Eclipse de f¨²tbol en San Mam¨¦s

Quiz¨¢s, con el sudor, se fue la magia; quiz¨¢ en el resplandor de su gloria europea, lleg¨® la ceguera; quiz¨¢s es una ley f¨ªsica la que impide ver demasiado lejos cuando se tiene el armario semivac¨ªo. Quiz¨¢s de tanto andar se le hizo largo el camino al Athletic, que sufri¨® un eclipse en San Mam¨¦s, demasiado largo, demasiado profundo, y que dura ya cuatro partidos y que le alejan de la zona noble. Un empate ante el Sporting y sufrido, como es costumbre en el Athletic, en el ¨²ltimo minuto deja un olor a derrota que enmudeci¨® San Mam¨¦s, resignado a la gloria ocasional de su final de Copa y de su tr¨¢nsito europeo.

Porque a pesar del eclipse, profundo, casi un agujero negro en algunas fases del encuentro, el equipo de Bielsa le fabric¨® media docena de ocasiones al de Clemente, incluido un penalti que detuvo Juan Pablo al inesperado lanzador, Muniain, debutante en estas lides, en detrimento de especialistas como Llorente, Iraola y Susaeta. Media docena de ocasiones y dos de ellas de un tipo como Llorente son un bagaje suficiente para limarle las asperezas a cualquier rival, m¨¢s si el Sporting tembl¨® tras el derribo de Bot¨ªa a Llorente. Ah¨ª se le acab¨® la gaseosa. Porque hasta entonces parec¨ªa un equipo atrevido, con pocas u?as, pero bien situado en el campo y con alguna intenci¨®n ofensiva. El penalti le hizo cerrar los ojos y cerrar las l¨ªneas. Toda una invitaci¨®n al Athletic para que dominase el juego y pusiese el ritmo que acostumbraba.

Pero era un Athletic espeso, denso, muy pesado, condicionado por la ¨²nica salida del bal¨®n de Amorebieta, que ha asumido el ritmo venezolano del meneo del bal¨®n. Con el tiempo que perdieron Amorebieta en sus transiciones, Juan Pablo en sus saques de porter¨ªa y el ¨¢rbitro, se pod¨ªa haber jugado otro partido paralelo. Sin ritmo, el Athletic es poca cosa. Sin tacto, se descompone, y m¨¢s que pases durante tres cuartos de partido hubo lanzamiento de piedras, balones perdidos, trompicones. En eso acert¨® Clemente, en dejar que el bal¨®n fuera de Amorebieta y en que el ritmo fuera bajo, como si del ¨²ltimo partido de la temporada se tratase. Es decir, una invitaci¨®n al aburrimiento colectivo, incluidos ambos equipos.

As¨ª muri¨® la primera mitad, con el penalti errado por Muniain y un parad¨®n de Iraizoz en una falta de Colunga, am¨¦n de dos errores en boca de gol de Llorente y Muniain. Y naci¨® parecida la segunda hasta que el Sporting dio un paso m¨¢s atr¨¢s y Susaeta un paso m¨¢s adelante. Llorente era una referencia m¨¢s an¨ªmica que deportiva. Y Muniain, enrabietado con su atrevimiento fallido, se convirti¨® en el ingeniero de la media punta hasta que habilit¨® a De Marcos para hacer el gol que parec¨ªa definitivo. Pero tiene un problema el Athletic toda la temporada: tanto cuando agobia como cuando se siente agobiado, mete a toda su gente en el ¨¢rea para atacar como para defender. Y por all¨ª, por la suya, apareci¨® Lora, que fue cocinero antes que fraile, es decir delantero antes que defensa, y se encontr¨® un rechace en el ¨¢rea grande, m¨¢s solo que un anacoreta, con todo el Athletic en el ¨¢rea peque?a. Su disparo necesariamente ten¨ªa que tocar en alguna pierna y toc¨® en la de Trejo lo justo para desviarla a la red. Era el minuto 90, el minuto habitualmente fat¨ªdico, donde el Athletic ha dilapidado tanto pedigr¨ª y cuando ha perdido tantos puntos en esta Liga. Una situaci¨®n que se antoja incorregible. Una maldici¨®n propia de un eclipse de f¨²tbol en San Mam¨¦s.