Un duelo sin v¨ªctimas ni verdugos

Athletic y Valencia libraron un di¨¢logo entre correr y pensar, dos armas reglamentarias para un duelo que acab¨® sin vencedores ni v¨ªctimas. El Valencia sac¨® fruto a su orden establecido y el Athletic al vendaval que le sobreviene cuando adivina la tormenta. Y empataron dos equipos que a¨²n no hab¨ªan empatado. Y quiz¨¢s los dos se fueron felices, aunque nunca satisfechos.

El Athletic era una m¨¢quina, pero no en el sentido figurado de producir f¨²tbol a borbotones, sin parar, a tres turnos, sino en el sentido literal, es decir que jugaba siempre con el mismo sonido, con el mismo martilleo, con los mismos operarios. La banda derecha a pleno rendimiento, lo que inevitablemente llevaba a la izquierda a una jornada de descanso. Nadie abr¨ªa la puerta por la que Muniain deb¨ªa ingresar en la f¨¢brica y el muchacho estaba m¨¢s aburrido que una ostra en la r¨ªa de Bilbao. Y Saborit, el nuevo lateral izquierdo, bastante ten¨ªa con cuidarse de Feghouli, que le dej¨® de salida dos codazos de veterano para marcar territorio al precio de una tarjeta amarilla. As¨ª que el Athletic dale que dale, empe?ado en repetir las notas como una mala versi¨®n del bolero de Ravel: Gurpegui a Iraola, Iraola prolonga a Susaeta, Susaeta taconea a Iraola e Iraola centra sin que nadie llegue al remate. Dale que dale porque Be?at decidi¨® que lo suyo es sacar las faltas y los c¨®rners que otros consiguen y as¨ª est¨¢ la misi¨®n cumplida y Mikel Rico bastante tiene con corregir las faltas de ortograf¨ªa de sus compa?eros.

As¨ª que el Valencia supo de salida cu¨¢l era el examen: resolver la sencilla ecuaci¨®n de evitar el dos contra uno de Iraola y Susaeta frente a Guardado. Con eso el aprobado estaba garantizado. Para subir nota bastaba con explorar el costado izquierdo del Athletic, del que hu¨ªa a veces Muniain, m¨¢s que nada para saber si el bal¨®n era el de siempre o hab¨ªan comprado alguno nuevo. Y por all¨ª estaba Feghouli, ayudado por Barrag¨¢n, con sus artima?as, pero tambi¨¦n con su vivacidad, hasta encontrar el sobresaliente que buscaba su equipo: el penalti de un acelerado Laporte que Banega transform¨® con potencia y colocaci¨®n.

El Athletic jug¨® con un falso nueve, De Marcos, en lugar de Aduriz, seco de gol y algo tocado. Pero el delantero alav¨¦s necesita autopistas en vez de rotondas. En las primeras, vuela; en las segundas, se pierde y acaba siendo presa f¨¢cil de los centrales. Mathieu le puso un radar y De Marcos baj¨® la velocidad. Peligro desactivado.

Cuando el Athletic descubri¨® la banda izquierda en la segunda parte se le hab¨ªa hecho de noche. El Valencia, bien armado en defensa, encontraba los pasillos que buscaba para tocarle las narices a Iraizoz, exigido primero por Jonas en un disparo centrado y despu¨¦s sorprendido por una vaselina de Barrag¨¢n tras un error clamoroso de Saborit. El partido era suyo, pero San Mam¨¦s tiene muchas llaves maestras. Una que no figura en ning¨²n manual de estrategia, ni en las lecciones de t¨¢ctica ni en los tubos de ensayo de los entrenamientos. La fe es para el Athletic como el escozor de la derrota. Lo que pica le salpica. Y con el agua al cuello decidi¨® seguir el impulso popular y meter una velocidad m¨¢s, que parec¨ªa que no ten¨ªa, a su f¨²tbol, hasta encontrar un centro al segundo palo que De Marcos cabece¨® horizontalmente para que Mikel Rico lo llevara a la red con la frente nada marchita.

Para el Athletic, y sobre todo, para Mikel Rico, el mejor rojiblanco, el perfume del gol fue el premio a su sudor. Y al final el Athletic acab¨® en el ¨¢rea rival buscando el ¨²ltimo centro en el minuto 93 con tres futbolistas en la raya de gol. Toda una imagen.