Ni Messi ni Robben, Mascherano
Argentina vuelve a una final 24 a?os despu¨¦s tras vencer a Holanda en los penaltis El meta Romero par¨® dos y La Albiceleste se medir¨¢ a Alemania
Argentina salv¨® el honor de Am¨¦rica y disputar¨¢ la final de Maracan¨¢ contra Alemania. ¡°Brasil, decime qu¨¦ se siente tener en casa a tu pap¨¢ (¡) A Messi lo vas a ver, la Copa nos va a traer, Maradona es m¨¢s grande que Pel¨¦¡±, no para de cantar la hinchada albiceleste desde que lleg¨® a R¨ªo de Janeiro. No hay consuelo posible para la anfitriona, obligada al partido de castigo contra Holanda, la eterna derrotada del Mundial. No hay tampoco selecci¨®n m¨¢s dif¨ªcil de pelar que la argentina del Jefecito Mascherano, reencarnado en el Negro Obulio Varela, el Jefe de Uruguay en 1950. Messi todav¨ªa tiene la opci¨®n de ser la mayor celebridad del f¨²tbol gracias a Mascherano y al portero Romero, que fue como Goycochea en Italia 90 en la semifinal contra La Azzurra.
Los meritorios redimieron al 10. A Messi le pesaron demasiado las dos cintas que le anudaron en sus brazos, una por Di St¨¦fano en se?al de duelo y otra por Maradona como capit¨¢n: los brazaletes fueron pesas para La Pulga. No se ofreci¨®, ni tir¨®, ni dio un pase, sino que se remiti¨® a la tanda de penaltis para dejar el 0-1. No sali¨® del minuto de silencio que se guard¨® en memoria de Don Alfredo. Ni Messi ni el partido de S?o Paulo. A una primera semifinal por exceso sigui¨® una segunda por defecto, digna de ser penalizada si se atiende al curr¨ªculo de los dos equipos y de sus figuras, sobre todo de Messi y Robben.
No habr¨¢ partido f¨¢cil de jugar despu¨¦s del impacto del 1-7 del Mineir?o. Los aficionados se miran, los jugadores tocan al pie y los t¨¦cnicos cuidan mucho la alineaci¨®n, tambi¨¦n Van Gaal y Sabella. El holand¨¦s cambi¨® a un extremo como Depay por un volante recuperador de la talla de De Jong y el argentino sustituy¨® al atacante Di Mar¨ªa por el centrocampista Enzo P¨¦rez. El mensaje de los t¨¦cnicos cal¨® en el encuentro. Ninguno de los dos equipos se solt¨®, ambos pendientes del freno de mano, preocupados por evitar el error y no por generar situaciones de riesgo, m¨¢s all¨¢ de que los oranje se desplegaran a partir de tres centrales (5-3-2) y los albicelestes del cl¨¢sico 4-4-2, la nueva f¨®rmula despu¨¦s de quedarse sin Di Mar¨ªa ni Ag¨¹ero de los cuatro fant¨¢sticos aclamados por Messi.
El 10 tom¨® la pelota a poco de empezar y se arranc¨® con un tiro libre que bloc¨® Cillessen. Y para de contar: se fue Messi. Argentina enfilaba a Holanda por el flanco izquierdo, defendido por Martins Indi, un zaguero falt¨®n que recuerda a Bogarde. Las ayudas y coberturas, sin embargo, funcionaban bien en el equipo de Van Gaal mientras el de Sabella procuraba que no entrara en juego Robben. El dinamismo de Enzo P¨¦rez ayud¨® a combatir la quietud general, terreno abonado para las contras vertiginosas al espacio de Robben. Tampoco se calz¨® los tacos el 11. Mandaba la t¨¢ctica, se impon¨ªa el respeto por no decir el miedo, no pasaba nada en S?o Paulo.
Aguardaba Messi y esperaba Robben. No entraban en juego ni el 10 ni el 11, desconectados de las l¨ªneas de pase, disminuida Holanda por las molestias de Sneijder. No hab¨ªa m¨¢s protagonista que Martins Indi, o Bruno Martins, un defensa del Feyenoord nacido en el circuito industrial de Lisboa al que buscaban siempre Messi y Lavezzi. No quedaba m¨¢s remedio que atender a una jugada de estrategia, al momento Messi o al momento Robben, o a la libreta de Van Gaal. No tard¨® ni un minuto el t¨¦cnico en sustituir a Martins Indi por Janmaat, que se situ¨® en el lateral derecho para que Kuyt defendiera el flanco izquierdo.
La versatilidad de los zagueros holandeses es tan amplia que permite multitud de movimientos correctores, y m¨¢s en manos del calculador Van Gaal. Ya no hubo ni la posibilidad de mirar a Martins Indi. Ni los c¨¢nticos albicelestes despertaron el partido, cada vez m¨¢s parado, tenso, trabado, pasado por agua e insoportable, nada nuevo por parte argentina, siempre pendiente de Messi, y en cambio una sorpresa en Holanda, hasta ahora m¨¢s protagonista futbol¨ªsticamente en la Copa.
No estaba Messi, como si le hubieran sustituido, perdido por la cancha, ni corr¨ªa Robben. Y no hab¨ªa pleito si no interven¨ªan el 10 y el 11, resguardados los dem¨¢s detr¨¢s de la pelota, parapetados en su muro, fallones hasta en las faltas laterales. No daban una a derechas ni unos ni otros, siempre en fuera de juego, flojos de piernas, bloqueados, atemorizados por la derrota. Ni la salida de Ag¨¹ero despabil¨® a Argentina. La ¨²nica oportunidad lleg¨® cuando Mascherano se tir¨® al suelo para sacar un tiro de Robben (m.90).
La jugada dio paso a la pr¨®rroga y Van Gaal apost¨® por Huntelaard como tercer cambio por el desaparecido Van Persie, se?al de que aspiraba a resolver el choque antes de los penaltis, pues ya no podr¨ªa dar entrada al portero suplente Krul, decisivo en la tanda con Costa Rica. Argentina cerr¨® los ojos y con dos menos, ausentes Messi y Ag¨¹ero, se puso a defender su marco con la misma eficacia que ante Suiza o B¨¦lgica. No hay manera de meterle un gol a Romero ni cuando Robben encuentra finalmente espacios para tirar un ca?o a Demichelis. Abierto el partido, La Albiceleste incluso tuvo la opci¨®n de cerrar el pase a la final con un remate fallido de Palacios y un segundo de Maxi.
Mascherano se jug¨® la vida por Argentina en el partido y en la pr¨®rroga, de manera que no hubo manera de evitar los penaltis. Y Cillessen no fue entonces Krul. El protagonista fue Romero, que le par¨® los lanzamientos a Vlaar y Sneijder mientras no fallaban Messi, Garay, Ag¨¹ero y Maxi. A Van Gaal le fallaron por una vez los c¨¢lculos ante la competitiva selecci¨®n del Jefecito Mascherano, omnipresente en S?o Paulo, salvador de Messi, que podr¨¢ ser Maradona el d¨ªa 13 en Maracan¨¢. Argentina y Alemania jugar¨¢n la final como en 1990 y como en 1986 cuando La Albiceleste del Pelusa sali¨® campeona en M¨¦xico.
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