Los muchachos del Cholo
Adri¨¢n es la sorpresa en el equipo inicial, Arda pone la imaginaci¨®n y Diego Costa exhibe su habitual coraje para unir Madrid con Lisboa en una gran actuaci¨®n colectiva


Stamford Bridge, el puente que une desde el barrio de Chelsea Madrid con Lisboa, se rindi¨® a los muchachos de Diego Pablo Simeone. A sus m¨¢s fieles. A la apuesta del argentino, Adri¨¢n; a su ¨ªdolo, Diego Costa. Al continuo homenaje al f¨²tbol que supone tener en el c¨¦sped a Arda Turan.
Con una eterna puesta de sol cayendo sobre Stamford Bridge, era el turco el primer jugador en palpar el c¨¦sped del vetusto estadio a orillas de Chelsea, en el barrio de Fulham. Ataviado con el traje, pantal¨®n gris, camisa blanca, Arda prescindi¨® de la chaqueta y dejaba al descubierto unos tirantes que, junto a su poblada barba, dan un aire bohemio a este f¨²tbol moderno de mechas y crestas imposibles. Sorb¨ªa de un vaso de pl¨¢stico lo que se intu¨ªa pod¨ªa ser caf¨¦ al ritmo que le marcaban los c¨¢nticos de las pocas decenas de espectadores que hora y media antes de que arrancase el duelo ya asomaban las gradas. "?Arda Turan, Arda Turan!", clamaba la marea rojiblanca, a lo que el ¨ªdolo respond¨ªa mostrando el brazo, apretando el b¨ªceps y cerrando el pu?o.
El delantero espa?ol recib¨ªa el cari?o de sus compa?eros antes del encuentro
Tras el turco, salt¨® la sorpresa del que iba a ser el once rojiblanco. Los gestos de cari?o hacia Adri¨¢n de sus compa?eros ven¨ªan a confirmar el runr¨²n que corr¨ªa a falta de la confirmaci¨®n oficial por parte del club. Bromeaba Arda con el asturiano para que luego fuese Diego Ribas el que le hiciese una caranto?a. Daba, pues, Simeone carrete a uno de sus fetiches, como hiciese en el partido de vuelta contra el Barcelona; como en la Supercopa de Europa, en la que el Atl¨¦tico aplast¨® al Chelsea en Montecarlo. Calcaba Simeone aquel once, con las inevitables ausencias de Gabi ¡ªsancionado, vio el partido detr¨¢s el banquillo arropado por una larga bufanda de lana rojiblanca¡ª, sustituido por Tiago; y Falcao, reencarnado en Diego Costa.
Pese a la fotocopia de la alienaci¨®n, el resultado en el primer tramo dist¨® mucho de aquel rodillo que supuso el segundo t¨ªtulo de Simeone en el banquillo rojiblanco. Reforzada la zaga del Chelsea con Ivanovic, el soldado m¨¢s fiel de Mourinho, un t¨¦cnico ante el que se rinde la hinchada blue, al que acompa?a con innumerables c¨¢nticos y varias pancartas ¡ªsimply the best, simplemente el mejor, resume una de ellas¡ª, el portugu¨¦s tambi¨¦n apost¨® por Ashley Cole en el flanco izquierdo, donde tendr¨ªa cabida Azpilicueta, que pas¨® a desenvolverse por el interior derecho. Pero fue la presencia de Hazard lo que activ¨® al Chelsea, timorato como anduvo por el Calder¨®n; lo que congestion¨® al Atl¨¦tico. Se mov¨ªa entre l¨ªneas el diablo belga, ca¨ªa Hazard por el costado de Juanfran, donde m¨¢s da?o provocaba en la zaga rojiblanca. Si alguien not¨® la presencia de Hazard en el c¨¦sped fue Fernando Torres, abandonado como estuvo en el Calder¨®n. Fue El Ni?o el que estuvo a punto de acabar con un sue?o del que pocos en el campo ten¨ªan tanta noci¨®n como ¨¦l. Hasta el punto de que no celebr¨® su tanto.
La afici¨®n rojiblanca record¨® a Luis Aragon¨¦s en la grada de Stamford Bridge
Carburado el Chelsea, en el banco rojiblanco se dejaba la vida Simeone dando indicaciones a Arda. Le reclamaba el t¨¦cnico m¨¢s verticalidad, que el bal¨®n circulase r¨¢pido. Pero el turco, maniatado, no encontraba otra forma que entregar el cuerpo al compa?ero de detr¨¢s. Las gesticulaciones, los gritos de Simeone, parec¨ªan llamar m¨¢s la atenci¨®n de Mourinho, que no le quitaba ojo, que el partido en s¨ª. Como si estuviese filosofando, como si el partido no tuviese que ver con ¨¦l, prefer¨ªa el t¨¦cnico blue gui?ar a la grada que aleccionar a su equipo.
Tanta descomposici¨®n de Simeone se vio recompensada al filo del descanso. Adri¨¢n, la apuesta del t¨¦cnico, obligaba con su tanto a lo que Mourinho intentaba evitar, que su equipo forzase, que se tuviese que echar adelante. Y fue otro de sus muchachos, Diego Costa, al que Simeone idolatra, el que termin¨® de sentenciar el encuentro. Mientras el sector rojiblanco clamaba a Luis Aragon¨¦s y el hispanobrasile?o entraba a las inservibles provocaciones de Ivanovic, Simeone evitaba ver el lanzamiento de penalti. Como tampoco quer¨ªa verlo Torres. Era el inicio de la fiesta rojiblanca. A la que se apunt¨® Arda, c¨®mo no, en su eterna oda al f¨²tbol de post¨ªn. Con su gol, el tercero, se pon¨ªa en pie Stamford Bridge, se levantaba un puente para unir Madrid y Lisboa.
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