La Real honra a San Mam¨¦s
El Athletic desaprovecha su mejor primer tiempo y sucumbe ante el buen juego del conjunto donostiarra
El ¨²ltimo saludo a la Catedral lo dio la Real Sociedad en un ejercicio saludable, no magn¨ªfico, pero s¨ª honrado con su forma de jugar. Era el final menos deseado por el Athletic, el m¨¢s temido, pero el m¨¢s indiscutible. Nada que objetar al equipo visitante, que hasta tuvo la deferencia con el anfitri¨®n de regalarle un tiempo por si quer¨ªa celebrar as¨ª a su patr¨®n futbol¨ªstico. Suyo fue el honor de cerrar los duelos vascos en San Mam¨¦s. Suyo fue el favor del f¨²tbol, aunque dormitase demasiado tiempo en el sue?o de los justos.
Los cl¨¢sicos vascos tienen un alien dentro. No se conoce su morfolog¨ªa hasta que asoma la cabeza, pero est¨¢ ah¨ª, invalidando cualquier an¨¢lisis l¨®gico sobre si ¨¦ste est¨¢ mejor que aqu¨¦l o aqu¨¦l mejor que ¨¦ste. Es un dato, pero no descubre la identidad del alien que suele alejarse m¨¢s en el coraz¨®n que en la cabeza de los equipos. Al alien se le podr¨ªa llamar actitud, autoestima, coraje, compromiso, necesidad o sentimientos, tantos nombres como los que utiliza la realeza para sobredimensionarse. El alien se le agit¨® m¨¢s al Athletic en la primera mitad, mientras el de la Real parec¨ªa dormido, un tanto perezoso. Era el riesgo del equipo de Montanier, que corr¨ªa el riesgo de complacerse con su magn¨ªfica situaci¨®n en la Liga, de jugar con su autoestima, y olvidarse de que la circulaci¨®n de la sangre en estos partidos es tan importante como la sutileza de la puntera del zapato. El Athletic era un borbot¨®n, ilusionado por el sentimentalismo de la fecha y la necesidad deportiva.
ATHLETIC, 1 - R. SOCIEDAD, 1
Athletic: Ra¨²l; Iraola, San Jos¨¦, Laporte, Aurtenetxe (Muniain, m. 63); Herrera, Iturraspe, De Marcos; Susaeta, Aduriz (Llorente, m. 73) e Ibai. No utilizados: Iraizoz, Amorebieta, Toquero, Ramalho e Igor.
Real Sociedad: Bravo; Carlos Mart¨ªnez, Gonz¨¢lez, I?igo Mart¨ªnez, De la Bella; Bergara, Illarramendi (R. Pardo, m. 87; Chory Castro (Zurutuza, m. 75), Xabi Prieto, Griezmann; y Agirretxe (Carlos Vela, m. 67). No utilizados: Zubikarai, Estrada, Ifr¨¢n y Ansotegi.
Goles: 1-0. M 30. Ibai 1-1. M. 34. Griezmann. 1-2. M. 66. Agirretxe. 1-3. M. 75, Carlos Vela.
?rbitro: Undiano Mallenco. Amonest¨® a Laporte, Muniain e Iturraspe.
Unos 40.000 espectadores en San Mam¨¦s.
Concedi¨® la Real un tiempo al Athletic, mientras se miraba el ombligo, y se olvid¨® de controlar las salidas del bal¨®n de San Jos¨¦, muy preciso en el toque, y el juego alegre de Herrera, muy superior a Illarramendi. Con esas dos columnas constru¨ªa el equipo rojiblanco su juego visceral, su f¨²tbol de oleadas que pr¨¢cticamente igualaba en al ¨¢rea rival el n¨²mero de atacantes con el de los defensores rivales. Era un Athletic vertical, soliviantado, con Ibai G¨®mez y con Aduriz ganando muchos balones a¨¦reos, aunque desacertado en el remate.
Mientras la Real dormitaba, p¨¢lida y sencilla, sin encontrar el bal¨®n, y solo dependiendo de las carreras de Griezmann y del Chory Castro, el Athletic se encontr¨® un golazo de Ibai al empalmar un centro de Aurtenetxe con una potencia descomunal que entr¨® como un ob¨²s ante el sorprendido y asustado Claudio Bravo. Ah¨ª dio a luz su alien particular y ah¨ª despert¨® el de la Real, que en cuatro minutos se encontr¨® con un despiste monumental de Iraola que permiti¨® un cabezazo a placer de Griezmann en el segundo palo ante un aturdido Ra¨²l.
Los goles eran gestos, asuntos esc¨¦nicos. Con mucho di¨¢logo y pocos primeros planos, y un actor secundario, con un gui¨®n escaso, pero con frases contundentes. Lo malo para el Athletic fue que el gol de Griezmann le sac¨® de San Mam¨¦s, como si su despedida fuera m¨¢s efectiva que virtual. Toda su interpretaci¨®n razonable en la mitad se derrumb¨® como derrumbar¨¢n las piquetas el viejo estadio all¨¢ por el mes de junio. Ya no apareci¨® m¨¢s y la anteriormente perezosa Real se convirti¨® en un hurac¨¢n imparable: desactiv¨® a Herrera, desenchuf¨® a San Jos¨¦ y se adue?¨® de la Catedral con un f¨²tbol sedoso, inteligente, a la par que sencillo, bien manejado, al fin por Illarramendi, y la interpretaci¨®n pausada de Xabi Prieto para controlar el coraz¨®n de la tropa, que no se demandase y volviese a los or¨ªgenes que le han dado la placidez de la que disfruta.
Y en esto el runr¨²n que se adue?a de San Mam¨¦s como si no quisiera perderse la ocasi¨®n. Y Ra¨²l, el muchachote que hab¨ªa arrebatado la titularidad a Iraizoz con la aquiescencia del entorno, mete el pecho, y baja las manos a un tiro manso (que ciertamente le bot¨® antes). El rebote cay¨® a los pies de un sorprendido Agirretxe, que la meti¨® casi a empujones hasta la red. Y el runr¨²n fue casi un ron ron, una tormenta. San Mam¨¦s se le cay¨® encima a Ra¨²l, que 10 minutos despu¨¦s fue incapaz de despejar un disparo cruzado de Carlos.
El gol fue la apresurada despedida de la Catedral. El p¨²blico desfilaba en busca del servicio de metro, como no creyendo en los suyos, como no queriendo ver un final tan rotundo, tan justo con la Real, que hizo un f¨²tbol fino, sencillo, inteligente ante un atolondrado Athletic que perdi¨® la fe y al que se le enred¨® el alien particular en un manojo de nervios. San Mam¨¦s debi¨® echarse a llorar. Y los leones que le acompa?an, a dormir.
Silencio en la Catedral
Quiz¨¢s porque era el ¨²ltimo cl¨¢sico de los dos principales conjuntos vascos y no el ¨²ltimo partido, la caldera de San Mam¨¦s fue la habitual.
No se lloraba por el campo que se va, porque a¨²n no se ha ido y a¨²n queda mucha tela que cortar sobre su hist¨®rico c¨¦sped, sino por este o aquel error o se gritaba por este o aquel gol. Hac¨ªa un fr¨ªo explosivo en la Catedral, abarrotada como en una misa mayor de aquellos tiempos en que la misa era obligatoria, pero hab¨ªa m¨¢s silencios de los previstos, m¨¢s per¨ªodos donde la feligres¨ªa esperaba una se?al de los sumos sacerdotes para prorrumpir en gritos y aplausos.
Era como si a pesar del derbi, el p¨²blico se negase a despedir a su viejo estadio hasta el pr¨®ximo derbi, y se centrase en el partido. S¨ª, estaba lleno, no hab¨ªa intimidad, y la desproporci¨®n, l¨®gicamente era brutal, con los seguidores realistas, que hab¨ªan hecho cola hasta de 36 horas para adquirir las doscientas entradas que envi¨® el Athletic, recluidos en un c¨®rner del estadio, el lugar habitual para las aficiones rivales. Ah¨ª, en esa direcci¨®n, por cierto, Ra¨²l, el portero del Athletic, dirigi¨® de un puntapi¨¦ un balonazo.
San Mam¨¦s, con toda la majestuosidad de la Catedral, no da para m¨¢s respecto a los seguidores ajenos, porque no es un campo que deje asientos libres, por m¨¢s intempestivos que sean el d¨ªa o la hora. Se dej¨® o¨ªr, sin embargo, la afici¨®n visitante, que no celebraba una victoria en el campo del Athletic desde 2001. S¨ª celebr¨® la del viernes. La ¨²ltima en un cl¨¢sico en San Mam¨¦s entre el Athletic y la Real Sociedad.
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