La ¨²ltima humillaci¨®n de Armstrong
El exciclista tejano confiesa su dopaje en una entrevista televisiva con Oprah Winfrey y advierte que testificar¨¢ contra los ¡°poderosos¡± que facilitaron sus trampas
Si el camino de la redenci¨®n pasa por la humillaci¨®n bien podr¨ªa decirse que Lance Armstrong ha recorrido ya la mitad. O el de la venganza, si es eso lo que busca el mito, solo y abandonado por su gente, convencido como nunca de ser v¨ªctima de una injusticia.
Como ciclista y como persona, Armstrong fue ¨²nico, el rey del ditirambo: un superhombre capaz de superar un c¨¢ncer y ganar siete Tours seguidos doblegando como nadie los escasos d¨ªas de flaqueza. Y la hip¨¦rbole, que tambi¨¦n acompa?¨®, como a Midas, a todos los negocios que emprend¨ªa, incluida una fundaci¨®n contra el c¨¢ncer, y a todas las ganancias colaterales consecuencia de sus ¨¦xitos deportivos, aument¨® incluso con su ca¨ªda: la del mayor tramposo de la historia del deporte, se dijo, la del hombre que organiz¨®, seg¨²n la descomunal acusaci¨®n de la USADA, el m¨¢s sofisticado sistema de dopaje que el hombre hab¨ªa conocido.
El fin de un mito
- 1de junio de 2012. La Agencia Antidopaje Estadounidense (USADA) abre un procedimiento a Armstrong por dopaje.
- 30 de junio de 2012. La USADA le acusa formalmente.
- 23 de agosto de 2012. El ciclista renuncia a defenderse, lo que le supone una sanci¨®n de por vida y la p¨¦rdida de los siete Tours de Francia y el bronce ol¨ªmpico.
- 17 de octubre de 2012. Nike rompe su contrato millonario con Armstrong.
- 15 de enero de 2013. El deportista reconoce en televisi¨®n que se dop¨®.
Como dopado, y haciendo caso de lo que se ha filtrado de la grabaci¨®n de su entrevista (la primera que concede desde que la UCI confirmara su sanci¨®n a perpetuidad y la p¨¦rdida de sus siete Tours por dopaje) por la periodista Oprah Winfrey que emitir¨¢ la televisi¨®n en Estados Unidos la madrugada del pr¨®ximo viernes, Lance Armstrong es, sin embargo, uno m¨¢s (o uno menos, seg¨²n como se mire), un hombre perdido y d¨¦bil que, como muchos a los que despreciaba antes que ¨¦l admitieron doparse para ser ciclistas, se justific¨® en el habitual ¡®hice lo que hac¨ªan todos¡¯. Armstrong, dicen los que lo oyeron, se confes¨® como uno m¨¢s dentro del equipo al menos en este sentido, uno que no hac¨ªa lo que hac¨ªan sus compa?eros. Confesarse igual a los dem¨¢s: primera humillaci¨®n voluntaria del supercampe¨®n que se cre¨ªa el sistema y acab¨® descubri¨¦ndose un pe¨®n m¨¢s.
La segunda humillaci¨®n, la que conduce directa por el camino de la venganza, debi¨® de ser incluso m¨¢s dif¨ªcil de tragar ante la dulce Oprah, el confesionario de Am¨¦rica: Armstrong, el hombre que ridiculiz¨® y humill¨®, y amenaz¨® y silenci¨®, a Simeoni y a Bassons, y a aquellos, a los que llamaban chivatos en el pelot¨®n, que por una raz¨®n u otra decidieron dar un paso adelante y denunciar a aquellos que organizaban el dopaje en el ciclismo, vino a admitir, seg¨²n el New York Times, que ¨¦l tambi¨¦n acabar¨¢ siendo un chivato, un ser humano acorralado, que testificar¨¢ donde deba contra aquellos ¡°poderosos¡± que no solo sab¨ªan que se dopaba, sino que lo facilitaban. Contra quien no testificar¨¢ ser¨¢ contra sus compa?eros de equipo, m¨¦dicos o directores. ¡°No implicar¨¢ a nadie que no est¨¦ implicado¡±, dicen gentes cercanas a ¨¦l. ¡°Ser¨¢ lo que sea, pero no es ni un cobarde ni un mentiroso¡±.
El exciclista no testificar¨¢ contra sus compa?eros de equipo, m¨¦dicos o directores
Sean cuales sean las razones de su decisi¨®n de admitir que se dopaba despu¨¦s de a?os y a?os de negarlo tajantemente, y no se sabr¨¢n quiz¨¢s hasta que no se emita la entrevista, sea por venganza contra los que considera que le han traicionado, sea para reducir la sanci¨®n a perpetuidad por una suspensi¨®n de ocho a?os, ya completada, que le permita participar en las competiciones de Ironman (triatl¨®n maratoniano) en las que demostrar¨ªa que su f¨ªsico es sobrehumano, incluso con 41 a?os, los que cumpli¨® en septiembre, Armstrong est¨¢ obligado a colaborar en la lucha antidopaje.
La Uni¨®n Ciclista Internacional puso en marcha en noviembre una comisi¨®n de investigaci¨®n sobre su pasado reciente (UCIIC), justamente para responder a las cr¨ªticas y sospechas de su papel en los a?os oscuros del ciclismo, y en los a?os Armstrong, sospechoso tambi¨¦n de comprar el silencio de la federaci¨®n internacional sobre alg¨²n supuesto positivo. Ayer, nada m¨¢s saberse de la entrevista con Oprah Winfrey, la misma UCI emiti¨® un comunicado de desaf¨ªo: si ha confesado, dec¨ªa, ahora debe testificar ante la UCIIC. Y eso es justamente lo que planea hacer el tejano, seg¨²n el New York Times: denunciar las complicidades y los silencios de los dos ¨²ltimos presidentes de la UCI, los hasta hace unos meses sus protectores, Hein Verbruggen y Pat McQuaid. Seg¨²n fuentes conocedoras de la situaci¨®n, su posible testimonio, unido al de otros dirigentes y responsables del ciclismo tambi¨¦n convocados, constituir¨ªa una ¡°bomba¡± m¨¢s demoledora a¨²n para la UCI y el ciclismo que lo que el propio caso Armstrong y dem¨¢s esc¨¢ndalos de dopaje lo han sido hasta ahora.
Otro de los asuntos que preocupan y molestan a Armstrong estos d¨ªas, otra de las posibles razones de salida del armario, es la demanda presentada por su excompa?ero Floyd Landis, que acusa al ciclista tejano y a US Postal, la empresa de correos, su patrocinador de 1998 a 2004, de fraude y estafa a la hacienda p¨²blica por usar dinero p¨²blico para hacer trampas. Landis, como denunciante, se llevar¨ªa un 10% de las ganancias fraudulentas, que seg¨²n algunos c¨¢lculos podr¨ªa ser de hasta 100 millones de d¨®lares, el triple de lo invertido en el patrocinio. En este terreno el movimiento de Armstrong es sibilino: seg¨²n la CBS estar¨ªa en negociaciones con US Postal para devolverle algunos millones de d¨®lares a cambio de poder declarar como testigo en el caso, y no como acusado. Desde ese estrado, Armstrong estar¨ªa dispuesto a acusar como responsable de la trama econ¨®mica a otro de los traidores, el banquero Thomas Weisel, el hombre que puso en marcha el equipo y con el que el propio Armstrong hizo negocios hasta hace meses.
Todos son pasos inevitables y previos a su resurrecci¨®n, la que le devolver¨ªa la condici¨®n de superhombre, la que anuncia, optimista, mientras sus amigos, los que le quedan, sin poder y atados, realistas, hablan de su camino de destrucci¨®n, de lo mal que lo tiene, de las consecuencias indeseables de sus acciones. La rehabilitaci¨®n de su fascinaci¨®n p¨²blica es otra historia, como bien saben Tiger Woods o Marion Jones, dos deportistas estrella que perdieron el respeto de los ciudadanos tras sus confesiones.
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