Agirretxe encuentra oro en el desierto

Sin riesgo, el f¨²tbol se convierte en pura monoton¨ªa: un tablero, unas fichas y un c¨®digo establecido que no se puede transgredir por el miedo al derrocamiento del rey. As¨ª, con esa actitud, los futbolistas de la Real y del Valencia eran peones obedientes que se mov¨ªan por las franjas de Anoeta como dos ej¨¦rcitos disciplinados. El miedo a perder prevaleci¨® durante toda la primera mitad sobre la ilusi¨®n de ganar. Y eso que ambos lo necesitaban para mantenerse en puestos europeos, la Real, y para acercarse a la ventanilla donde dispensan los pasaportes, el Valencia. La Real ejerc¨ªa bien la presi¨®n para frenar los acelerones del Valencia que trataba de superarla individualmente, sin ¨¦xito, pero luego no sab¨ªa qu¨¦ hacer con ella. Vela jugaba como los extremos de los a?os setenta, sobre la l¨ªnea de cal y apenas apunt¨® un par de pases cruzados sin peligro alguno. El Valencia, a cambio, optaba por la velocidad encontrando mejores soluciones en la pareja formada por Barrag¨¢n y Feghouli que, en el costado izquierdo, la de Bernat y Piatti. De lo uno y de lo otro, solo se obtuvo una jugada meritoria cuando Jonas empal¨® un saque de esquina de Parejo (el ¨²nico que efectu¨® bien). La Real no obtuvo salario alguno de su trabajo.

Ni un regate, ni un gramo de imaginaci¨®n, los delanteros agobiados por los defensas, a punto de depresi¨®n, el reloj aburrido por su mon¨®tono tic-tac, Anoeta en silencio. Con Zurutuza oscurecido, Canales un tanto desordenado, preso de su ambici¨®n tras el ninguneo de Pizzi, Carlos Vela amodorrado en la banda, apenas le quedaba a la Real los ramalazos de Griezmann. Pero todo mor¨ªa muy lejos de Diego Alves.

Con la necesidad de ganar, la monoton¨ªa era el fruto de la precauci¨®n, pero tarde o temprano alguien deb¨ªa dar un volantazo y pisar el acelerador. En la Real, Vela cambi¨® de autopista y eligi¨® la del centro, harto de ver crecer la hierba bajo sus pies. El Valencia dio un paso de algunos cent¨ªmetros hacia adelante, gracias a la estabilidad que le proporciona Keita en el centro del campo. Parejo, nefasto en los saques de esquina, lanz¨® un libre indirecto magnifico que cabece¨® Jonas, y el bal¨®n acab¨® entre el poste y una nube de piernas. Pero Jonas estaba en fuera de juego.

A rengl¨®n seguido se produjo la jugada m¨¢s cl¨¢sica del f¨²tbol y por, ello, de las m¨¢s bellas. Una salida vertiginosa, un centro violento y combado y un remate de cabeza al m¨¢s puro estilo de los viejos rematadores a cargo de Agirretxe, portentoso y marcando los tiempos para alojar el bal¨®n en el hiero que sujeta la red. El gol no era ni premio para el f¨²tbol de la Real ni castigo para el Valencia. Fue sencillamente un gol, un gran gol que volc¨® el reloj de Arena de Anoeta. Diez minutos despu¨¦s, ya con espacios para correr, la Real puso sentenciar el partido con un gran pase de Agirretxe que plant¨® a Griezmann acara a cara con Alves. El portero brasile?o, listo y taimado, le fue ganando cent¨ªmetro a cent¨ªmetro, mientas el franc¨¦s pensaba y acabo repeliendo su disparo.

El Valencia no estaba preparado para la heroica, programado para ser sensato y fr¨ªo y menos tras recibir un gol inesperado. Pero no quedaba otra. El Valencia padec¨ªa la decadencia de sus delanteros. Con Alcacer, sancionado, ni Jonas ni Vargas, ni despu¨¦s Ara¨²jo fueron ni arietes ni mediapuntas. Barrag¨¢n segu¨ªa siendo el mejor delantero... pero era el lateral derecho, solo ayudado en parte por Feghouli. Pero ambos centraban y nadie remataba. Jonas tuvo el empate en el tramo final del partido, pero ??igo Mart¨ªnez lleg¨® a tiempo para poner la puntera y desviar su remate. El Valencia vio alejarse el gol tanto como la frontera de Europa (donde por cierto tan bien la va), la misma que le ha abierto una barrera a la Real. Y todo porque Agirretxe encontr¨® oro en pleno desierto.