Sorpresas toscanas

Aunque cualquier espectador poco informado podr¨ªa pensar que la etapa fue pura rutina, traslado largo y lento, un tost¨®n fatigoso, de un lado a otro de la bota por el camino m¨¢s llano, fuga mema, habitual sprint con habitual ca¨ªda en la ¨²ltima curva y castigada torpeza de Fr?nk Schleck en los descensos, la realidad fue muy diferente, como no pod¨ªa esperarse menos el d¨ªa en el que el Giro entraba en Toscana, cu¨¢nto arte, y pasaba por Vinci, donde Leonardo.

Se dio, en efecto todo aquello que superficialmente pareci¨®: una fuga de esas llamadas s¨¢dicas ¨Ca los cinco que se lanzaron al cuarto de hora de la etapa m¨¢s larga, 258 kil¨®metros, el pelot¨®n les aplic¨® un tratamiento de choque que consisti¨® en hacer la goma a sus espaldas: tras concederles cuatro minutos de ventaja se neg¨® a absorberlos pese al deseo de los escapados, aburridos de no ir a ninguna parte, que se vieron obligados a interpretar una especie de esperando al pelot¨®n. Levantaban el pie los fugados y miraban para atr¨¢s esperanzados y se encontraban con que el pelot¨®n levantaba el pie y segu¨ªa castig¨¢ndolos, y as¨ª durante seis horas, hasta que faltaban 30 kil¨®metros para la meta--, el obligado momento adrenal¨ªnico con el habitual repecho a 14 de la llegada despu¨¦s de pasar por primera vez por la meta de las termas de Montecatini ¨Cgran aceler¨®n de Visconti respondido por todos, muy activos Kreuziger y Scarponi, salvo por el hermano mayor Schleck, que se cort¨® bajando, como hac¨ªa en el Tour, y perdi¨® 46s--, y sprint con curva ca¨®tico con ca¨ªda y ganador sorpresa.

Se dio una fuga de esas llamadas s¨¢dicas

Se dio todo eso, pero tambi¨¦n unos cuantos sucesos sorprendentes. Para empezar, entre los ca¨ªdos en la curva no se encontraba Cavendish, lo que es noticia, aunque el ingl¨¦s perdi¨® la etapa en aquella curva a derechas a 300 metros de la meta donde descarril¨® su tren Sky que la tom¨® excesivamente abierto y donde el ganador final le hizo al chico malo de Man un interior espectacular por su derecha que le dej¨® clavado en su excesivamente grande desarrollo. Para continuar, el ganador no fue el habitual Ventoso, el c¨¢ntabro tan h¨¢bil en estos finales de yincana que tambi¨¦n se equivoc¨® de trayectoria y fue a parar donde los ca¨ªdos, sino, pura justicia po¨¦tica, Roberto Ferrari, al que llaman Ferro, hierro, el mismo duro sprinter bresciano al que Cavendish quer¨ªa ver expulsado del Giro porque le tir¨® en Dinamarca. A Ferrari, que aprovech¨® perfectamente la ocasi¨®n con reflejos y decisi¨®n, le se?alaban como malo mal¨ªsimo, torpe y est¨²pido y le promet¨ªa el mundillo de los sprinters una vida dif¨ªcil en las llegadas. Su victoria sirvi¨® entonces como lecci¨®n para aprender a distinguir entre la verdad y lo que en realidad ocurre.

Pero la m¨¢s gozosa de las noticias sorprendentes, la que ata?¨ªa al l¨ªder de la carrera, fue que al final de todo, a casi las seis de la tarde, Purito Rodr¨ªguez ¨Cesta vez sin sus espl¨¦ndidas gafas rosas de turista hortera y con su hija de la mano¡ªvolvi¨® a subir al podio para recibir una nueva maglia rosa de l¨ªder, lo que no es escasa novedad y s¨ª buena se?al, pues las tres veces que Purito Rodr¨ªguez hab¨ªa alcanzado antes el liderato de una gran ronda ¨Cdos veces en la Vuelta de 2010 y una en 2011¡ª hab¨ªa perdido el jersey de l¨ªder en la etapa del d¨ªa siguiente y nunca gan¨® la Vuelta. As¨ª que si el jueves supera, como se espera, los bajorrelieves ligures ¨Cuna etapa a la medida de fuguistas valientes que sepan descender¡ªy el viernes el pinchito llano de Savona a Cervere, llegar¨¢ de rosa el s¨¢bado a la primera gran etapa de monta?a, en los Alpes, Valle de Aosta para arriba, con dos largu¨ªsimos puertos, el Joux y el Cervinia, en cuya cima est¨¢ la meta, que suman 50 kil¨®metros de subida tendida, aburrida, entre ambos, y donde se anuncia lluvia y fr¨ªo, la primera gran prueba.