Bucarest, segunda parte
El Athletic tropieza en el Calder¨®n con las mismas piedras que en la final de la Liga Europa
Ser¨¢ la globalizaci¨®n, la evoluci¨®n, los nuevos tiempos, pero nunca Madrid estuvo tan cerca de Bucarest como ayer. Para el Athletic fue como jugar en el extrarradio de la capital e Espa?a, tropezando con las mismas piedras, hundi¨¦ndose en los mismos charcos, resbalando en el mismo barrillo sentimental que le iba costando un gol tras otro, un error tras otro. Encaj¨® el primero cuando a¨²n no sudaba, como en Bucarest, por un mal despeje de Javi Mart¨ªnez, encaj¨® el segundo por otro error de Amorebieta, como en Bucarest, y el tercero sin tiempo para apelar a la heroica. En pocos minutos, el ej¨¦rcito estaba desarmado, apenas con una navajilla en la faja, sin haber pegado un palo al agua y con la sensaci¨®n depresiva que te obturan la cabeza.
?Oh cielos!, otra vez Bucarest, otra vez el sue?o repetido, la pesadilla de sentirse un equipo ingr¨¢vido, liviano, incapaz de entender que Xavi, un desconocido, flotaba por el centro del campo m¨¢s feliz que una perdiz, apenas dando dos pasitos para adelante y dos pasitos para atr¨¢s. Nadie le hizo caso. Hasta el p¨²blico, mayoritariamente rojiblanco enmudeci¨®, como en Ruman¨ªa, incapaz de sacar un sonido de la garganta que no fuera un ?ay! o un ?uy! cada vez que Pedro o Messi, como un martillo, enfilaban a Ekiza o Amorebieta.
Hab¨ªa en el Athletic m¨¢s sentimiento que f¨²tbol, m¨¢s ganas que talento, m¨¢s fe que estrategia. Ni el penalti no pitado por agarr¨®n a Llorente le sac¨® de quicio. Solo le molest¨®.
El Barcelona marc¨® demasiado pronto la distancia que oficialmente separa a ambos equipos en la temporada. Al Athletic se le ahog¨® pronto el sorbo del factor sorpresa, asunto trascendente en cualquier final que se precie. El Bar?a le llen¨® la garganta de arena y cuando la trag¨®, con much¨ªsima dificultad, ya era muy tarde: se hab¨ªan ido las olas.
Hasta los resbalones en el c¨¦sped recordaban al partido de Bucarest, esta vez menos abundantes, pero igualmente sonoros. Cosas del multitaco, o algo as¨ª, o quiz¨¢s de la aceleraci¨®n. Qui¨¦n sabe¡
Lo cierto es que mor¨ªa la noche cuando Herrera dio al interruptor y encendi¨® la luz en la segunda parte. La que necesitaba la marea rojiblanca para empezar a rugir de nuevo, a justificar su algarab¨ªa sin t¨ªtulos, su fe ciega que, sin embargo, no ceg¨® al Barcelona, que ya viv¨ªa tranquilo en su sala de estar como viendo el partido por la tele, como si disfrutara de las repeticiones.. La hinchada rojiblanca quer¨ªa ganar su partido, sin desdoro blaugrana. Y sobre todo, quer¨ªa sobre todo cantar un gol, dar un bote de alegr¨ªa en los asientos del Manzanares, una vez asumida la derrota como un mal inevitable. Pudo llegar, pero la falta de gasolina ha gripado el motor del Athletic y cuando alcanza la orilla llega sin fuerza, impreciso, braceando.
Pero las aficiones llegan al coraz¨®n y los t¨ªtulos a la sala de trofeos. Una lev¨ªsima pero rotunda diferencia: la misma que hubo entre Bucarest y Madrid. Y ya se sabe que segundas partes nunca fueron buenas.
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