El equipo local tiene su leyenda
Mo Farah consigue el doblete so?ado por todos los fondistas de 5.000 y 10.000
Est¨¢n las pobres saltadoras, ateridas, buscando c¨®mo calentar entre salto y salto en un estadio en el que el sol las ha abandonado bruscamente, cuando un clamor las saca de su ensimismamiento. ?Qu¨¦ pasa? ?Es la reina? ?Es, peor a¨²n, Bolt? ?No faltan a¨²n casi dos horas para su relevo y para que arda Jamaica? No, no es ninguno de ellos. El estruendo decib¨¦lico que hace temblar hasta el list¨®n fijado entonces a 1,93 metros, es debido a la entrada en la pista de Mo Farah, el Bolt de los brit¨¢nicos, el ni?o que lleg¨® de Somalia a los 10 a?os, que se hizo londinense y que llega 19 a?os m¨¢s tarde para reclamar la corona de mejor fondista del momento, de rey brit¨¢nico de los Juegos.
Farah regresa a la pista donde hace una semana gan¨® los 10.000 metros preparado para repetir en los 5.000 metros. Apenas un cuarto de hora m¨¢s tarde, el ruido, que no ha cesado de crecer incre¨ªblemente, llega a su culmen coincidiendo con el paroxismo de unos ¨²ltimos 100 metros que m¨¢s que corresponder al final de una carrera de fondo parecen ser los de un 800 o un 1.500, por lo encarnecido de la lucha. El protagonista es, claro, Mo Farah, el atleta entrenado en Oreg¨®n por Alberto Salazar, que ha resistido lo irresistible para lograr el doblete, para unirse a la selecta lista de dobles campeones de las pruebas de fondo que inaugur¨® el finland¨¦s Kolehmaninen en 1912 y a la que se unieron luego Zatopek, en 1948 y 1952, Kuts, en 1956, Viren, en 1972 y 1976, Yifter, en 1980, Bekele, en 2008, y finalmente, Farah, ayer.
La tormenta de empujones y codazos le oblig¨® a correr m¨¢s en cada curva
Si el final, que resume toda una vida, es fren¨¦tico, inolvidable, la carrera, su desarrollo hasta los 3.000 metros, es lento, pero fastidiado. Constantes cambios de ritmo, subidas y bajadas, como si viajaran todos en ascensor, constantes paradas y arrancadas que fatigan m¨¢s que un ritmo m¨¢s constante. Farah, que se queda atr¨¢s al comienzo para que su peculiar y larga zancada disponga de espacio vital suficiente, puede estudiar a todos sus rivales, a Bernard Lagat, que es su modelo, a Galen Rupp, el rubio de Portland, que es su compa?ero de entrenamientos, a los et¨ªopes, Almirew y Gebremeskel, que son los m¨¢s peligrosos, los que mejor marca tienen, a Ibrahimov, que tiene un final loco, a Iguider, que llega cansado de su bronce en el 1.500. Solo cuando, precisamente azuzada por los et¨ªopes en el 3.000, la carrera se acelera, Farah, entre v¨ªtores tremendos, sube para arriba. La carrera comienza en serio ya. El ritmo por kil¨®metro que lleg¨® a ser de casi tres minutos, se dignifica.
Pero la carrera se hace seria de verdad a falta de 700 metros. Es entonces cuando Farah, que dispone de una gran variedad de posibilidades t¨¢cticas, decide tomar la cabeza. Y todo el mundo sabe que cuando Farah, que es capaz de ser el m¨¢s r¨¢pido a cualquier distancia final, desde 1.000 a 100 metros, se pone el primero es para no dejar pasar a nadie.
Kolehmaninen lo consigui¨® en 1912; Zatopek, en 1948 y 1952; Bekele en 2008
Detr¨¢s de ¨¦l, entonces, se desat¨® una tormenta de empujones y codazos que le rozaban, que le empujaban a correr cada vez m¨¢s. Hasta la ¨²ltima curva, que es cuando atac¨® en serio el keniano Longosiwa, seguido de Iguider. Y pareci¨® entonces, que en el codo a codo Farah podr¨ªa ceder, podr¨ªa romperse, los ojos sal¨ªrsele definitivamente de las ¨®rbitas. Pero los que cedieron, uno a uno, descorazonados, derrumbados como quien pelea hasta la extenuaci¨®n tratando de mover una piedra que pesa toneladas, fueron los otros. Uno a uno, abandonaron. Solo la arrancada final, tard¨ªa, a los 90 metros de la l¨ªnea final, de Gebremeskel, puso finalmente en aprietos a Farah. Pero este, enorme, a¨²n tuvo tiempo de un ¨²ltimo cambio de ritmo. Lo suficiente para sacar una m¨ªnima distancia, para la victoria. Para los clamores y el triunfo. Para ser celebrado en el estadio de su casa, de Londres, como el rey de los Juegos por su gente, como su propia leyenda.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.