Cosas raras
Se acaba la Liga y, para algunos, se acaba el mundo. No nos va a quedar m¨¢s remedio que mirar a nuestro alrededor y ver lo que ha sucedido mientras est¨¢bamos abducidos como si tambi¨¦n a nosotros nos hubieran metido un dedo en el ojo. ¡°Han pasado cosas raras¡±, dice Guardiola. Sin duda. Siempre pasan y seguir¨¢n pasando. Pero el otro d¨ªa, bajo la lluvia, me admir¨® ver una multitud de j¨®venes parados, algunos disfrazados de bandera, en torno a la diosa Cibeles. Se les ve¨ªa envidiablemente euf¨®ricos por el triunfo de su equipo y aguantaron sin paraguas el chaparr¨®n que les cay¨®. Hay que felicitarles. Ha sido una celebraci¨®n mod¨¦lica. Esta vez nadie ha roto nada y, a pesar de la insufrible soberbia de su entrenador, el Real Madrid es un soberbio ganador. Jugadores como Casillas, Ramos, Alonso, Higua¨ªn, ?zil, Cristiano Ronaldo, Di Mar¨ªa o Benzema son ases de una baraja que no necesita tah¨²r.
Es una pena, eso s¨ª, que esta Liga haya vuelto a ser una Liga de dos y da dolor que Guardiola se nos vaya. Temo que el equipo acuse su ausencia. De no ser as¨ª, se demostrar¨ªa que, como en los episodios de las mejores series televisivas, cuando hay buena factura, buenos actores y buen guion, no se aprecia el cambio de director. Pero en las series solo pasa lo que est¨¢ escrito, grabado y montado de antemano. En el f¨²tbol, no. Y no hablo de las t¨¢cticas, que se pueden modificar durante el encuentro, ni de los improvisados cambios de jugadores en funci¨®n de su rendimiento, sino de la navegaci¨®n por un proceloso mar, llamado azar o contubernio, donde la actitud que el capit¨¢n del barco adopte y mantenga, tanto cuando zozobra como cuando va viento en popa, es referencia esencial para la tripulaci¨®n.
Todav¨ªa hay personas que niegan la importancia del entrenador como hay quien se pregunta qu¨¦ pinta el director de orquesta agitando una batuta si los m¨²sicos, con la mirada en la partitura, apenas le prestan atenci¨®n. Al respecto, se cuenta la historia de un violinista que, por enfermedad del director, se ve obligado a sustituirle la noche del concierto y, durante 15 d¨ªas, dirige la orquesta con ¨¦xito. Cuando el director recupera la salud y la batuta, el violinista regresa a su puesto y el compa?ero de asiento le pregunta: ¡°?D¨®nde has estado t¨² todo este tiempo?¡±.
A pesar de la insufrible soberbia de su entrenador, el Madrid es un soberbio ganador
Puede que la aportaci¨®n t¨¢ctica y psicol¨®gica de cualquier entrenador, con mejor o peor influjo, no sea equiparable a la de un director de orquesta, pero Guardiola no era un entrenador cualquiera, sino el alma de un equipo. No voy a elucubrar m¨¢s sobre una decisi¨®n que me frustra, aunque comprenda y admire el valor y coherencia de quien la ha tomado. Creo que el magistral art¨ªculo de John Carlin, en su C¨®rner ingl¨¦s del domingo pasado, donde compara a Guardiola con Hamlet, es un buen colof¨®n. Espero que no le den ocasi¨®n de compararlo tambi¨¦n con el Pr¨®spero de La tempestad, que, cansado de hechicer¨ªas, rompe definitivamente su vara m¨¢gica.
Conf¨ªo en que Guardiola se reponga pronto de las cosas raras y vuelva a recuperar las ganas de pelear. Por cierto, ayer lunes viaj¨¦ a otro lunes. Del pasado, ya que los lunes futuros sobrevienen solos sin que nos lo propongamos. No necesit¨¦ ninguna alfombra voladora. Me bast¨® un peri¨®dico de papel: una Hoja del Lunes de Barcelona, del 28 de agosto de 1961. Por un titular en primera p¨¢gina, me enter¨¦ de que el Caudillo y su esposa se hab¨ªan embarcado en el yate Azor con la se?ora de Sanchiz. Desconozco la identidad de la se?ora de Sanchiz, pero, desde el muelle de La Coru?a, ¡°el p¨²blico les renovaba su adhesi¨®n y cari?o mientras ellos almorzaban a bordo¡±.
Lo que no mencionan es que ese mismo d¨ªa yo estaba en C¨¢diz sufriendo los embates de un vendaval y viendo la final del Trofeo Ram¨®n de Carranza que el Bar?a gan¨® al Pe?arol gracias a dos testarazos de Kocsis. El primero, a pase de Evaristo. El segundo, despu¨¦s de que el viento propiciara un fallo de Gensana y el Pe?arol empatara. Otro prodigioso remate de Kocsis, esta vez en plancha y casi a ras de hierba, lo que evit¨® la pr¨®rroga y me permiti¨® acceder sin m¨¢s demora a los vestuarios para protegerme de la lluvia sesgada que, durante el match, me hab¨ªa azotado el costado con sus alfilerazos.
Los delanteros de aquel Barcelona eran: Zald¨²a, Kocsis, Mart¨ªnez, Evaristo y Villaverde. ¡°Somos demasiados¡±, me dijo Eulogio Mart¨ªnez en el transcurso de la entrevista; ¡°hay equipos que con un solo jugador ganan los partidos¡±. La extempor¨¢nea reflexi¨®n alud¨ªa a un equipo de cuyo nombre me acuerdo, pero no digo. Me limit¨¦ a preguntarle qu¨¦ clase de jugador pod¨ªa ser ese. ¡°El ¨¢rbitro¡±, contest¨®. Tambi¨¦n entonces pasaban cosas raras.
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