¡°Yo soy Luis Oca?a¡±
'Oca?a', editado por Cultura Ciclista, es el t¨ªtulo del libro en el que Carlos Arribas, periodista de EL PA?S, relata como una novela la dura vida, corta y con tr¨¢gico final (1945-1994) y la ¨¦poca del ganador del Tour de 1973, de un maldito, del corredor m¨¢s especial nacido en Espa?a. Oca?a emocion¨® e hizo so?ar, y fue el ¨²nico que os¨® desafiar y derrotar al can¨ªbal Merckx
Para la prensa francesa, que asiste ajena y curiosa a los acontecimientos, el duelo Oca?a-Fuente es un asunto puramente espa?ol, tan espa?ol como el honor, los celos y la guerra civil. Tarangu, decidido, le planta cara a Oca?a y ambos mantienen una lucha hom¨¦rica en el T¨¦l¨¦graphe, y luego en el Galibier y el Izoard, hasta les Orres. 237,5 kil¨®metros y todos los grandes Alpes para ellos dos solos. En el T¨¦l¨¦graphe, a 170 kil¨®metros de la meta, cuando ya s¨®lo quedan en cabeza Oca?a, Fuente, Th¨¦venet, Mariano Mart¨ªnez y Michel Perrin, Tarangu demarra con fuerza. Oca?a le alcanza. Los dem¨¢s se quedan y se organizan como pueden, como supervivientes de un naufragio arrojados al mar en un trozo de madera.
¡ª?D¨®nde vas, Tarangu? No ataques, vente conmigo, colabora, releva, s¨ªgueme, que yo te har¨¦ segundo en Par¨ªs.
Fuente no responde. Vuelve a atacar. Plato grande, las venas reventando en sus gemelos. As¨ª hasta 20 veces. Veinte veces ataca Fuente, 20 veces aguanta Oca?a. Resiste tranquilo hasta que Fuente no puede m¨¢s. Entonces, Oca?a se siente Merckx.
Ha sido una de las mayores haza?as de la historia del ciclismo¡±, exclama Anquetil
¡ªS¨ªgueme si puedes.
Fuente se agarra a su rueda como quien se agarra al rabo de un toro y se deja llevar. As¨ª suben el Galibier desde Plan Lachat, a 135 kil¨®metros de la meta. Y despu¨¦s suben el Izoard y atraviesan la Casse D¨¦serte, donde se sienten no en la luna, que eso es el Ventoux, sino en Marte. Y siempre Oca?a delante, con solo el horizonte ante su vista. Y nunca mira atr¨¢s. Para ¨¦l, Fuente no existe. Solo le ve cuando el asturiano le esprinta en la cima del Izoard para puntuar. Tarangu aguanta hasta que pincha su bicicleta. A 30 kil¨®metros de Les Orres, en el valle del Guil, se queda parado Fuente y Oca?a, que es Merckx en busca de la inmortalidad, pero un Merckx en cuyo pasado est¨¢n su padre serrando ¨¢rboles y destroz¨¢ndose las manos, y sus t¨ªos bajando ligeros el Escabas en troncos y luchando en la guerra, y Cescutti entrando en Berl¨ªn, y las derrotas de Ment¨¦, del Aubisque, del Bal¨®n de Alsacia, y de hambre y de miseria, un Merckx hecho de carne y hueso, de victorias y derrotas, de dolor, y no solo de gloria. Sigue como antes, como si siempre hubiera estado ascendiendo solo. A Les Orres Fuente llega segundo, a 57 segundos. El tercero, Mart¨ªnez, a quien Th¨¦venet acusa de chuparruedas, llega a 6 minutos y 57 segundos. El sexto de la etapa es Zoetemelk, a 20 minutos y 24 segundos. El ¨²ltimo, Tabak, llega a 59 minutos y 22 segundos, fuera de control, pero es repescado, como el pen¨²ltimo, Pustjens, que hab¨ªa llegado a 58 minutos y 36 segundos. Doce corredores son expulsados por agarrarse a los coches de sus equipos. Un parte de guerra del que habr¨ªa estado orgulloso Merckx.
¡ªEs incre¨ªble, es incre¨ªble ¡ªdice Oca?a en la meta¡ª. Nunca hab¨ªa sufrido tanto. Fuente sube mejor que nadie, pero en el T¨¦l¨¦graphe le he derrotado. He hecho 150 kil¨®metros solo, con un par¨¢sito a rueda, contra el viento, por todas las monta?as, eso es muy duro. Dejadme, estoy cansado.
¡ªNos has hecho recordar a Coppi, a Koblet, a Merckx¡ª, le adulan los periodistas.
¡ªYo soy Luis Oca?a.
¡ªHa sido una masacre, una aniquilaci¨®n colectiva ¡ªle dice Pierre Chany, cronista de L¡¯?quipe.
Y por los altavoces, en la meta, se oye la emisi¨®n de la radio Europe 1, se oye la voz de su gran comentarista, la voz de Anquetil. ¡°Ha sido una de las mayores haza?as de la historia del ciclismo¡±, exclama Anquetil, su amigo Jacques, incontenible. ¡°Ha sido m¨¢s grande a¨²n que lo de Orci¨¨res-Merlette. Y s¨ª: hoy tambi¨¦n Luis Oca?a habr¨ªa derrotado a Merckx¡±.
Oca?a va directo al hotel y se mete en la cama con maillot y culotte sudados, sin cambiarse, sin ducharse, sin haberse quitado el linimento ni el dorsal, sin cenar.
A la una de la ma?ana se despierta con hambre y pide cerezas.
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