¡°Muchos nunca me entendieron¡±
Louganis, cu¨¢druple campe¨®n ol¨ªmpico, recuerda lo dif¨ªcil que fue hacer p¨²blico que era homosexual y portador del virus del sida
Las sonrisas tambi¨¦n esconden tragedias. Cuando Greg Louganis (California, 1960), qu¨ªntuple medallista ol¨ªmpico (cuatro oros y un bronce) en salto, guapo sin medias tintas, comienza a escribir el libro de su vida, nada hace presagiar lo que escuchar¨¢ Eric Marcus, el hombre con el que firmar¨¢ su obra. ¡°?Quieres hablar de algo antes de que empecemos la entrevista?¡±, le pregunta Marcus al deportista antes de arrancar el trabajo de Breaking the surface. ¡°S¨ª¡±, recuerda el escritor que le contesta Louganis. ¡°Soy portador del virus del sida y ya lo era cuando me golpe¨¦ la cabeza contra el trampol¨ªn en Corea del Sur¡±. El trampol¨ªn es la tabla de los Juegos de Se¨²l 1988. La piscina en la que cae ese portador del virus del sida con la cabeza abierta es la que comparte con el resto de competidores. La pol¨¦mica consecuente, desatada a ra¨ªz del libro, es tan inmediata como in¨²til (el volumen del agua diluye cualquier posibilidad de contagio, no mana sangre en la pileta) y resulta perfecta como resumen de una vida: bajo la fachada de los triunfos de Louganis est¨¢n la infancia atormentada de un ni?o adoptado y asm¨¢tico, y su lucha contra el abismo de la tristeza.
¡°Una infancia as¨ª le da forma a qui¨¦n eres¡±, resume Louganis, tan educado como corto de palabras, t¨ªmido en la distancia del tel¨¦fono, irreconocible por comparaci¨®n a aquel competidor que fue capaz de abrirse la cabeza en un trampol¨ªn, superar el golpe y volver a la piscina para ganar el oro. ¡°En aquel momento, no lo super¨¦, simplemente lo dej¨¦ a un lado¡±, cuenta. ¡°Mi entrenador enseguida supo que mi confianza hab¨ªa quedado destruida, que ya no cre¨ªa en m¨ª. Me dijo: ¡®Si no puedes creer en ti, cree en m¨ª¡ y yo creo en ti¡±. Louganis volvi¨® a salir, rompi¨® el silencio al convocar las palmas atiz¨¢ndose el pecho, y gan¨® el oro.
Una infancia as¨ª le da forma a qui¨¦n eres, dice sobre su ni?ez como adoptado y asm¨¢tico
¡°Los espectadores le quer¨ªan porque ten¨ªa la capacidad de parecer vulnerable y de ser un fiero competidor al mismo tiempo¡ el mariquita m¨¢s duro del planeta¡±, describe por tel¨¦fono Marcus. ¡°La gente se burlaba de ¨¦l por ser afeminado, por no ser lo suficientemente hombre, pero ten¨ªa m¨¢s pelotas que nadie¡±, contin¨²a. ¡°Muchos le subestimaban por sus l¨¢grimas, por su suavidad¡ pero corr¨ªan peligro al hacerlo¡±, a?ade. ¡°Cuando habl¨¦ con ¨¦l, nunca dej¨¦ de descubrir una capa tras otra de secretos. Hablaba de ellos en un tono neutro. Para ¨¦l, fue un proceso incre¨ªblemente doloroso que le acab¨® haciendo llegar al coraz¨®n de mucha gente¡±.
¡°La primera vez que consegu¨ª siete dieces [fue el primero en poner de acuerdo en su perfecci¨®n a todos los jueces] se convirti¨® en algo que me distrajo mucho¡±, reflexiona Louganis. ¡°Pens¨¦ que todo el mundo esperar¨ªa dieces una y otra vez. En Se¨²l aprend¨ª que hay que tomarse los saltos de uno en uno, que no se puede dar nada por seguro. Cog¨ª perspectiva¡ y me asegur¨¦ de trabajar para no decepcionar a nadie¡±.
A Louganis le cuesta explicar qu¨¦ le hizo el mejor, si fue la t¨¦cnica o la mente ¡ª ¡°eso deber¨ªa decirlo otro¡±¡ª, pero no explicar qui¨¦n influy¨® m¨¢s en su vida. ¡°Mi madre fue mi mejor apoyo, porque consigui¨® que cualquier sitio pareciera mejor simplemente porque yo estaba all¨ª¡±, contesta. ¡°Mi entrenador Ron O¡¯Brien me apoy¨® incre¨ªblemente. Me entend¨ªa¡± ?Quiere decir que no era f¨¢cil entenderle? ¡°S¨ª. Mucha gente nunca me entendi¨®¡±.
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