La puntilla sonora
Las audiciones de las conversaciones intervenidas desnudan las relaciones entre Eufemiano Fuentes y el resto de los acusados y el ¡®modus operandi¡¯ del banco privado de sangre
Han pasado varias horas y Manolo Saiz a¨²n sigue de baj¨®n, sin ¨¢nimo, con ganas de que todo acabe cuanto antes, como quiz¨¢s un ciclista que no puede ya con su alma y comprueba una vez m¨¢s en el libro de ruta del Tour que a¨²n queda una semana de carrera, y que en ella est¨¢n las etapas m¨¢s duras, los Pirineos o los Alpes en pleno. Un castigo cruel por innecesario.
¡°Pero si ya est¨¢ todo por escrito, ?por qu¨¦ narices nos tienen que torturar poniendo el audio?¡±, dice el exdirector del Liberty, uno de los cinco acusados del juicio por la Operaci¨®n Puerto, que enfila sus ¨²ltimos d¨ªas. Su dolor naci¨® en la escucha obligatoria, como un ni?o castigado, como sus compa?eros de banquillo, de las cintas grabadas con las intervenciones de las comunicaciones de los tel¨¦fonos m¨®viles de Eufemiano Fuentes y de su socio al frente del banco de sangre que reconocen haber organizado, Jos¨¦ Luis Merino Batres, durante 10 d¨ªas de mayo de 2006, las fechas previas a las detenciones. Algo as¨ª como un The Wire con menos glamour y mucha m¨¢s verg¨¹enza. Fue la puntilla sonora. ¡°Uno nunca habla por tel¨¦fono pensando que habla para alguien m¨¢s que con quien habla¡±, dice Saiz. ¡°Y mucho menos que a?os despu¨¦s las emitir¨¢n casi p¨²blicamente y que yo tenga que o¨ªrlo sin poder decir ni mu¡±. Y as¨ª, Saiz tuvo que o¨ªr como Fuentes le hablaba a su socio Ignacio Labarta, tambi¨¦n en el banquillo, del ¡°gordo¡± ese, en referencia a ¨¦l mismo. ¡°Despu¨¦s, Eufemiano se me acerc¨® para disculparse¡±.
Uno nunca habla por tel¨¦fono pensando que habla para alguien m¨¢s que con quien habla¡±
La voz, la sustancia, tiene mucha m¨¢s fuerza que su traducci¨®n en papel. Del papel que refleja sus conversaciones, conocido desde hace tiempo, y publicado, pueden pasar, cerrar los ojos, negarlo, no verlo; de las cintas, los acusados no pudieron escapar, no pudieron dejar de o¨ªrlas, no pudieron decir ¡°eso no lo he dicho yo¡±. Las audiciones los desnudaron ante la jueza, que era justamente los que pretend¨ªan los acusadores, que las consideran su mejor prueba de convicci¨®n, m¨¢s a¨²n que las declaraciones de testigos y peritos. Y les sirvieron los tonos de voces, los matices, la forma de contarse las cosas, en clave y con sobrentendidos que solo se pueden entender oy¨¦ndolos varias veces, m¨¢s a¨²n que el que de las cintas pudiera entenderse un poco m¨¢s c¨®mo funcionaba el grupo, con qu¨¦ deportistas trataba, c¨®mo se organizaba la log¨ªstica de extracciones, congelaciones, descongelados, transporte y transfusiones de sangre.
Casi todo de lo que se oy¨® ya se hab¨ªa entendido y procesado: el agobio de Fuentes por la falta de l¨ªquidos para congelar y descongelar las bolsas, el puente de Merino, que le dej¨® en la estacada justamente el fin de semana m¨¢s ocupado, cuando los ¡°guerreros¡± del Giro (Birillo-Basso, Guti, Zapatero-Scarponi) necesitan sus bolsas, cuando llegan extranjeros de Alemania (Jaksche) para dejar su sangre, o de Italia, como Kalc-Manos Peque?as, el correo que deb¨ªa llevar los ¡°zapatos¡± (mochilas refrigeradas con bolsas descongeladas) a los ciclistas. Y lo que era m¨¢s misterioso se aclar¨® un poco, aunque no del todo, como la urgencia de la cita en Madrid entre Fuentes y Saiz, el detonante de la intervenci¨®n de la Guardia Civil. Por las conversaciones parece entenderse que Fuentes necesitaba que Saiz le pagara una deuda, un dinero que ¨¦l mismo deb¨ªa a sus colaboradores y ¡°machacas¡±, lo que le estaba creando problemas. Saiz, que acababa de regresar de Tenerife, donde hab¨ªa supervisado la preparaci¨®n de sus ¨²ltimos fichajes, Vinok¨²rov y Kasheckin, concentrados en el Teide, necesitar¨ªa, por su parte, un producto que le vender¨ªa el m¨¦dico canario. Este, sin embargo, recela de las intenciones verdaderas de Saiz, cree que le quiere pedir que lleve a Vinok¨²rov y teme que lo que en realidad desea es sonsacarle para saber a qu¨¦ corredores de su equipo trata en realidad. Este recelo de Fuentes juega a favor de la tesis defensiva de Saiz: ?c¨®mo se me puede acusar de poner mi equipo en manos de Fuentes cuando no sab¨ªa ni qu¨¦ corredores estaban con ¨¦l, cu¨¢nto le pagaban, c¨®mo?
M¨¢s oscuros, enigm¨¢ticos, a la espera de la luz de la verdad, quedaron otros fragmentos, como aquel que no se permiti¨® o¨ªr a la prensa y que, seg¨²n algunos abogados, est¨¢ mal transcrito en el papel. Seg¨²n ellos, donde Fuentes le dice a Belda que le deben dinero ¡°el Kelme y los del f¨²tbol¡±, el guardia civil redactor lo transforma en ¡°el Kelme y la Uni¨®n Deportiva¡±.
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