Weidenfeller para a la caballer¨ªa
El portero alem¨¢n, una especie de padre para la joven generaci¨®n del Dortmund, detiene el inicio en tromba de los blancos
La fornida silueta de Roman Weidenfeller fue la primera que se dej¨® ver en el c¨¦sped del Santiago Bernab¨¦u. A¨²n no hab¨ªa entrado la gran masa de seguidores madridistas, pero s¨ª la del Dortmund, que embadurnaba de amarillo la parte superior izquierda del fondo norte. Weidenfeller fue recibido con un rugido seco y atronador salido de miles de gargantas ¨¢ridas, humedecidas durante el d¨ªa por las c¨¦ntricas calles de Madrid. Se ajust¨® los guantes y se pas¨® los dedos por esa media melena principesca de raya al medio antes de someterse al calentamiento.
No tard¨® Weidenfeller en asumir el protagonismo que se le intu¨ªa ante la salida en tromba del Madrid. A los cuatro minutos se vio obligado a defender un mano a mano con Higua¨ªn, que le quiso superar con un remate raso y cruzado. Respondi¨® el guardameta sacando la pierna y desviando la pelota a c¨®rner con la bota derecha. No hizo grandes aspavientos para recriminar el agujero a sus centrales. Les pidi¨® tranquilidad, un gesto que repiti¨® sucesivamente, mientras su hinchada empezaba a corear su nombre. Poco despu¨¦s de esa primera intervenci¨®n, Cristiano se encontr¨® con el pecho de Weidenfeller. Era un bal¨®n largo, que ca¨ªa alto, y el portugu¨¦s lo caz¨® de cuchara. La pelota rebot¨® en el ancho pectoral del meta alem¨¢n, que hab¨ªa achicado espacio como lo hacen sus hom¨®nimos del balonmano. Sin utilizar las manos desactiv¨® esa premisa para que el Madrid aumentara su fe con dos paradas trascendentales para el desarrollo emocional del partido en las dos direcciones. Las realiz¨® ante los ojos del seleccionador alem¨¢n, Joachim L?w, con el que no ha conseguido ser internacional absoluto pese a estar considerado uno de los mejores parteros de Alemania en el ¨²ltimo lustro.
El meta se luci¨® ante L?w, con el que no ha sido internacional absoluto
Todav¨ªa, antes de que se cumpliera el primer cuarto de hora, tuvo que medirse en otro todo o nada con ?zil, al que oblig¨® a cambiarle el disparo por el lado que tapaba, y la pelota se fue por la l¨ªnea de fondo. Fue ese cuarto de hora el mejor del Madrid, que ante el torrente de ocasiones al menos gestaba la sensaci¨®n de que 90 minutos pod¨ªan hac¨¦rsele muy largos al Dortmund.
Fue entonces cuando Weidenfeller, de 32 a?os, jug¨® el papel de veterano resabiado. Empez¨® a retrasar los saques de fondo, las faltas o los fueras de juego que se produc¨ªan en sus inmediaciones. Jug¨® siempre al l¨ªmite de la paciencia de Howard Webb mientras el Bernab¨¦u se exasperaba y le reclamaba al ¨¢rbitro que le mostrara una tarjeta amarilla. Ante un equipo plagado de j¨®venes talentos, Weidenfeller luci¨® galones de capit¨¢n para atemperar el partido y a los suyos. Ante un plantillazo de Higua¨ªn se encar¨® con Webb y luego estuvo presionando al ¨¢rbitro de ¨¢rea.
En Alemania dicen que ha rebajado su discurso bravuc¨®n y su actitud porque se siente el padre de esta joven generaci¨®n. Tambi¨¦n le ha serenado su explosiva pareja, que ejerce de modelo de la ropa que vende el club.
Higua¨ªn, Cristiano y ?zil se estrellaron frente a ¨¦l en los primeros minutos
Despu¨¦s de ese cuarto de hora sometido al estr¨¦s, el asentamiento del Dortmund corri¨® a cargo de Hummels, que realiz¨® un par de cortes y de salidas con el bal¨®n jugado que estabilizaron a los suyos. Weidenfeller sali¨® autoritario por arriba en un par de centros peligrosos. Dominaba entonces el encuentro el conjunto alem¨¢n, que parec¨ªa controlar la eliminatoria hasta que llegaron esos ¨²ltimos minutos locos.
En la descarga final del Madrid, sin haber sido exigido en casi todo el segundo tiempo, volvi¨® a surgir la figura de Weidenfeller, que detuvo un disparo por alto de Benzema con una parada acrob¨¢tica en la que luci¨® su potencia muscular. Luego arroll¨® a Cristiano en un bal¨®n bombeado. Cuando Benzema le fusil¨® de cerca, aferr¨® el bal¨®n a su abdomen para impedir que el Madrid sacara r¨¢pido. Despu¨¦s fue empotrado por Ramos y vivi¨® atacado por la certeza de que, efectivamente 90 minutos en el Bernab¨¦u pueden ser muy largos antes de arrodillarse cuando Webb pit¨® el final.
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