Viaje sin retorno
Si un jugador interrump¨ªa voluntariamente con su mano la trayectoria de un bal¨®n dentro del ¨¢rea propia, el ¨¢rbitro pod¨ªa optar entre verlo o no verlo
Dicen que ya podemos viajar a Marte, pero no volver. Al parecer, la supervivencia en el planeta rojo estar¨ªa garantizada, m¨¢s o menos, durante 20 a?os. Sin regreso ni sanidad p¨²blica, por supuesto. Ni f¨²tbol. Procopio se lo estaba pensando. ¡°Ser¨¢n los chinos los primeros en ir¡±, pronostic¨® el mozo de pocilgas; ¡°como se parecen unos a otros, podr¨¢n simular que han vuelto los que han ido y se han quedado¡±.
Craso error. Los chinos se diferencian entre s¨ª mucho m¨¢s de lo que una persona sensata y de sentido com¨²n, redundancia made in Rajoy, se distingue de otra cuyo sentido com¨²n la convierte en s¨ªntoma inequ¨ªvoco de la vulgaridad predominante. Desde la granja de cerdos en Laponia, Procopio se apiadaba de la estulticia humana y, con porcina ternura, exclam¨®: ¡°?Qu¨¦ buenas personas son los cerdos!¡±. Si no fuera por el f¨²tbol televisado de cada d¨ªa, donde Cristiano Ronaldo hend¨ªa el aire raudo como Mercurio y golpeaba al galope la bola o Messi era equiparado a Picasso, a Mozart y a Dios, el hast¨ªo de este mundo de chamarileros har¨ªa que Procopio sopesara seriamente lo de ir a Marte para no volver.
Pero ?c¨®mo? Los renos voladores de Santa Claus andaban m¨¢s renqueantes que la plantilla de Guardiola y los veterinarios de Laponia se mostraban, sin desdoro, tan desalentados como los m¨¦dicos del Camp Nou. Descartados los trineos y emulando al bar¨®n de M¨¹nchhausen en su bala de ca?¨®n, cabr¨ªa cabalgar alguno de los pelotazos de Cristiano Ronaldo a bal¨®n parado con el consiguiente peligro de acabar incrustado en la superficie rocosa del planeta Marte. Pero Procopio era reacio a perderse la final de la Copa del Rey entre ese Bar?a que hab¨ªa descuajaringado al Bayer Leverkusen y ese Athletic de Bielsa, apabullante vencedor en Old Trafford. Tampoco quer¨ªa renunciar al seguimiento de una Champions entre el segundo mejor Real Madrid de todos los tiempos, imparable l¨ªder de la Liga en juego, y el primer mejor Bar?a del mundo, Messi mediante. Por otra parte, tem¨ªa encontrar en Marte un macrocomplejo de evasi¨®n y blanqueo de dinero negro acorde con las enmiendas a la reforma laboral impuestas por el magnate estadounidense Sheldon Adelson y perge?ado a la medida de las Vegas madrile?as, tan vehementemente so?adas por Aguirre & Botella como precavidamente encaradas por un Florentino P¨¦rez atento al precedente y la competencia que supondr¨ªan para su gal¨¢ctica urbanizaci¨®n del Bernab¨¦u.
Ser¨ªa necio que un ¨¢rbitro renunciara a modificar con un pitido el acontecer y diera por bueno lo que vieron los dem¨¢s
M¨¢s all¨¢ de la regresi¨®n a benefactoras especulaciones y sus terrenales consecuencias, Gina Pi lo hab¨ªa previsto en su d¨ªa: ¡°Convertiremos la Luna en un basurero y Marte en un para¨ªso fiscal¡±. Esas y otras cuestiones hicieron que Procopio se resignara a seguir viviendo en una granja de cerdos. A menudo, conversaba con el porquero. Era, por cierto, un juez venido a menos. Seg¨²n ¨¦l, salvo en el uso del mandil en vez de la toga, su actual profesi¨®n no difer¨ªa tanto de la anterior. Consist¨ªa en separar los cerdos malos de los cerdos buenos. Tama?a simpleza era disculpable en un juez porquero que reclamaba para los ¨¢rbitros de f¨²tbol la misma infalibilidad papal que atribu¨ªa a los magistrados. Si un jugador interrump¨ªa voluntariamente con su mano la trayectoria de un bal¨®n dentro del ¨¢rea propia, el ¨¢rbitro pod¨ªa optar entre verlo o no verlo y pitar o no pitar, dependiendo del color de la camiseta del infractor o de una divina inspiraci¨®n, tanto daba. Ser¨ªa necio que un ¨¢rbitro renunciara al poder que le confiere modificar con un simple pitido el acontecer y diera por bueno lo que vieron los dem¨¢s.
La mirada de los otros, incluida la imagen repetida o la opini¨®n escrita, no marca ni anula goles y, dicho sea de paso, esos otros que tan displicentemente llamamos ¡°los dem¨¢s¡± nunca se pondr¨¢n de acuerdo en lo que han visto. As¨ª que, desde el punto de vista del porquero, no exist¨ªan errores arbitrales, sino hechos irreversibles que generaban victorias o derrotas gracias al veleidoso manejo de un silbato con las propiedades m¨¢gicas de la l¨¢mpara de Aladino.
Se daba la circunstancia de que Procopio conoc¨ªa la mafiosa identidad de Aladino y la pretendida magia de su l¨¢mpara. Pasados dos meses m¨¢s en Laponia, inesperadamente, recibi¨® carta de Gina Pi. Tres Catorce Diecis¨¦is le informaba de que, en la actualidad, el viaje tripulado de la Tierra a Marte tardar¨ªa unos 450 d¨ªas y, teniendo en cuenta que un a?o dura 365 d¨ªas, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos, estaba dispuesta a pagarle el vuelo sin retorno porque Aladino hab¨ªa averiguado su paradero. Promet¨ªa tenerle al corriente, con se?ales de humo, del desenlace de la Copa y de la Champions, ya que el de la Liga lo daban por supuesto. Persuadido, Procopio rompi¨® la carta y, tras despedirse de los cerdos y del porquero, se fue para no volver.
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