El misterio de La Cobertoria

Pocas veces como en la etapa entre Gij¨®n y Pajares se pusieron a bailar un vals el viejo y el nuevo ciclismo. El viejo fue el que se vivi¨® en el Cuitu Negru, un a?adido al puerto de Pajares con m¨¢s mala leche que una cabra enferma. Cuatro kil¨®metros de esos en los que los ciclistas profesionales parecen globeros moviendo el manillar de un lado a otro, con la tentaci¨®n fort¨ªsima de echar el pie a tierra y pasarse al ciclocross, donde uno puede subirse la bici al hombro y echar a correr hacia la meta. Daba pena, penita, pena ver a Cataldo, el que al final gan¨® la etapa, otro actor secundario que reclam¨® su Oscar, como Piedra en los Lagos, como Clarke en Valdezcaray, retorcerse en los ¨²ltimos 300 metros como se retorc¨ªan las camisas cuando se lavaba en el r¨ªo y no hab¨ªa secadoras, sino aire puro. M¨¢s a¨²n sabiendo que el d¨ªa anterior hab¨ªa solicitado los servicios m¨¦dicos para curar contusiones en la cadera y en la rodilla tras una ca¨ªda. Otra pasta, sin duda, la de los ciclistas que, como los ni?os, a veces parece que fueran de goma. Ciclismo antiguo como los v¨®mitos del eritreo Teklehaimanot cuando cruz¨® la meta y pens¨® que hab¨ªa llegado al fin del mundo. Y as¨ª un reguero de l¨¢grimas por esa subida con rampas que alcanzaban el 25% y somet¨ªan a las bicicletas al m¨¢ximo ejercicio de estabilidad, comprobando su capacidad para mantenerse en pie en apenas un par de cent¨ªmetros de radio.

Y ciclismo del nuevo, del que ha convertido la fisiolog¨ªa antigua, el poder del cuerpo, el abandono de la mente para escarbar en lo insospechado, en lo desconocido, por la fisonom¨ªa, en el an¨¢lisis de la mirada, del aliento, del movimiento de los ri?ones, de la candencia de las piernas, hasta de la ni?a de los ojos. M¨ªrame y no me toques, que dec¨ªa Serrat, los artistas del ojeo, que se sienten m¨¢s felices escudri?ando miradas que pasando a la acci¨®n, que les gusta mirar y mirarse como catedr¨¢ticos de la pupila m¨¢s que como cardi¨®logos de las pulsaciones del rival.

Ocurri¨® en La Cobertoria, el puerto previo a la sangr¨ªa del Cuitu Negru. Un puerto largo, tendido, sin enormes rampas como las que esperaban, desafiantes, unos kil¨®metros m¨¢s all¨¢, pero que se antojaba como una selectividad para el futuro. Se qued¨® atr¨¢s Purito Rodr¨ªguez, a cola del grupo principal, como en los buenos tiempos de Marino Lejarreta, y coincidiendo con el ritmo poderoso que imprimi¨® al grupo Mikel Landa, el ciclista del Euskaltel, que decidi¨® someter a la tropa a un ritmo de marcha y no de paseo. ?Coincidencia? ?Flaqueza? ?Descuido? Alberto Contador viajaba por delante, protegido por sus escuderos que colaboraban con el ritmo trepidante del pelot¨®n. Alberto se abre, avisado, quiz¨¢s por el pinganillo. Mira hacia atr¨¢s. Cuidado, ataque a la vista. Purito y Valverde van a cola, estirados por sus compa?eros y empiezan a producirse cortes en el grupo. La ocasi¨®n la pintan calva, aunque sea con casco. Pero no. Contador se matricula en fisonom¨ªa en vez de en cardiolog¨ªa. Se descuelga, se va hacia atr¨¢s, le mira a Purito, a Valverde y se coloca el ¨²ltimo del grupo mientras sus chicos siguen trabajando en la cabeza del pelot¨®n. Se ha rendido. Prefiere asegurar un aprobado en lugar de jugarse un sobresaliente. Nadie entiende nada. Es el nuevo ciclismo, el fisonomista. Si la ni?a de los ojos est¨¢ blanca, quieto parado. Que t¨² te retrasas, yo m¨¢s. Y los del Saxo Bank tira que tira, arre que arre. Y el jefe, en la cola, a 100 metros, invisible. Quiz¨¢s en ese momento Purito Rodr¨ªguez se dio cuenta de que la Vuelta era suya, de que Contador no estaba para buscarle las cosquillas.

S¨ª, el Cuitu Negru era el infierno de la Vuelta, el sustituto del Angliru, el castigo que te ponen antes del chupete de la jornada de descanso de hoy en Santander. Aceite de ricino antes del az¨²car. Pero el misterio de La Cobertoria, el vicio del nuevo ciclismo, el miedo a perder por encima del placer de ganar, el temor a la derrota antes que el triunfo de la conquista, se impuso una vez m¨¢s y todo acab¨® igual. Con dos tipos por delante, con libertad condicional para controlar las bonificaciones. Poco importaban ya los ataques finales, de Valverde, de Contador, escuetos como un mini relato, m¨¢s grandiosos que pr¨¢cticos, ataques secos y cortos, como un guerrillero en la luna, a los que respond¨ªa Purito Rodr¨ªguez como el ejecutivo de una multinacional. Y al final gana la batalla particular el ejecutivo que obtiene seis segundos (incluida la bonificaci¨®n de cuatro segundos) afianzando el establishment de la carrera. El maquis frente al poder establecido. Y ya se sabe como acab¨® esa historia. Como casi siempre. Froome y Valverde, los jueces de paz y de guerra abandonaron la sala. No ten¨ªan nada que decir.

1? etapa: Castroviejo, oreja y rabo

2? etapa: El chupinazo alem¨¢n

3? etapa: El contador se pone en marcha

4? etapa: Un abanico tormentoso

5? etapa: El indomable Degenkolb

6? etapa: Froome le tira el guante a Contador

7? etapa: Degenkolb, coleccionista de v¨ªctimas

8? etapa: Supers¨®nico Valverde

9? etapa: Purito asalta Montju?c

10? etapa: Pensando en el tictac

11? etapa: Una contrarreloj muy electoral

12? etapa: Dos reyes en la cuesta del martirio

13? etapa: Golpe de Estado a la dictadura

14? etapa: Purito, la mosca de Contador

15? etapa: Entre puros y piedras