¡°Aqu¨ª no hay esperanza ni futuro¡±
Duran Farah, abanderado de Somalia en los Juegos de 2008 y hoy presidente de su comit¨¦ ol¨ªmpico, recuerda a su compa?era Samia Yusuf, ahogada al intentar llegar a Italia en un cayuco
Un ataque terrorista cambi¨® su vida. Antes de morir ahogada (se cree que en abril) durante un viaje en cayuco con Italia como destino, la velocista Samia Yusuf desfila en la inauguraci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos de Pek¨ªn 2008, en los que Duran Farah le marca el paso como abanderado de Somalia. Los dos viven esos d¨ªas extasiados ante la m¨¢gica estructura del Cubo de Agua, que acoge la nataci¨®n; sorprendidos por el gigantismo del Nido de P¨¢jaro, la casa de los atletas; llenos de proyectos, de sue?os, como quien presencia el comienzo de algo grande. La vuelta a la Somalia rota por la guerra es m¨¢s que una bofetada de realidad. Samia acaba emigrando a Etiop¨ªa. Luego, pasa a Sud¨¢n. M¨¢s tarde, a Libia. Siempre, buscando el para¨ªso de Italia. Hasta que muere ahogada. Farah se queda en casa. Asciende a golpe de muerte. ¡°Le asesinaron en un ataque terrorista¡±, cuenta sobre su llegada a la presidencia del comit¨¦ ol¨ªmpico de su pa¨ªs refiri¨¦ndose a su predecesor.
Pens¨® que Pek¨ªn era el principio de muchas cosas buenas para ella Duran Farah
¡°Samia era muy buena y joven. Una chica con talento que quer¨ªa competir y representar a Somalia y que, desafortunadamente, se fue de all¨ª¡±, se lamenta Farah, en ingl¨¦s y por tel¨¦fono, mientras sube a un avi¨®n. ¡°En nuestro pa¨ªs, ahora mismo, no hay esperanza para los j¨®venes. No hay educaci¨®n. No hay futuro. No hay nada por lo que mirar hacia adelante. Por eso muchos deciden marcharse¡±, contin¨²a; ¡°Samia fue de esos j¨®venes que decidieron irse. Decidi¨® dejar el pa¨ªs. Desgraciadamente, acab¨® en una situaci¨®n muy dif¨ªcil, cr¨ªtica, que tambi¨¦n les llega a muchos otros j¨®venes de su edad, y hace unos cuatro meses, cuando estaba intentando cruzar el Mediterr¨¢neo, se ahog¨® con otros¡±.
Un padre asesinado por un proyectil. El plato vac¨ªo en la mesa como ¨²nica certeza diaria. Los fusiles de todas las facciones enfrascadas en la guerra de Somalia dispuestos a cortar cada jornada el camino a los entrenamientos. Insultos. Gritos. Empujones. La condici¨®n de mujer reducida a una lacra, a un estigma. Todo eso impulsa el arriesgado viaje de la velocista, especialista en los 200 metros, que primero busca mejores instalaciones y entrenadores en Etiop¨ªa y que luego cruza el continente en busca del cayuco que la lleve a Italia. Samia hab¨ªa acabado la ¨²ltima su serie en Pek¨ªn. El p¨²blico la hab¨ªa animado puesto en pie, aplaudi¨¦ndola pese a que llegaba 10 segundos despu¨¦s que la ganadora. Aunque agradeci¨® el gesto, la somal¨ª explic¨® luego que aquella escena hab¨ªa activado su motor competitivo: quer¨ªa que la aplaudieran, argument¨®, pero por cruzar la l¨ªnea de meta la primera. El viaje que acab¨® en el Mediterr¨¢neo, con Lampedusa a vista de catalejo ¡ªel Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional a¨²n no ha confirmado oficialmente su muerte¡ª, empez¨®, en realidad, en Pek¨ªn, cuando Samia comenz¨® a buscar un sitio en el que pudiera dar con el t¨¦cnico y las instalaciones que dieran forma a su sue?o.
No hay presupuesto. No hay recursos. Entrenarse es m¨¢s dif¨ªcil para las ni?as
¡°Las condiciones de entrenamiento en Somalia son malas, muy malas¡±, describe Farah. ¡°Solo tenemos un estadio en todo el pa¨ªs para entrenarnos. ?Una sola instalaci¨®n apropiada! ?Una sola pista de atletismo para todo el pa¨ªs! Es f¨¢cil entender que es dif¨ªcil entrenarse en ese tipo de situaci¨®n¡±, prosigue. ¡°No hay presupuesto. No hay recursos. De hecho, es m¨¢s dif¨ªcil para las mujeres como Samia entrenarse¡±, a?ade; ¡°es mucho m¨¢s dif¨ªcil cuando eres ni?a que cuando eres ni?o. Eso tiene que ver con la sociedad somal¨ª. La mayor¨ªa es musulmana. Hay alguna gente a la que no le gusta ver a ni?as corriendo por las calles o con joyas, que sienten que eso es diferente a los ni?os que juegan o hacen lo que sea en la calle¡±.
Los cuatro a?os pasados entre los Juegos de Pek¨ªn 2008 y los de Londres 2012, a los que aspiraba la fallecida, han ca¨ªdo como una losa sobre el rostro de Farah. En las fotograf¨ªas de la ¨²ltima cita ol¨ªmpica nada tiene que ver el dirigente con el atleta que aquel d¨ªa de 2008 saludaba al mundo, bien orgulloso de llevar la bandera de su pa¨ªs, mientras le segu¨ªa una chica de 17 a?os, delgad¨ªsima, sin rastro de los brazos hipertrofiados y las piernas cinceladas en el gimnasio que distinguen a las velocistas.
¡°Aquel d¨ªa, Samia disfrut¨®¡±, recuerda Farah; ¡°era la primera vez que dejaba Somalia y se encontraba en un sitio tan grande como aquel estadio tan bonito. Estaba muy emocionada. Pens¨® que aquel era el principio de muchas cosas buenas que le pasar¨ªan a ella¡±.
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