Brasil, por las bravas
Con goles de sus centrales Thiago Silva y David Luiz y golpe a golpe, La Canarinha elimina a una Colombia sometida al principio y sin tiempo al final Neymar abandona el partido lesionado y el m¨¦dico diagnostica una fisura en la tercera v¨¦rtebra
Por lo civil o por lo militar, lo que haga falta. As¨ª es este nuevo Brasil del general Scolari, ya en semifinales a golpe de centrales, autores ambos, Thiago Silva y David Luiz, de los dos tantos locales. A falta de juego, los defensas tocan la corneta. A rebufo qued¨® Colombia, parca y sometida al principio y sin tiempo al final para la remontada. A los cafeteros se les hizo tan corto el ¨²ltimo tramo como a James, el diamante pulido este mes, el Mundial, que se fue con tantas l¨¢grimas como moratones en las piernas. Este Brasil puede fardar de resultados, pero su desapego por el encanto que le distingu¨ªa resulta descorazonador. Hoy es un equipo de tosca armadura, piernas de m¨¢rmol y zurra que zurra: hizo una falta cada tres minutos, sin que al parecer el ¨¢rbitro, el espa?ol Velasco Carballo, llevara la contabilidad. Tampoco tom¨® nota de la estocada de Z¨²?iga a Neymar en la columna, lo que hizo al brasile?o dejar el partido en la camilla.
De entrada, no compareci¨® la descocada Colombia, sino un equipo deste?ido, atenazado, con plomo en la cabeza y los pies. Con el garrote a mano y mucho voltaje, Brasil encapsul¨® a su adversario, sostenido por su portero Ospina, al que ese incre¨ªble Hulk con botas acribill¨® en m¨¢s de una ocasi¨®n. Hulk, forrado en m¨²sculos, simboliza a esta Canarinha de bucaneros, un equipo de f¨²tbol convertido en un convoy de tanques. Por las bravas, como si en cada disputa estuviera a un paso la tercera guerra mundial, Brasil, con su f¨²tbol machote, someti¨® a su rival, incapaz de coger el hilo al juego. Inferior en el cuerpo a cuerpo, Colombia no pudo imponer sus virtudes y hasta el segundo acto, el guion siempre fue brasile?o.
El grupo de P¨¦kerman no lograba reclutar a James, contra el que Scolari hab¨ªa dictado orden de arresto a Fernandinho el primero, y, en caso de necesidad, al que merodeara su sombra. El objetivo: James por los suelos. Ni caso hizo el espa?ol Velasco Carballo, que no perdi¨® ocasi¨®n en sancionar a la estrella colombiana por una parvulada en comparaci¨®n con la le?a recibida. Curioso, antes del gol de David Luiz, con m¨¢s de 40 faltas ya por el camino (25 brasile?as), James y Yepes ya hab¨ªan sido amonestados. Por La Canarinha, solo Thiago Silva, que se perder¨¢ la semifinal con Alemania. El ¨¢rbitro madrile?o contemporiz¨® con el cuadro local hasta con el espray, que no siempre fue una frontera para la barrera brasile?a.
Brasil juega a la carga, con los tambores a todo trapo. Y m¨¢s en las ¨¢reas, que las convierte en un feudo de cocodrilos. En territorio propio o ajeno, sus centrales marcan la l¨ªnea. As¨ª que a la primera que se gan¨® un c¨®rner desfigur¨® a la defensa cafetera. Neymar lanz¨® un saque de esquina antes de los diez minutos, atacantes y defensores cazaron moscas y la pelota cay¨® a la zona de Thiago Silva, que anot¨® de un rodillazo. Lo mejor que le pod¨ªa pasar a este Brasil que llegaba con tantas angustias, una ventaja sin demora. Colombia not¨® la sacudida y muy pronto sinti¨® que era un forastero en un terreno inh¨®spito. Que el partido trataba de aceptar el golpe por golpe y que no siempre habr¨ªa un juez para interrumpir el combate.
Encriptado James entre el selv¨¢tico medio campo local, en el primer acto Brasil fue una avalancha, y s¨®lo Cuadrado tuvo a tiro a Julio C¨¦sar. Con ?scar m¨¢s centrado y Maicon por Alves con la costa derecha a sus pies, Colombia sufri¨® el asedio por todos los rincones, con su zaga hecha un ovillo ante cada embestida de Hulk junto a Marcelo, ante los bailes de Neymar. No encontraba remedio. Y no lo tuvo hasta que parec¨ªa definitivamente condenada.
El ¨¢rbitro sancion¨® a James Rodr¨ªguez por una parvulada en relaci¨®n con la le?a recibida
El conjunto de P¨¦kerman arranc¨® con mayor soltura en el segundo tiempo, con Brasil m¨¢s recogida, lo que al menos le conced¨ªa la posibilidad de disputar el partido alejada de su porter¨ªa. Los centuriones de Scolari no le abr¨ªan v¨ªas hacia Julio C¨¦sar, pero de Ospina ya no hab¨ªa noticias. Los muchachos colombianos se quitaron los cors¨¦s. Echaron un vistazo al frente y equilibraron el juego. En su mejor momento colombiano, Yepes, su capit¨¢n, resolvi¨® un descomunal enredo en el ¨¢rea, pero un asistente invalid¨® el gol al acertar un fuera de juego por una u?a al inicio de la jugada. De inmediato, con Brasil titubeante, de nuevo un central acudi¨® al auxilio. A muchas cuadras de Ospina, David Luiz traz¨® un gol sensacional. Un zapatazo que hizo que la pelota, ya en vuelo, cambiara de rumbo en direcci¨®n a la red. Un golazo.
Brasil carga con todo y convierte las ¨¢reas en un feudo de cocodrilos
A la selecci¨®n colombiana solo le quedaba el remango de James Rodr¨ªguez, un jugadorazo, por su enorme clase y porque con su juventud ni Fernandinho con la estaca logr¨® que se escondiera. Aguant¨® con los dientes apretados y rem¨® cuanto pudo para acortar distancias en un penalti may¨²sculo del portero Julio C¨¦sar a Bacca. Marc¨® James y Colombia rem¨® cuanto pudo hasta morir de realidad en la orilla. Lo hizo llorando como una regadera, pero tiene todo un mundo por delante para pelear por los tronos.
De momento, a eso aspira este Brasil de corsarios, en el que el gol tambi¨¦n es cosa de sus centrales. Como lo hab¨ªa sido horas antes de Alemania, su pr¨®ximo adversario. Y un cartel antinatural: Alemania quiere la pelota que adoraba el viejo Brasil y Brasil prefiere los corpachones que distingu¨ªan a la antigua Alemania. El f¨²tbol tiene rev¨¦s.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.