaban los parientes. Ese llavero me produjo una adicci¨®n no solo al f¨²tbol, sino tambi¨¦n a frotar las llaves para tratar de concentrarme al escribir. Hace poco se me cay¨® de las manos. Mi hija de 11 a?os lo tom¨® y dijo: ¡®?He heredado el negocio de la familia!¡±.
Es un sentimiento, en Villoro esa es una pasi¨®n ¡°que naci¨® con el llavero...¡±. ¡°Crec¨ª con la mitolog¨ªa de un equipo de h¨¦roes que no pod¨ªamos ver. Esto agrandaba sus m¨¦ritos. Cuando solo imaginas a los futbolistas, juegan de maravilla. En 1962, el Bar?a de Cayetano Re estuvo en M¨¦xico y lo vi jugar por primera vez. La leyenda so?ada desmerec¨ªa en la realidad, pero segu¨ª apoyando a ese club fantasma. Pocas cosas se comparan con las ilusiones del exilio. Cuando mi padre me contaba la Odisea en la infancia, Ulises no volv¨ªa a ?taca, sino a Barcelona¡±.
Del archirrival a las distracciones paralelas
?C¨®mo ve al rival? ¡°Javier Mar¨ªas, merengue de coraz¨®n tan blanco, escribi¨® un hermoso texto en homenaje al Barcelona. ?Qu¨¦ ser¨ªa del f¨²tbol sin un ac¨¦rrimo rival? Necesitamos esa tremenda oposici¨®n. Para m¨ª, el punto cr¨ªtico es el siguiente: me parece nefasto que alguien disfrute m¨¢s con las ca¨ªdas del archirrival que con los triunfos de su equipo. Es algo tan idiota como odiar m¨¢s a tu exnovia que querer a tu novia¡±. El futbolista. ¡°El gran futbolista es una marca registrada. Llama la atenci¨®n que a¨²n pueda jugar con tantas distracciones paralelas. Los que juegan demasiado bien en la publicidad acaban fallando en la cancha. Nunca olvidar¨¦ el d¨ªa en que vi a Ronaldinho jugando en la PlayStation con el personaje... ?de Ronaldinho! Esa despersonalizaci¨®n anunciaba que el f¨²tbol verdadero le interesaba cada vez menos¡±.
Y a Barcelona viaj¨® Villoro, como su Ulises, cuando ten¨ªa 12 a?os. ¡°Mi padre rompi¨® su veto al franquismo y me llev¨® fugazmente a Barcelona en 1969. Visitamos a Copito de Nieve y vimos un Bar?a-Madrid que en mi memoria termin¨® 3-3, con un golazo de Rexach. No he querido comprobar el dato para no estropear un imborrable recuerdo¡±.
Un gran novelista, un ensayista de primer orden, uno de los narradores period¨ªsticos m¨¢s sueltos y eficaces del nuevo periodismo. Ha escrito mucho de f¨²tbol, en este peri¨®dico tambi¨¦n. Su libro Dios es redondo es una biblia para los lectores que quieren leer bien de f¨²tbol. Y, c¨®mo no, tiene en M¨¦xico, tambi¨¦n, su equipo, el Necaxa. ?Una pasi¨®n compartida? ¡°El Necaxa¡±, dice, ¡°es el equipo de mi calle. Todos mis vecinos lo apoyaban. Ahora juega en la Segunda Divisi¨®n y ha desaparecido dos veces en la Liga. Ha tenido sus momentos de gloria, pero la pasi¨®n por ese club depende m¨¢s de la fe que de la evidencia. Ahora que el Bar?a se ha vuelto triunfal, me gusta tener otro club que garantiza una emoci¨®n al margen de los resultados¡±.
V¨¢zquez Montalb¨¢n, Galeano, Soriano y Fontanarrosa mostraron que escribir de f¨²tbol puede ser tan divertido y est¨¦tico como meter un gol de media cancha
En su mitolog¨ªa est¨¢ aquel sue?o del Camp Nou, con su padre, viendo marcar a Rexach. ?Y es muy de grader¨ªo? ¡°He ido a muchos estadios y en emoci¨®n ninguno se compara con el de Boca. Las tribunas vibran o laten, como les gusta decir a los hinchas del equipo. Ah¨ª entiendes que el p¨²blico en verdad es el jugador n¨²mero 12 e influye en el resultado. El grader¨ªo m¨¢s disciplinado que he visto es el del estadio de Kioto, en Jap¨®n. Es una afici¨®n casi cl¨ªnica. Hace poco cumpl¨ª un lejano anhelo: ir a San Mam¨¦s antes de que destruyan el estadio. Ah¨ª se conserva un aire de otros tiempos. Te sientes en la cancha custodiado por el gran Iribar, ¨ªdolo de mi infancia y ¨¢ngel de la guarda del equipo¡±.
?Y en M¨¦xico? ¡°En M¨¦xico el p¨²blico es m¨¢s festivo que beligerante. En una ocasi¨®n, en el estadio de River, un hincha argentino me pregunt¨® si era verdad que dos mexicanos de clubes opuestos pod¨ªan sentarse juntos en la grada. Le dije que s¨ª. Pens¨¦ que elogiar¨ªa nuestro pacifismo, pero contest¨® en forma inolvidable: ¡®?Pero qu¨¦ degenerados!¡±.
Un magistral escritor de f¨²tbol... ¡°V¨¢zquez Montalb¨¢n, Galeano, Soriano y Fontanarrosa mostraron que escribir de f¨²tbol puede ser tan divertido y est¨¦tico como meter un gol de media cancha. Valdano y Menotti transformaron la discusi¨®n sobre el f¨²tbol en un triunfo del lenguaje. Santiago Segurola, Ramon Besa, Sergi P¨¤mies y tantos otros han hecho que leer de f¨²tbol sea m¨¢s apasionante que ir al estadio¡±.
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