Estad¨ªsticas
En la antigua Grecia se azotaba a los luchadores ol¨ªmpicos si los porcentajes de sus victorias ca¨ªan por debajo del 50%. Me lo he inventado, pero no es dif¨ªcil imaginar que era verdad. Las estad¨ªsticas deportivas existen desde hace casi tanto tiempo como el propio deporte.
?ltimamente, las estad¨ªsticas se han vuelto cada vez m¨¢s sofisticadas. En la NBA ya no nos conformamos con la media de puntos por partido de un jugador. Ahora necesitamos conocer el ?ndice de Eficiencia del Jugador, los puntos que marca en 48 minutos, la calidad de su juego en casa, fuera de casa, en los gimnasios donde hace fr¨ªo y en los de color rojo. Pronto querremos saber qu¨¦ marca de condones usa (o no usa).
He observado la tendencia hacia estad¨ªsticas cada vez m¨¢s complejas con la curiosidad morbosa que se suele reservar para los accidentes automovil¨ªsticos. Mi cerebro quiere ver lo que est¨¢ ocurriendo, pero mi coraz¨®n no est¨¢ seguro de querer enfrentarse a la cruda realidad. Hay dos medidas estad¨ªsticas que me han saltado a la vista particularmente. La primera es una cuya simplicidad habla de su posible genialidad: un sencillo sistema de m¨¢s/menos. El observador mide el impacto de un jugador registrando en un gr¨¢fico los resultados de su equipo con ¨¦l en la cancha. Si cuando el jugador se incorpora al partido su equipo va perdiendo de tres, y cuando sale lleva seis de ventaja, su m¨¢s/menos para ese lapso es de nueve. Al final del partido, o de la temporada, o de su carrera, podremos decir si, en general, el chico ha influido positiva o negativamente en las victorias.
Cualidades como la capacidad de liderazgo, la fiabilidad y la integridad importan mucho m¨¢s de lo que el estad¨ªstico pueda saber
Otra estad¨ªstica que ha llamado mi atenci¨®n es resultado del algoritmo de Victorias Producidas desarrollado por el economista del deporte David Berri. Asigna valores a las estad¨ªsticas que Berri y su equipo han descubierto que tienen un impacto en las victorias. El resultado es la parte del total de victorias del equipo que se puede atribuir a un jugador determinado.
Paulatinamente me he ido acercando cada vez m¨¢s a esas estad¨ªsticas, que me atra¨ªan porque concordaban con una de mis ideas principales, que es que deber¨ªamos medir las victorias, y no los logros individuales. Pero entonces me entr¨® el p¨¢nico. ?Acaso las estad¨ªsticas se est¨¢n volviendo demasiado buenas? ?Acabaremos por saberlo todo? ?Qu¨¦ sentido tendr¨¢ entonces jugar?
As¨ª que intent¨¦ buscar grietas en los n¨²meros. Y no tard¨¦ en encontrarlas. Por ahora, no hay ninguna estad¨ªstica que pueda explicar el pase que llev¨® a la asistencia, el bloqueo que abri¨® el camino al tirador en suspensi¨®n, o las jugadas defensivas que no terminan en una acci¨®n que se pueda medir, como un robo de bal¨®n o un tap¨®n.
Por no mencionar lo que ocurre fuera de la cancha. Un apret¨®n de manos en el vestuario; un mensaje de ¨¢nimo; el entrechocar de palmas cuando un jugador vuelve al banquillo, exhausto tras un buen rato en la defensa. Todo esto puede sonar insignificante al estad¨ªstico, pero este exjugador de baloncesto est¨¢ en condiciones de afirmar que cualidades como la capacidad de liderazgo, la fiabilidad y la integridad importan mucho m¨¢s de lo que el estad¨ªstico pueda saber.
Lo admito: fue un consuelo darme cuenta. Pueden llamarme anticuado, pero es bonito saber que si bien es posible que un d¨ªa nuestra capacidad anal¨ªtica llegue a ser tan poderosa que ya no necesitemos balones, cestas, canchas o uniformes, a¨²n no hemos llegado a ese punto.
Por ahora, todav¨ªa alguien tiene que jugar.
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