El Mundial como sacrificio azteca
En cada Mundial comenzamos apoyando nuestra camiseta verde y acabamos apoyando la amarilla de Brasil
Poeta de la naturaleza, Carlos Pellicer escribi¨®: ¡°El verde se alimenta de amarillo¡±. El verso define la vacilante pasi¨®n mexicana: en cada Mundial comenzamos apoyando nuestra camiseta verde y acabamos apoyando la amarilla de Brasil.
Por desgracia, compartimos grupo con los brasile?os y nuestro cordial temperamento se reh¨²sa a arruinarle la fiesta a los anfitriones. Las perspectivas del equipo azteca son inciertas. Lo m¨¢s doloroso es que hace poco eran estupendas.
En 2012 M¨¦xico venci¨® a Brasil en la final de los Juegos Ol¨ªmpicos y decidimos so?ar en futuras proezas. Esta ilusi¨®n se reforzaba con los dos campeonatos Sub17 obtenidos por el equipo juvenil. Adem¨¢s, la selecci¨®n mayor, comandada por Jos¨¦ Manuel Chepo de la Torre, hab¨ªa mostrado ins¨®lita regularidad.
Pero lo que parec¨ªa una ¨¦pica se transform¨® en telenovela. La fase eliminatoria nos llev¨® a imprevisibles altibajos emocionales. El mejor jugador mexicano, Carlos Vela, se neg¨® a alinear con el equipo. Las razones permanecen en la oscuridad, pero apuntan a una desavenencia con la Federaci¨®n despu¨¦s de que el delantero de la Real Sociedad fuera sancionado por ¡°indisciplina¡± (nombre pol¨ªticamente correcto de una fiesta con sexoservidoras).
Aun sin Vela la clasificaci¨®n parec¨ªa sencilla. La CONCACAF ofrece tres boletos directos al Mundial y no incluye a ninguna selecci¨®n fuerte. Es una reserva ecol¨®gica sin depredadores a la vista.
A M¨¦xico le bastaba jugar a su nivel para clasificar sin mayor riesgo que el bronceado de los soles centroamericanos. Pero el equipo que destac¨® en partidos amistosos se convirti¨® en una sombra de s¨ª mismo en los compromisos serios. La telenovela aument¨® de tono y el p¨²blico exigi¨® cada vez m¨¢s de los futbolistas que juegan en Europa, ganan una fortuna y tienen novias demasiado guapas. Los emigrados dejaron de ser vistos como h¨¦roes de la patria y se convirtieron en ap¨®statas que abandonaron a su grey por un pu?ado de oro.
Honduras, Costa Rica y Estados Unidos se quedaron con los tres boletos para la gloria. Como la FIFA es generosa, M¨¦xico a¨²n pudo ir al repechaje. En esa regi¨®n de las ¨²ltimas oportunidades venci¨® a Nueva Zelanda, que parec¨ªa confundir la pelota con un kiwi.
Esos ¨²ltimos dos partidos fueron dirigidos por Miguel El Piojo Herrera, hombre carism¨¢tico cuya mejor estrategia es el sentido com¨²n. Para apaciguar las tensiones del vestuario, enfrent¨® a Nueva Zelanda sin europeos. Ahora, viajar¨¢ a Brasil con ellos, procurando que los resquemores previos se conviertan en patri¨®tico buen rollo.
El grupo de M¨¦xico es complicado por varias razones. La principal somos nosotros mismos. En esta etapa del culebr¨®n los complejos parecen superar a las posibilidades.
Nunca le hemos ganado a un pa¨ªs africano en competencia oficial. Camer¨²n es un conjunto poco ordenado pero veloz y nuestra defensa tiende a jugar en c¨¢mara lenta. Si no ganamos el primer partido, todo estar¨¢ perdido.
Brasil suele ser para nosotros menos letal que Alemania o Argentina, pero ahora juega en casa, tiene gran equipo y un entrenador que combina la creatividad con la disciplina.
Croacia cuenta con individuales tan deslumbrantes que El Piojo deber¨¢ prohibirle a los suyos que se abstengan de pedirles aut¨®grafos.
Desde hace d¨¦cadas nuestra esperanza consiste en llegar al quinto partido. Esta vez, el temible cuarto juego ser¨ªa contra Holanda o Espa?a.
El nublado horizonte se presta para un tradicional sacrificio azteca. Esto no acaba con nuestra ilusi¨®n. La suerte nos ha dado tantas veces la espalda que nos debe una recompensa. Si el cosmos compensa sus desigualdades, le ganaremos a Brasil y el poeta Pellicer volver¨¢ a tener raz¨®n: ¡°El verde se alimenta de amarillo¡±.
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