Armstrong no pierde la calma
En un escenario con todo medido, el excorredor responde con calma, frialdad y monos¨ªlabos a las preguntas sobre sus trampas
Lance Armstrong apenas mud¨® de gesto durante la entrevista en la que confes¨® que todos sus ¨¦xitos deportivos fueron una mentira. Con la pierna derecha bien anclada sobre su rodilla izquierda, el exciclista en ning¨²n momento dio la impresi¨®n de estar arrepentido y, si lo estuvo, lo disimul¨® a la perfecci¨®n parapetado tras el semblante hier¨¢tico que ha mostrado a lo largo de toda su carrera. El tejano se mantuvo fr¨ªo durante la entrevista con Oprah Winfrey, como lo estuvo su mirada, dura y helada, que solo se perdi¨® en el vac¨ªo en las ocasiones en las que reconoci¨® que hab¨ªa faltado a la verdad, sobre todo en los primeros instantes, cuando admiti¨® con unos lac¨®nicos y demoledores ¡°s¨ªes¡± y ¡°noes¡± que se hab¨ªa dopado.
Esa mirada perdida y la forma de apretar los labios y mover las manos en determinadas preguntas podr¨ªan considerarse como la ¨²nica concesi¨®n al nerviosismo que se permiti¨® un ¨ªdolo ca¨ªdo que s¨®lo parec¨ªa querer pasar el tr¨¢mite de reconocer lo que para muchos era evidente, de la manera menos traum¨¢tica posible. La voz solo le traicionar¨ªa una vez, al explicar c¨®mo el c¨¢ncer le ense?¨® que deb¨ªa pelear para ganar. Pero Armstrong no pudo evitar ser arrogante, como ¨¦l mismo reconoci¨® a Winfrey, y pese a que no tuvo ning¨²n reparo en disculparse con todos aquellos a los que hab¨ªa defraudado y mentido (su familia, sus compa?eros de equipo, los periodistas, los aficionados¡) la sensaci¨®n que transmiti¨® es la de tener la conciencia muy tranquila.
La segunda parte de la entrevista se emitir¨¢ esta pr¨®xima madrugada
Durante la hora y media que dur¨® la primera parte de la entrevista (la segunda se emitir¨¢ el viernes a la misma hora) Armstrong aparent¨® tener muy claro qu¨¦ quer¨ªa decir y c¨®mo quer¨ªa hacerlo. ?nicamente pareci¨® dudar, de hecho respondi¨® con evasivas, cuando Winfrey le inquiri¨® sobre las pr¨¢cticas de dopaje que el propio corredor promov¨ªa entre sus compa?eros de equipo y que Tyler Hamilton desvel¨® en su libro. Ni siquiera cuando la entrevistadora le enfrent¨® a sus propias declaraciones sobre las pr¨¢cticas dopantes que realiz¨® en 2005, emitidas en un monitor frente a ambos y completamente opuestas a la versi¨®n que ofreci¨® el jueves por la noche, el corredor nunca dio la impresi¨®n de estar avergonzado.
Winfrey no solo no rehuy¨® las preguntas sobre el uso de sustancias prohibidas por parte de Armstrong, sino que incluy¨® en su cuestionario otras que a lo largo de la carrera deportiva del exciclista le formularon prestigiosos periodistas deportivos como David Walsh, redactor de The Sunday Times, a quien el de Tejas demand¨® por sus informaciones sobre su dopaje. Puede que esa falta de insistencia defraude a seguidores y expertos en el caso Armstrong, a quienes Winfrey dej¨® sin m¨¢s detalles. Aunque la presentadora desmont¨® de este modo el escepticismo que surgi¨® alrededor de esa entrevista, la presentadora tampoco abandon¨® ese tono, entre condescendiente y severo, que la ha convertido en la confesora favorita de los famosos.
Muy probablemente los seguidores del programa de Oprah no sean precisamente aficionados al ciclismo y eso explique los v¨ªdeos ilustrativos sobre la carrera de Armstrong y las acusaciones del informe de la Agencia Estadounidense Antidopaje (USADA en sus siglas en ingl¨¦s), que se fueron intercalando durante el programa. Esos montajes restaron cierta fluidez a la entrevista al interrumpir en ocasiones algunos de los momentos m¨¢s interesantes de la confesi¨®n del exciclista.
Armstrong estuvo fr¨ªo, a tono con el lavanda glacial de su camisa y con el escenario en el que tuvo lugar la entrevista, una as¨¦ptica habitaci¨®n en un hotel de Austin de muebles marrones. Una puesta en escena preparada para que nada desviara la atenci¨®n de lo m¨¢s importante: la confesi¨®n, el desahogo, de un mito ficticio.
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