Di Mar¨ªa arrastra al Madrid
El argentino se ech¨® el equipo a la espalda, dribl¨® y dio dos pases de gol a Benzema
Dice el clich¨¦ que hay que ir ¡°partido a partido¡±. Pero la realidad de la competici¨®n y las emociones humanas discurren por caminos menos autom¨¢ticos. El vestuario del Madrid lo repet¨ªa desde hac¨ªa semanas. Mientras preparaba otros encuentros. En otras jornadas. Los jugadores pensaban en el partido, en la jornada, en la noche y la hora en que se medir¨ªan al Barcelona. El rival por excelencia. El que hab¨ªa que aplastar, aprovechando su depresi¨®n, y metiendo el estoque en su costado m¨¢s blando.
Ramos, Alonso, Cristiano, Di Mar¨ªa y Benzema dec¨ªan que ten¨ªan que salir a presionar arriba, a ahogar la salida del Bar?a y percutir por la banda izquierda, en donde se presum¨ªa que Alves y Piqu¨¦ atravesaban un momento de debilidad. La lectura result¨® b¨¢sicamente acertada. Pero el contraste con el adversario depar¨® tramas y h¨¦roes impensados.
Cada contra pasaba por sus botas, se iba de Busquets... romp¨ªa las l¨ªneas de presi¨®n
No fue el Madrid el primero en golpear. Tampoco fue el Bar?a ese equipo abatido que imaginaban los locales. El Madrid encaj¨® el primer gol y hubo que remontar. El Bernab¨¦u se qued¨® mudo y en la empresa destac¨® el hombre que la mayor¨ªa de los hinchas habr¨ªan descartado para acometer la tarea. ?ngel di Mar¨ªa no goza del favor de los poderes f¨¢cticos en Chamart¨ªn. Nadie le hace la propaganda. Los aficionados le resisten desde que se acomod¨® los genitales de cara a la tribuna, pero el hombre va a lo suyo. Piensa en el Mundial. Piensa en Sabella. Piensa en Brasil. Le obsesiona llegar a la Copa del Mundo como un tiro y se ha empe?ado en hacer exhibiciones. Ha firmado unas cuantas, pero la de anoche, por la relevancia del adversario, por la eminencia del momento, por el dramatismo de la necesidad de revertir el 0-1, ser¨¢ imposible que pase al olvido. Di Mar¨ªa se ech¨® el equipo a la espalda en un despliegue que dej¨® al p¨²blico at¨®nito. Cada contragolpe del Madrid pasaba por sus botas, cada desborde le encontraba como protagonista, se iba de Busquets, romp¨ªa la primera l¨ªnea de presi¨®n, la segunda, la tercera, y por adentro o por afuera, encontraba a sus compa?eros con una precisi¨®n impropia de un jugador que viene corriendo y driblando como un poseso. Meti¨® cuatro centros y Benzema tuvo el m¨¦rito de desmarcarse para cazarlos. Hubo cuatro remates. Dos goles. El 2-1 fue la obra de esta pareja de actores silenciosos en el fragoroso mundo medi¨¢tico de la capital.
Pocos jugadores en el mundo son capaces de hacer un derroche como el de Di Mar¨ªa en la primera hora del partido, desdobl¨¢ndose en dos funciones, entre la escolta de Alonso y la zona de definici¨®n. Corri¨® hacia atr¨¢s para secar a Neymar cuando el Barcelona tuvo la pelota y se despleg¨® en ataque cuando la recuper¨® su equipo. El desgaste de energ¨ªa fue tan extraordinario que al acabar una carrera, antes del 1-1, permaneci¨® en cuclillas intentado recobrar el ox¨ªgeno. Pareci¨® un s¨ªntoma de agotamiento. Despu¨¦s del 1-1 rompi¨® la celebraci¨®n para caer rendido y pedir la asistencia de los m¨¦dicos. Daba la impresi¨®n de estar mareado. Le cubrieron con una manta y despu¨¦s de un par de minutos de sosiego volvi¨® al campo como un cohete.
Di Mar¨ªa por su desborde, junto con Benzema por su remate, fueron los mejores jugadores del Madrid en el d¨ªa m¨¢s grande del campeonato. Toda una se?al de lo que significan las categor¨ªas y los merecimientos dentro de un equipo. Lo supo bien Carlo Ancelotti, que no alberg¨® dudas en su apuesta por ambos. A Benzema lo considera el ¨²nico delantero insustituible. A Di Mar¨ªa, la pieza que articula el 4-3-3.
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