En el calentamiento se viv¨ªa mejor
Si la liturgia de un partido de f¨²tbol fuera la vida de una persona podr¨ªamos decir que el entrenamiento previo al partido es lo m¨¢s parecido a la infancia. En ese momento los deportistas ni siquiera tienen nombre ni dorsal
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Un d¨ªa Iv¨¢n pint¨® el cielo del mundo de color verde esmeralda. El profesor le hab¨ªa entregado un folio en blanco al igual que al resto de sus compa?eros de clase en tercero de primaria. ¡°Dibujar vuestro fin de semana¡±, les anim¨®. Iv¨¢n, de 8 a?os, hab¨ªa estado con su familia en el campo, aunque ¨¦l hab¨ªa llegado mucho m¨¢s all¨¢. Iv¨¢n ¡ªa diferencia de su profesor¡ª no era dalt¨®nico, sab¨ªa perfectamente que el cielo que ve¨ªa era azul. En cambio, el suyo ¡ªel de su propio universo¡ª, no era as¨ª ni por asomo. El docente no entend¨ªa nada. Le reprendi¨® y le pregunt¨® por qu¨¦ lo hab¨ªa hecho de ese modo. El ni?o agach¨® la mirada sin dar explicaciones. Iv¨¢n no sab¨ªa en ese momento que lo que se esperaba de ¨¦l ya a sus 8 a?os era que sus cielos fueran azules. Artistas como Picasso intentaron por todos los medios recuperar la frescura de esos d¨ªas infantiles en los que no se esperaba nada de ¨¦l. ¡°Me tom¨® cuatro a?os pintar como Rafael, pero me llev¨® toda una vida aprender a dibujar como un ni?o¡±, dijo el pintor malague?o.
Si la liturgia de un partido de f¨²tbol fuera la vida de una persona podr¨ªamos decir que el calentamiento es lo m¨¢s parecido a la infancia. El momento de la charla previa podr¨ªa ser el embarazo y la salida de los jugadores por la bocana de vestuarios el parto. En ese momento los deportistas ni siquiera tienen nombre ni dorsal. El de megafon¨ªa se limita a decir con m¨¢s o menos gracia: ¡°Ya saltan los futbolistas al terreno de juego¡±. Es incre¨ªble c¨®mo seguimos llamando juego a una cosa tan seria como un partido de f¨²tbol. Una vez el bal¨®n empieza a rodar la expectativa de una victoria arrasa con cualquier intenci¨®n de divertimento. Incluso los que se vanaglorian de que lo importante es jugar bonito se enfadan y destituyen entrenadores cuando efectivamente lo hacen, pero pierden.

De todas las profesiones del mundo, si tuviera que elegir una, ser¨ªa la de futbolista de calentamientos. Las cosas suelen ser siempre m¨¢s bonitas antes de que se pongan serias. Llevado al periodismo, hacer un reportaje es algo muy bonito, claro que s¨ª. Aunque lo que es bonito en realidad es hacer un buen reportaje. Hacer uno malo no tiene ninguna gracia. Ser¨ªa espectacular que en esta profesi¨®n existiera al menos una vez a la semana un momento previo, como en el f¨²tbol y los deportes en general, donde pudi¨¦ramos simplemente jugar o calentar para ser periodistas e imaginar historias con la frescura de quien pinta un cielo verde.
Por eso no entiendo c¨®mo los estadios est¨¢n vac¨ªos durante el calentamiento de los jugadores. Cuando ¨¦ramos alevines, a varios compa?eros de equipo nos gustaba ir siempre una hora antes del partido al campo del Alcorc¨®n para ver a los jugadores corretear sobre el c¨¦sped. Era en ese momento ¡ªcuando menos se esperaba de ellos¡ª cuando parec¨ªan m¨¢s humanos, m¨¢s libres, m¨¢s dichosos. Inventaban gambetas, disparos imposibles o paradas a bocajarro. Todav¨ªa sonre¨ªan. Porque el error todav¨ªa era eso, un error, y no pasaba de ah¨ª. Cuando el ¨¢rbitro pitara el inicio del encuentro entonces aquello ya no ser¨ªan errores sino fracasos, ya no ser¨ªa un partido de f¨²tbol sino una victoria o una derrota.
Nadie como Maradona, que lo practicaba con los botines desabrochados, entendi¨® mejor el calentamiento. Es hipn¨®tico revisar su inolvidable v¨ªdeo antes de una vuelta de semifinales de la copa de la UEFA frente al Bayern de M¨²nich en 1989. Si hubiera que explicarle a un extraterrestre qu¨¦ es el f¨²tbol habr¨ªa que ponerle en bucle esos cuatro minutos en los que la pelotita pasa de un hombro a otro como si estuviera teledirigida, se posa en sus rizos o queda amortiguada en su empeine igual que un gato viene a dormir sobre tu pecho. Sus compa?eros e incluso los aficionados que se ven al fondo le observan con una extra?eza que sorprende, a medio camino entre la estupefacci¨®n y la media sonrisa. Tal vez pensando, igual que el profesor: ¡°Pero, ?de qu¨¦ color est¨¢ pintando el cielo este t¨ªo?¡±. Es una pena, de verdad, que alguien inventara los partidos.
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