Cristiano deja su perfume
El Madrid mata al Athletic a bal¨®n parado y se despide de San Mam¨¦s a la vieja usanza
El Athletic sac¨® dos veces del centro del campo en el breve espacio de un minuto. En el ¨ªnterin, Cristiano mand¨® una falta a la red con la suavidad y la facilidad que se les advierte a los especialistas. San Mam¨¦s, caluroso emocional y climatol¨®gicamente, dud¨® unos instantes qu¨¦ hacer. En el pen¨²ltimo cl¨¢sico, la pen¨²ltima misa mayor de la Catedral (la ¨²ltima ser¨¢ en dos semanas contra el Bar?a) estaba el p¨²blico dispuesto a chillar y aplaudir a partes iguales. El gol no le sec¨® el alma y decidi¨® romperse las manos y la garganta a partes iguales. Las manos para celebrar lo que tuviera un atisbo de casta (una carrera infinita de Ibai G¨®mez para forzar un saque de banda), de elegancia (un eslalon de Muniain que cay¨® muerto al borde de la l¨ªnea de fondo como un n¨¢ufrago agotado), de calidad, elegancia y t¨¦cnica (un asunto particular de Herrera para parecer lo mismo un brasile?o de los setenta que un alem¨¢n de los 90). La garganta para cebarse en Ronaldo, que encuentra en San Mam¨¦s la hostilidad que lo mismo le motiva que le hace indiferente.
ATHLETIC, 0 - R. MADRID, 3
Athletic: Iraizoz; Ramalho (Iraola, m. 69), Ekiza, San Jos¨¦, Aurtenetxe; Iturraspe, Ander Herrera; Susaeta, Muniain (Mor¨¢n, m. 81), Ibai G¨®mez (Toquero, m. 69) y Llorente. No utilizados: Ra¨²l Fern¨¢ndez; Iraola, Castillo e I?igo L¨®pez.
Real Madrid: Diego L¨®pez; Sergio Ramos, Pepe, Albiol, Marcelo; Khedira, Xabi Alonso; Di Mar¨ªa (Callej¨®n, m. 60), Modric, Cristiano Ronaldo (Morata, m. 79); y Benzema (Higua¨ªn, m. 70). No utilizados: Casillas; Nacho, Varane y Coentr?o.
Goles: 0-1. M. 1. Cristiano Ronaldo. 0-2. M. 68. Cristiano Ronaldo. 0-3. M. 76. Higua¨ªn.
?rbitro: Fernando Teixeira Vitienes. Amonest¨® a Modric, Xabi Alonso, Muniain, Iturraspe y Toquero.
Unos 35.000 espectadores en San Mam¨¦s.
Con el gol en el talego, Ronaldo se entretuvo en un par de bicicletas est¨¢ticas, pero sucumb¨ªa ante Ramalho, un chico que se meti¨® a San Mam¨¦s en el bolsillo por su agilidad y por superar el vaticinio que le auguraba una pesadilla con el luminoso portugu¨¦s. Cada acci¨®n de Ramalho ante Cristiano era celebrada como un gol, como el triunfo de la humildad, como la reivindicaci¨®n de los or¨ªgenes m¨¢s a¨²n con toda la simbolog¨ªa del viejo San Mam¨¦s ante el viejo rival de siempre. Pero lo cierto es que el Madrid, sin forzar la m¨¢quina, ten¨ªa el partido donde quer¨ªa, es decir, en el marcador m¨¢s que sobre el c¨¦sped, aunque sufriera la falta de visibilidad de Xabi Alonso, y el esp¨ªritu conservador de sus laterales, poco profundos, poco interesados en explorar el territorio de Iraizoz. Modric pon¨ªa un poco de piment¨®n en sus acciones y Di Mar¨ªa aprovech¨® un par de veces la indolencia de Aurtenetxe. En una de ellas mand¨® el bal¨®n al larguero, pero fue casi sin querer, llegando como llega un f¨®rmula 1 en la vuelta de honor.
El Athletic, disminuido por las bajas, con un banquillo de circunstancias, creci¨® en el ambiente (futbol¨ªsticamente hablando) amable del partido. Encontr¨® en Herrera al dinamizador de sus esperanzas. Importaba menos que Llorente sea una sombra de s¨ª mismo, apagado como una chimenea en el desierto o que Muniain fuera una estrella fugaz. Los chispazos de Ibai G¨®mez le devolv¨ªan el ¨¢nimo, aunque el muchacho de tanto golpear al bal¨®n no sabe acariciarlo, y centra igual que chuta, con la misma valent¨ªa pero con distinta precisi¨®n. Siempre le da con la bota de hierro. Pero siempre intimida Dos tiros de Susaeta y Herrera fueron todo su bagaje, pero insuflaron ¨¢nimo al Athletic.
Ronaldo encuentra en La Catedral la hostilidad que lo mismo le motiva que le hace indiferente
Cuando Ramalho empez¨® a flaquear, el p¨²bico marc¨® a Ronaldo. Y Ronaldo se dej¨® marcar, enfurecido con la hostilidad, sucumbiendo a lo que se supone que una estrella reluciente nunca debe sucumbir: al agujero negro de la grada. Hace tiempo que las figuras ajenas en el f¨²tbol no son despedidas con aplausos como Juanito sol¨ªa salir de San Mam¨¦s, ¨¦l tan volc¨¢nico, tan imprevisible.
Si Cristiano se enredaba con la grada, el Athletic ve¨ªa la luz. Si el Madrid viv¨ªa de la escueta renta de aquel gol que muchos espectadores no vieron, ten¨ªa una oportunidad de arreglar los plomos que le anunciaban la oscuridad o el f¨²tbol a la luz de una vela. Tuvo ratos el Athletic del f¨²tbol viejo, es decir, del que se juega con el coraz¨®n m¨¢s que con la cabeza, mientras el Madrid jugaba mir¨¢ndose los pies y el reloj del electr¨®nico. La falta de ocasiones del Athletic le tranquilizaba. Por la noche las estrellas siempre se ven. Y una vez resueltas sus pendencias particulares con la grada emergi¨® Cristiano de entre la nube de futbolistas para cabecear un libre indirecto al rinc¨®n de las agujas de la porter¨ªa de Iraizoz.
A bal¨®n parado mat¨® el Madrid al Athletic, antes de que Higua¨ªn marcara el tercero en su primera acci¨®n en el ¨¢rea y la primera a bal¨®n jugado. El argentino es un delantero de esos que se mueven tanto que los defensas del Athletic nunca le ven. Fue como retroceder en el tiempo, pero el Athletic ya no tiene ni los centrales ni los delanteros capaces de dejarse la frente con los balones de costuras. El Madrid s¨ª. Ronaldo fue la estrella, aunque en el viejo o en el nuevo San Mam¨¦s ser¨¢ siempre m¨¢s temido que admirado. Al final consigui¨® que San Mam¨¦s chillase m¨¢s que aplaudiera. Era su objetivo y lo cumpli¨®. No parece que la hostilidad le inquiete ni hacerse querer sea su objetivo. El cl¨¢sico fue m¨¢s denso que bello. Los tiempos han cambiado.
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