Foto finish
El Real Madrid ha culminado la Liga de Dos, como si, despu¨¦s de ganada, todav¨ªa estuviera en juego
Bast¨® un rayo para que, en un sospechoso rechace del portero y un flagrante fuera de juego, el Villarreal quedara fulminado. Hasta el ¨²ltimo suspiro, determinados acontecimientos y la subrepticia sugerencia de un delegado de campo a un guardameta suscitaron suspicacias. Por otra parte, el s¨¢bado sent¨ª desasosiego al ver jugar al Bar?a su ¨²ltimo partido liguero con esa melanc¨®lica falta de car¨¢cter que, tan inoportunamente, ha mostrado a la hora de amarrar ciertas victorias esta temporada, como si el influjo de una neurosis masoquista, o algo parecido, se apoderara por contagio del equipo. En contrapartida, deber¨ªamos tomar buena nota de la garra, la ambici¨®n y el orgullo con la que el Real Madrid ha culminado la Liga de Dos, como si, despu¨¦s de ganada, todav¨ªa estuviera en juego. Y, en lo que a Europa respecta, ya tenemos, al menos, un flamante campe¨®n: el Atl¨¦tico de Madrid.
Lamento, no obstante, que la final de Bucarest haya enfrentado a dos equipos rojiblancos. Habr¨ªa preferido que ninguno de los dos cambiara de camiseta, provocando as¨ª una fraternal fusi¨®n y confusi¨®n. Propondr¨ªa incluso, para la ocasi¨®n, una sola casilla en el marcador, donde no se distinguieran los goles de uno u otro contrincante, de manera que ambos pudieran brindar con la misma copa, aunque uno se la bebiese y el otro no. No me gusta ver llorar a nadie y menos a¨²n por un juego que se practica con los pies y con una veleidosa pelota que se reserva siempre la ¨²ltima patada. La vida ya nos da, cada d¨ªa, certeros puntapi¨¦s. Y no aludo esta vez a Caperucita Rajoy, que, en el nombre del lobo y de la abuelita, privatiza nuestra ignorancia, nacionaliza nuestra inocencia y, valga la indecencia, nos extrav¨ªa en su bosque con su cestita vac¨ªa. Ahora que la cultura es el ¨²ltimo de los deportes y m¨¢s vale un toro maltratado que la vaquilla de Berlanga, conf¨ªo en que los ¨¦xitos balomp¨¦dicos resarzan a Cerezo del cine, que, en las circunstancias actuales, dif¨ªcilmente volver¨¢ a producir ni nosotros volveremos a ver.
La melanc¨®lica falta de car¨¢cter del Bar?a contrast¨® con la garra, la ambici¨®n y el orgullo del Madrid
Para combatir la a?oranza y, a modo de vacuna, retomar¨¦ el recuerdo interrumpido. Kocsis ten¨ªa ojos de halc¨®n, sempiterna sonrisa y una cicatriz en su ceja izquierda. Al rematar de cabeza, se elevaba en vertical, como si fuera a emprender el vuelo, y con su potente cuello imprim¨ªa al bal¨®n una fuerza y precisi¨®n, de arriba abajo, que por su mete¨®rica rapidez hac¨ªa in¨²til la estirada del portero. Solo he visto otro rematador de cabeza que, como ¨¦l, desafiara la ley de la gravedad al saltar y detener el tiempo: Santillana del Real Madrid. Ten¨ªa los tobillos como muelles y su cuerpo se manten¨ªa horizontal en el aire un instante antes de conectar la cabeza con el bal¨®n y enviarlo al fondo de la red.
En aquel entonces, yo era amigo de Eulogio Mart¨ªnez y de Evaristo. De este ¨²ltimo, siempre traen a colaci¨®n el gol en plancha que marc¨® al Madrid. Ese es el f¨¢ustico poder de la fotograf¨ªa: ha homologado una imagen que no define precisamente las cualidades t¨¦cnicas del jugador. Bien es verdad que aquel gol fue decisivo en una eliminatoria de la Copa de Europa, pero Evaristo no era un rematador de cabeza, sino un zigzagueante fintador que, con la velocidad del rayo, amagaba escor¨¢ndose a la izquierda para salir por la derecha con la pelota pegada al exterior del pie y disparar de tiro seco y raso. En una ocasi¨®n fui v¨ªctima de su regate. Cuando todav¨ªa jugaba en el Bar?a y yo colaboraba en aspectos t¨¦cnicos con Helenio Herrera, me pidi¨® que le consiguiera una opci¨®n de contrato para el Inter de Mil¨¢n. Se la consegu¨ª, la firm¨® y la utiliz¨® para, de la noche a la ma?ana, fichar por el Real Madrid, dej¨¢ndome plantado. Cuando se lo reproch¨¦, me confes¨® que ten¨ªa una lesi¨®n de rodilla y que en el Inter le habr¨ªan sometido a examen m¨¦dico y en el Madrid no.
Es curioso, porque con Eulogio Mart¨ªnez me pas¨® algo parecido. A pesar de que manten¨ªa, como el boxeador con su sombra, una pelea diaria con la b¨¢scula, Helenio quer¨ªa para el Inter un jugador como ¨¦l, que, adem¨¢s de su destreza goleadora en el ¨¢rea, barriera al hombre escoba, desplaz¨¢ndolo en una rec¨ªproca labor de marcaje a la manera de Milani, delantero que H. H. hab¨ªa rescatado para el f¨²tbol por su facultad desestabilizadora en el cuerpo a cuerpo. Con mi intercesi¨®n, Eulogio firm¨® una carta de compromiso para jugar en Italia. Pero, llegado el momento, conocedor de las exigencias diet¨¦ticas de Herrera, se arrepinti¨® y prefiri¨® irse al Elche. Creo que hizo bien. Era un buen chico, ingenuo y orgulloso, que, cuando comet¨ªa alguna infracci¨®n de tr¨¢fico, advert¨ªa admonitorio al agente de turno: ¡°Soy Eulogio Mart¨ªnez¡±. Al menos, en una ocasi¨®n, yendo conmigo, la advertencia le dio resultado y, en vez de ponerle la multa, el agente le pidi¨® un aut¨®grafo. Conf¨ªo en que, tras morir atropellado mientras cambiaba una rueda de su coche, se diera a conocer para que le abrieran de par en par las puertas del celestial Estadio.
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