Grecia, supervivencia bajo m¨ªnimos
Los helenos, con un salvador Karnezis, resisten con diez jugadores el asedio final japon¨¦s Ambos equipos se jugar¨¢n el pase a octavos en el tercer partido sin depender de s¨ª mismos
Esperar, depender de otros, pensar en las ocasiones perdidas, en los acelerones no dados, en los pases errados, en el esfuerzo de menos, en el ¨ªmpetu de m¨¢s, en el ardor de Samaras, ese melenudo que nunca desfallece, en la sangre demasiado fr¨ªa de Keisuke Honda, en las manos gran¨ªticas de Kawashima y Karnezis, h¨¦roes de turno. No les queda m¨¢s que eso a Jap¨®n y Grecia tras un partido de frustraci¨®n y buenas y malas intenciones. Las buenas las pusieron los japoneses, que tuvieron el bal¨®n y pegaron un arre¨®n final de locos a la carrera y disparos a tocateja. Las malas, los griegos, que hicieron de la econom¨ªa de esfuerzos su car¨¢cter del d¨ªa, dando por imposible la creatividad, el ataque y otras filosof¨ªas igualmente arriesgadas. Nipones y helenos deb¨ªan ganar para ser ellos mismos los decisores de sus destinos en la ¨²ltima jornada del grupo C. Ahora, tras repartirse un empate sin goles, les queda esperar.
JAP?N, 0 - GRECIA, 0
Jap¨®n: Kawashima; Uchida, Konno, Yoshida, Nagatomo, Hasebe (Endo, min.46), Yamaguchi; Okazaki, Honda, Osako (Kagawa, min.57) y Okubo.
Grecia: Karnezis, Torosidis, Manolas, Sokratis, Holebas, Kone (Salpingidis, min.81), Maniatis, Fetfatzidis (Karagounis, min.41), Katsouranis, Samaras y Mitroglou (Gekas, min.35).
?rbitro: Joel Aguilar. Expuls¨® a Katsouranis en Grecia por doble amarilla (min.27 y 38). Amonest¨® a Hasebe, Samaras, Torosidis.
Estadio das Dunas (Natal).
La primera parte corri¨® entre el tedio japon¨¦s, ilustrado en los pases que se daban la pareja de centrales, Yoshida y Konno, y las arremetidas de Samaras, ese ariete que vive desde hace a?os en Escocia y no se cansa de atacar a empellones cualquier porter¨ªa. En este caso fue la de Kawashima, que estuvo inmenso, casi tanto como su hom¨®logo Karnezis, protagonista del duelo. Samaras tuvo una, a pase de Mitroglou, y una marr¨®, atorado en el l¨ªo de piernas que ambos equipos se encontraban al merodear la frontal. Jap¨®n ten¨ªa la pelota, hilvanaba en paralelo y de vez en cuando, enredada, se asomaba a la parcela decisiva, pero equivocaba irremediablemente la acci¨®n. Pasaba cuando deb¨ªa tirar, tiraba cuando deb¨ªa aguantar, aguantaba cuando necesitaba ser vertical. Lo dem¨¢s, los entresijos de los primeros 45 minutos, un amplio surtido de la nada: la lesi¨®n de Mitroglou, que se dol¨ªa de la espalda desde el primer bal¨®n que toc¨®, la expulsi¨®n de Katsouranis por dos amarillas de libro, la rosca de Osako que roz¨® la escuadra y alg¨²n tiro libre de Honda que solo llev¨® el peligro del prestigio de su zurda refinada.
Mientras, Grecia, equipo romo y veterano, caracterizado ante Jap¨®n por su ausencia de ideas ofensivas, daba un recital de c¨®mo sacar lo m¨¢ximo con lo m¨ªnimo. Tir¨® tres veces y dos de ellas acabaron con parad¨®n de Kawashima. Primero a Torisidis, que fusil¨® un bal¨®n suelto en el ¨¢rea peque?a, y despu¨¦s a Gekas, que pic¨® un cabezazo a saque de esquina. Todo esto dentro de una rigurosa dosificaci¨®n del sudor, que permiti¨® a Kone y Maniatis, dos pilares entrados en a?os, aguantar con m¨¢s dolor que gracia el lento asedio japon¨¦s. Ya en la segunda parte, el bal¨®n, propiedad nipona, circulaba con m¨¢s agilidad y las posiciones de remate eran cada vez m¨¢s francas. Lleg¨® entonces un ramillete de ocasiones. La primera, la m¨¢s clara, la tuvo Okubo: Uchida centr¨® de primeras un gran bal¨®n filtrado por Kagawa y el delantero, solo para empujar, la ech¨® arriba. Acto seguido los de Zacheronni perdonaron otra vez, y otra m¨¢s, y otra m¨¢s. Hasta seis de gol tuvieron ante unos helenos definitivamente desfondados.
Era el momento, fue casi el momento, el momento ya pasaba y los nipones se quedaban con las ganas. La lengua fuera del guerrero Samaras imploraba que todo terminara, lo que supon¨ªa una gracia de cinco d¨ªas para el destino mundialista griego. La tregua fue concedida, el ¨¢rbitro Joel Aguilar pit¨® el final y los dos equipos, unos m¨¢s cabizbajos que otros, se hicieron al instante a una idea que era casi una tortura. Tendr¨ªan, s¨ª, que esperar.
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