?Y ahora?
Las protestas, las elecciones, todo se hab¨ªa aparcado en Brasil por la celebraci¨®n del Mundial del que es anfitri¨®n
Tras el quinto gol, una chica joven vestida con la camiseta amarilla de Brasil dej¨® de mirar la televisi¨®n que ten¨ªa enfrente; despu¨¦s se acerc¨® a la pantalla de la izquierda para comprobar si emit¨ªa lo mismo y cerciorarse de que lo que ve¨ªa no se trataba de un error o de un mal sue?o. En el barrio de la marcha de la ciudad, Vila Madalena, donde jornada tras jornada, con intensidad creciente, se iban congregando cada vez m¨¢s seguidores con ganas de fiesta, la gente comenz¨® a irse en el descanso, dejando los bares vac¨ªos, las calles solas. El presentador de la televisi¨®n, en el descanso, incr¨¦dulo m¨¢s que desolado, s¨®lo acert¨® a decir: "Qu¨¦ humillaci¨®n ?no?". Las c¨¢maras repet¨ªan, insistentemente, la escena de un ni?o llorando, la de los jugadores llorando. Una y otra vez. Una y otra vez. ?Y ahora?
Brasil entr¨® en este Mundial algo enfurru?ado, desconfiado, sin tenerlas todas consigo. Las protestas y las manifestaciones que sacudieron el pa¨ªs hace un a?o demostraron que ya no bastaba con lo que hab¨ªa y que los t¨®picos brasile?os (el f¨²tbol, la samba, el Carnaval....) ya no eran suficientes. La gente, joven, universitaria, de una nueva clase media emergente, reclamaba mejores hospitales, mejores institutos, una polic¨ªa menos reaccionaria y brutal... Y se quejaba de que se hubiera gastado tanto en estadios para jugar al f¨²tbol. Una de las frases m¨¢s coreadas entonces era "N?o vai ter copa" (no habr¨¢ Mundial ), preconizando que las protestas continuar¨ªan hasta impedir que comenzara el Campeonato.
Las c¨¢maras repet¨ªan, la escena de un ni?o llorando, la de los jugadores llorando
El mismo d¨ªa de la inauguraci¨®n, hubo manifestaciones en S?o Paulo, en R¨ªo, en otras ciudades, hubo contenedores incendiados, cargas policiales, detenidos y manifestaciones. Los taxistas, las dependientas, los camareros o los oficinistas segu¨ªan quej¨¢ndose y aseguraban que se hab¨ªa gastado mucho dinero, pero tambi¨¦n a?ad¨ªan que ver¨ªan el primer partido. Y el partido, Brasil-Croacia, se celebr¨®. Dilma Rousseff, la presidenta de Brasil, del PT, fue silbada e insultada por la inmensa mayor¨ªa del p¨²blico, casi todos de clase media-alta.
Pero el Mundial arranc¨®, la pelota ech¨® a rodar, Brasil avanzaba, a trompicones pero avanzaba, y la gente comenz¨® a olvidarse de las protestas. El ex presidente Luis In¨¢cio Lula da Silva, participante en muchas manifestaciones en sus tiempos de sindicalista pero seguidor furibundo de la selecci¨®n, aseguraba que hab¨ªa un tiempo para las protestas y otro para el Mundial. Y la gente parec¨ªa darle la raz¨®n. Cada vez hubo m¨¢s banderas brasile?as en las calles, cada vez m¨¢s coches llevaban los cap¨®s adornados, cada vez hubo m¨¢s gentes en los bares, m¨¢s personas con la camiseta amarilla. Los taxistas, las dependientas, los camareros y los oficinistas ya estaban m¨¢s convencidos. Y ya parec¨ªa un Mundial como los otros, a¨²n m¨¢s, porque se celebraba en Brasil: una fiesta y una obsesi¨®n que s¨®lo cuando se vive aqu¨ª se percibe en toda su pujanza. Una mujer universitaria de unos cuarenta a?os respondi¨® as¨ª a la pregunta de por qu¨¦ se tomaban tan a pecho lo del f¨²tbol de su selecci¨®n: "Porque es algo en lo que siempre hemos sido los mejores".
"Tengo miedo de abrir la nevera y encontrarme un gol de Alemania"
?Y ahora?
Ahora el encanto ha desaparecido de golpe. Con una paliza hist¨®rica, con una goleada inesperada e inimaginable. Ahora la realidad se impone. Y la sombra de las protestas y las manifestaciones y el malestar que quedaron narcotizadas mientras la pelota rodaba a favor del equipo, surge de nuevo. Hay, sin embargo, quien recurre al humor. Un seguidor de Brasil aseguraba en el primer tiempo: "Tengo miedo de abrir la nevera y encontrarme un gol de Alemania". Tambi¨¦n Lula aseguraba en esa misma entrevista hace una semana que el resultado del campeonato del mundo no influir¨ªa en las elecciones presidenciales de octubre. Pero seguro que no pensaba, como nadie, en un 7-1.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.