Alrededor de la iglesia de Santa Mar¨ªa se api?aban los aficionados espa?oles que invadieron el casco antiguo del puerto polaco de Gdansk. Eran tantos, y tan pocos los italianos que se encontraban a su paso por la ma?ana, que no tardaron en componer un estribillo corrosivo. ¡°?Son cuatro gatos, Italia son cuatro gatos!¡±, gritaban. Reflejo de la situaci¨®n futbol¨ªstica que vive cada pa¨ªs, los m¨¢s de 20.000 hinchas espa?oles superaban con creces a sus rivales en la grada. El ruido era atronador contra los italianos, que, donde de verdad parec¨ªan pocos, era en el campo de juego. All¨ª, los centrocampistas espa?oles se pasaban la pelota en una proporci¨®n que revel¨® la estad¨ªstica al descanso: 300 pases contra 180. Las cosas no marchaban bien para Italia, pero no todo estaba perdido. Con el dorsal 21 jugaba Andrea Pirlo.
Pirlo decidi¨® d¨®nde defender, cu¨¢ndo y c¨®mo atacar. El mediocampista del Juventus cambi¨® de orientaci¨®n las jugadas para lanzar a Maggio y Ghiaccherini al espacio, o busc¨® a Cassano y Balotelli cuando la defensa espa?ola dio un paso en falso. En las jugadas a bal¨®n parado fue capital, ya sean c¨®rners o lanzamientos directos. Iker Casillas le sac¨® un tiro de falta que hizo picar con violencia delante de la l¨ªnea de gol.
Juega al trote, pero no para de desplazarse ni de pensar. Fue uno de los que m¨¢s abarc¨®
Siguiendo sus indicaciones De Rossi avanzaba o retroced¨ªa, tirando de los centrales. A los costados, Motta y Marchisio sub¨ªan a presionar o se replegaban a cubrir los espacios seg¨²n interpretaban de los movimientos de Pirlo. El mediocentro tiene 33 a?os y no parece un atleta. Juega al trote. Pero no para de desplazarse ni de pensar. Fue uno de los jugadores que m¨¢s campo abarcaron ayer. Recorri¨® m¨¢s de 12 kil¨®metros a lo largo del partido. A su alrededor se movi¨® Italia en un partido que se pareci¨® a una lucha por la supervivencia. Que Iniesta, Xavi, Silva y Busquets no encontrasen espacios suficientes para hacer da?o, que no descubriesen l¨ªneas de pase ni carriles para circular, no dependi¨® tanto de las virtudes para la marca de Chiellini, De Rossi o Bonucci, como de la sagacidad de Pirlo para orientarlos hacia su objetivo. El hombre parece fr¨¢gil pero se multiplic¨® para robar balones. Se anticip¨® casi siempre, incluso a gente como Iniesta o Xavi, porque intuy¨® lo que har¨ªan sus adversarios antes que ellos mismos. Gracias a su olfato, Espa?a se qued¨® a las puertas de varios contragolpes, frustrados en su origen, en su nacimiento.
La resistencia de Italia se consolid¨® gracias a Pirlo y su peque?o batall¨®n de veteranos campeones del Mundial de 2006: Chiellini, Buffon, y De Rossi. A Pirlo solo le faltaba un socio por delante y el destino le asign¨® a otro futbolista de su misma generaci¨®n.
El napolitano Antonio di Natale siempre fue un goleador de raza pero sus esfuerzos nunca se correspondieron con grandes momentos con la selecci¨®n. A sus 33 a?os, los mejores trenes de su carrera han partido. Habitante del f¨²tbol modesto, h¨¦roe del Empoli y el Udinese, fue el principal goleador del campeonato que acab¨® en 2010. Quiz¨¢s lo que realmente le ha faltado a la historia de Di Natale fue un pasador como Pirlo, que en el minuto 61 de partido se fue de Iniesta y de Busquets en un eslalon lleno de ligereza antes de soltar un pase largo y cruzado a la espalda de los centrales.
El bal¨®n, uno de esos tres o cuatro pases inexplicablemente concebidos que se reserva Pirlo para cada partido, rod¨® raso, incitante, lejos de Piqu¨¦, Ramos y Casillas, a ese espacio de confusi¨®n en el que habitan los goleadores. Ah¨ª acudi¨® puntual Di Natale para enviar el tiro al segundo palo, imposible de parar por Casillas, que tir¨® un manotazo in¨²til al aire.
Eran cuatro gatos, pero uno de ellos era Andrea Pirlo. Y la selecci¨®n no pudo pasarle nunca por encima. Tras el partido, Xabi Alonso le fue a buscar y le propuso intercambiarse las camisetas.
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