De la miseria de los hornos al cielo del baloncesto
Pete Carril, octogenario hijo de emigrantes espa?oles y ex t¨¦cnico de Princeton y los Kings de Sacramento, vive con el coraz¨®n partido el duelo Espa?a-EE UU tras buscar sus ra¨ªces en Le¨®n y Salamanca
Un d¨ªa, en la universidad de Princeton decidieron serigrafiar su nombre sobre la cancha. Al otro, quisieron celebrar su carrera como entrenador elevando una figura suya al techo del pabell¨®n. ¡°Primero me pisote¨¢is y luego me colg¨¢is¡±, reaccion¨® Pete Carril, ir¨®nico siempre, como bien saben los cientos de jugadores que se alinearon bajo su mando en Princeton, los Kings y los Wizards de la NBA, donde fue t¨¦cnico asistente antes de subirse a un coche y ponerse a recorrer rec¨®nditas carreteras espa?olas. Entonces, entre platos de perronillas salmantinas, las rosquillas que le cocinaba su madre, y gritos en el pueblo leon¨¦s de Las Salas (¡°?T¨² eres Pedro, mi primo de Am¨¦rica!¡±), el entrenador se dedic¨® a buscar las ra¨ªces de sus padres espa?oles, emigrados para trabajar en la industria metal¨²rgica estadounidense. Con esa vida a sus octogenarias espaldas, Carril vivi¨® con pasi¨®n un duelo: el Espa?a-EE UU de la final de los Juegos de 2008, que ma?ana (22.30, TVE) se repite en un amistoso de cara a Londres 2012.
"Me sent¨ª orgulloso de que los espa?oles llegaran hasta all¨ª con ese estilo de juego¡±, cuenta el entrenador, de 82 a?os, sobre la final china (118-107), que vivi¨® con la cabeza invadida por los recuerdos de su infancia en Estados Unidos ¡ª ¡°la brisca, el f¨²tbol... ¨¦ramos unos 100 espa?oles¡±¡ª y las palabras que se agolpaban ¡ª ¡°mi espa?ol est¨¢ podrido, pero cuando fui a la escuela a¨²n no hablaba ingl¨¦s¡±¡ª.
Eran los ¨²nicos que aguantaban el calor, cuenta de sus padres, empleados en la industria metal¨²rgica
¡°Hay algo natural en la forma de competir de los espa?oles¡±, argumenta. ¡°No les interesa el uno contra uno, sino el juego en equipo, mientras que en la NBA las estrellas son m¨¢s importantes que el equipo¡±, contin¨²a. ¡°Los Gasol, por ejemplo, son dos grandes pasadores que tiran y construyen la jugada¡±, a?ade. ¡°Como Pau juega al lado de Kobe, a veces es dif¨ªcil darse cuenta de que hace muchas cosas bien, de que los Lakers no podr¨ªan ganar sin ¨¦l. Es un pasador tremendo. Si pasara m¨¢s, brillar¨ªa m¨¢s¡±, sigue. ¡°Dicen que los europeos no son duros, pero las peleas a pu?etazos son para el boxeo¡±, ironiza. ¡°Lo importante es la determinaci¨®n, que el contacto f¨ªsico no te confunda y te desv¨ªe de lo que debes hacer. Otra cosa es tener tanto miedo como para no atreverte a hacer algo. No es el caso de los espa?oles¡±.
El pase y el equipo. Es f¨¢cil entender por qu¨¦ Carril se siente m¨¢s identificado con la Espa?a coral que mantiene el n¨²cleo desde aquel Mundial junior de 1999, que con el Estados Unidos de las superestrellas, el uno contra mil y los apodos hiperb¨®licos. Durante a?os, a Carril sus jugadores le describieron con una sola palabra: Columbo. Igual que el detective televisivo, recorr¨ªa las canchas con gabardina y un puro, con esa cara de malas pulgas y esa lengua r¨¢pida del que ha tenido que defenderse en el colegio. ¡°No soy Clark Gable¡±, les dec¨ªa a los futuribles que se quedaban pasmados por su aspecto. ¡°Lo ¨²nico bueno que tienes es el apret¨®n de manos¡±, a los que se cre¨ªan una estrella. Muchos le escucharon recitar un poema sobre el Titanic para explicar lo dif¨ªcil que era su tarea, consistente en convencer a buenos atletas de pagar por jugar en Princeton en lugar de recibir una beca en otro sitio: ¡°Y al mismo tiempo que el inteligente barco crec¨ªa en estatura, belleza y color, en la distancia silenciosa y sombr¨ªa, tambi¨¦n el Iceberg crec¨ªa¡±, ser¨ªa la traducci¨®n libre de los versos.
Lo ¨²nico bueno que tienes es el apret¨®n de manos, le dec¨ªa a las estrellas
¡°Mi equipo: t¨ªos blancos que pon¨ªan por delante los estudios¡±, resume la voz cascada que invent¨® la famosa ofensiva de Princeton, una miriada de pases que llegaba a prescindir del tiro con el objetivo de agotar a los marcadores. ¡°Para empezar, les era dif¨ªcil entrar en la universidad. Si hubiera intentado jugar como el resto, hubi¨¦ramos perdido. Lo que intentamos fue controlar la pelota, no perderla. Creo que Espa?a hace lo mismo¡±, explica. ¡°Nunca me import¨® el tipo de pase, que fuera por la espalda o muy dif¨ªcil, sino que llegara a su destinatario. Eso lo es todo en baloncesto¡±.
Carril, el entrenador legendario, es otra cosa en Espa?a. Un hombre que va a cenar a un mes¨®n en Boadilla (Madrid) con la comanda ya lista: jam¨®n y vino tinto. Un se?or, dicen, ¡°al que afect¨® mucho conocer la miseria en la que viv¨ªan sus familiares espa?oles¡±, y que reaccion¨® entreg¨¢ndoles en aquella visita en Las Salas todo el dinero que llevaba encima. Uno que creci¨® sabiendo que aquellos trabajadores del metal espa?oles ¡°eran los ¨²nicos que aguantaban el calor¡±, que ¡°aquellos Garc¨ªa, aquellos L¨®pez¡±, buscaban un futuro mejor para sus hijos. Carril, Peter, Pedro, lo encontr¨®. Por eso, hoy, en Princeton, le pisan y le cuelgan.
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