El legado imborrable de Peter Blake
El laureado Peter Blake, ganador en 1990 y presente en las cinco primeras ediciones de la Vuelta al Mundo, dej¨® huella en mar y tierra hasta que unos piratas le asesinaron en la Amazonia
La madrugada del 5 de diciembre de 2001 qued¨® grabada a fuego en el coraz¨®n de la vela. Cay¨® como un martillo pil¨®n tambi¨¦n sobre el entorno de la divulgaci¨®n cient¨ªfica. El asesinato del legendario Peter Blake (Auckland, 1948) en la Amazonia, a manos de unos asaltantes, dej¨® una herida dif¨ªcilmente reparable en ambas disciplinas. El navegante neozeland¨¦s, uno de los m¨¢s prestigiosos de la historia, reconvertido despu¨¦s en explorador, perdi¨® la vida tras ser tiroteado por la espalda en la cubierta del Seamaster por unas ratas del agua, como se les conoce a los piratas que se desenvuelven en ese enclave.
La muerte del Rey de los mares caus¨® estupor. Blake, tan gigant¨®n ¨Cmed¨ªa 2,04¨C como buen tipo, cuentan, era un personaje que trascend¨ªa el ¨¢mbito deportivo. Cansado de la competici¨®n, su empe?o se centr¨® en dar continuidad a la obra del comandante Jacques Cousteau. De profundas convicciones ecol¨®gicas, cre¨® su propia organizaci¨®n, Blakexpeditions, bajo el patrocinio del Fondo de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Condecorado sir por la reina Isabel, en 1995, se dedic¨® desde entonces a recorrer la Ant¨¢rtida y el Amazonas para filmar documentales en defensa del medio ambiente hasta que las balas de aquella fat¨ªdica velada en Puerto Santana, 22 kil¨®metros aguas adentro de Macap¨¢, segaron con solo 53 a?os una carrera tan hermosa como prol¨ªfica.
Tras lograr una extensa ristra de triunfos, se dedic¨® a dar? continuidad a la obra del explorador Cousteau
Criado en un bungalow de madera localizado en Bayswater (Inglaterra), Blake era hijo de un capit¨¢n de la Royal Navy brit¨¢nica que combati¨® durante la Segunda Guerra Mundial. Muy r¨¢pido adopt¨® la afici¨®n de sus padres por los barcos y la navegaci¨®n. Rechazado para jugar al rugby por consider¨¢rsele demasiado enclenque, comenz¨® a dibujar una trayectoria extraordinaria en la vela. Lo gan¨® todo e introdujo a Nueva Zelanda en el mapa competitivo. Su expediente est¨¢ adornado por una extens¨ªsima ristra de triunfos que integra dos cetros de la Copa Am¨¦rica (1995 y 2000), la Whitbread Round the World (1990), cl¨¢sicas como la Fastnet de la Admiral¡¯s Cup (1979 y 1980), la Sydney-Hobart (1980 y 1984) y el trofeo Julio Verne de 1994 tras una traves¨ªa mundial de 74 d¨ªas, 22 horas, 17 minutos y 22 segundos, r¨¦cord de la ¨¦poca.
¡°?l fue mi gran inspiraci¨®n y la de muchos navegantes que han participado en la Vuelta al Mundo¡±, admite el director general del evento, Knut Frostad. ¡°Era un l¨ªder. Su determinaci¨®n era incre¨ªble. No solo es el hecho de todo lo que gan¨®, sino c¨®mo lo gan¨®. Era el mejor, un caballero¡±, prosigue el noruego.
No obstante, en el caso concreto de la Vuelta al Mundo, a Blake se le resisti¨® la corona. Fue el ¨²nico marinero que tom¨® la salida en las cinco primeras ediciones, pero no fue hasta la de 1989-1990 cuando alz¨® la victoria. En la regata inaugural (1973-1974), como jefe de guardia del Burtton Cutter, una aver¨ªa en el casco retras¨® al barco. En 1978, a lomos del Hearts Condor, el m¨¢stil de fibra de carbono se rompi¨®. En 1982, el palo mayor del Ceramcon volvi¨® a quebrarse y en 1986 se qued¨® en el segundo caj¨®n del podio con el Lion New Zealand. Tozudo, se ali¨® con su amigo y dise?ador Bruce Farr para confeccionar el Steinlager, de fibra de carbono y kevlar (material ligero y resistente), y fundirse a besos y abrazos con su esposa Pippa y sus hijos Sarah y James al cruzar vencedor la meta de Southampton.
Logrado el objetivo, se ape¨® de las regatas, que no del agua. Llegaron las expediciones y el proyecto amaz¨®nico. Los para¨ªsos, las aves y la frondosidad de la selva. Una experiencia vital intensa. Por desgracia, en su camino se cruzaron tambi¨¦n las r¨¢fagas de fuego de los seis piratas encapuchados, interceptados y condenados cada uno de ellos a 32 a?os de prisi¨®n. Un ep¨ªlogo injusto y dram¨¢tico para un hombret¨®n que dej¨® una huella profunda, reflejada hoy d¨ªa en una exposici¨®n permanente instalada en el paseo mar¨ªtimo de Auckland. La Volvo le rendir¨¢ igualmente tributo la pr¨®xima edici¨®n al incluir a la ciudad neozelandesa en el trazado de la carrera.
¡°Debo bajar a los mares de nuevo, al mar y al cielo solitarios¡±, reza el epitafio de Blake, enterrado en la costa sur de Inglaterra, en alusi¨®n a un poema escrito por John Masefield, titulado Sea fever (¡®La fiebre del mar¡¯). El legado del gigant¨®n rubio es imborrable. A pesar de las balas.
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