La mutaci¨®n de Argentina
El equipo de Sabella, con Mascherano como s¨ªmbolo en lugar de Messi, encara la final con solo tres goles encajados, como ya ocurriera en las citas del 86 y del 90
Argentina se ha desmentido a s¨ª misma y ha tomado la senda de sus predecesoras en el 86 y el 90, sobre todo de la de la primera, por m¨¢s que este Messi est¨¦ m¨¢s cerca del Maradona de Italia. La selecci¨®n de Alejandro Sabella lleg¨® a Brasil como un equipo tan reputado en ataque como aparentemente descosido en defensa y sin mucha adicci¨®n al centro del campo. Su tr¨¢nsito hasta la final revela lo contrario, su blindaje ante el meta Romero le ha permitido escalar hasta quedar a un paso de la cumbre. Al fin y al cabo, ese fue siempre su recorrido en las tres finales mundialistas que ha disputado tras la inaugural de 1930. Los paralelismos son rese?ables, ya fuera en tiempos de Maradona o de Messi: encauz¨® la final del 86 con 11 goles a favor; la del 90, con cinco; y la de 2014, con ocho. Las defensas fueron un calco y en los tres casos solo recibi¨® tres goles.
La simetr¨ªa quiz¨¢ tenga que ver, ayer y hoy, con que lo sustancial del molde no ha variado. Maradona entonces y Messi ahora han contado siempre con guardias de centuriones entrenadas por t¨¦cnicos de la escuela de Estudiantes, Bilardo y Sabella, t¨¦cnicos que se reservan para s¨ª una cuota de intervencionismo a la hora de proteger a sus ¨ªdolos ¨²nicos. Esa es su misi¨®n, evitar cualquier constipado en defensa y dejar el asunto del ataque en las botas de los astros y algunos auxiliares, ya sean Valdano, Burruchaga, Caniggia, Calder¨®n, Di Mar¨ªa o Higua¨ªn. Los tres equipos, los de Maradona y el de Messi, debieron aprender a convivir con los genios, lo que no siempre resulta f¨¢cil. En la medida en que la Argentina de Sabella se ha ido acercando a la de aquellas que alcanzaron las finales del 86 y el 90, el equipo se ha hecho m¨¢s consistente. No tiene elixir, pero apenas concede ocasiones.
En consonancia con el conjunto de Italia 90, tambi¨¦n ha encontrado en un suplente a un distinguido atajador de penaltis. Goycochea, reserva de Pumpido, que se lesion¨® en un partido con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, lo fue hace 24 a?os al afrontar dos tandas consecutivas, una frente a Yugoslavia en cuartos ¡ªimpidi¨® los goles de Brnovic y Hadzibegic y evit¨® una condena a Maradona, que hab¨ªa fallado antes¡ª y otra contra Italia en la semifinal, cuando despach¨® al anfitri¨®n al detener los lanzamientos de Donadoni y Serena. En la final, a un dedo se qued¨® de desviar el penalti ganador, en tiempo de juego, de Brehme. Romero, reserva en el M¨®naco, frustr¨® el mi¨¦rcoles a Vlaar y Sneijder. Mascherano, un motivador de primera, se lo sopl¨® antes de la rueda: ¡°Hoy vas a ser nuestro h¨¦roe¡±.
Con Messi, Higua¨ªn, Ag¨¹ero, Di Mar¨ªa, Lavezzi y Palacio en la n¨®mina, La Albiceleste parti¨® como un equipo de ataque imponente. En cambio, la defensa se agrietaba con Fern¨¢ndez y a Mascherano, con Gago al lado, le costaba adaptarse de nuevo al puesto de pivote tras su auxilio como central en el Barcelona. Gota a gota, pero en el arranque del campeonato apareci¨® el mejor Messi, el autor de cuatro goles en la fase de grupos. Lesionado Ag¨¹ero, Sabella intervino con ¨¦xito, retoc¨® la defensa, con Demichelis por el fr¨¢gil Fern¨¢ndez y Biglia tom¨® la delantera a Gago. Se apag¨® Messi, pero creci¨® Mascherano y con ¨¦l todo el armaz¨®n defensivo. Lo uno por lo otro. El torneo ha dejado a Leo como capit¨¢n y su colega y amigo como general. Aqu¨ª radica una de las diferencias entre esta Argentina y la del 86. Messi se parece m¨¢s al Maradona del 90, por lo que si en M¨¦xico dieron un estir¨®n los que rodeaban al mito (Valdano y Burruchaga), en Brasil se han agigantado los pretorianos de Mascherano (de Romero a Bigia o P¨¦rez, pasando por Garay y Demichelis).
El papel de Mascherano ha sido crucial. Frente a Holanda, Sabella insisti¨® de nuevo al equipo en la necesidad de no perder la pelota hasta cruzado el medio campo, no dejar campo abierto a gente como Robben y Van Persie. Con el mejor Messi y Di Mar¨ªa con el turbo, el juego largo era m¨¢s habitual. Al alejarse Leo de la porter¨ªa, al equipo no le importa en absoluto tirar pases y pases en zonas ¡°no militarizadas¡±, en horizontal, cortita y al pie. Por algo, Mascherano es el jugador del Mundial que m¨¢s maneja la pelota. Pero, de forma arriesgada, jam¨¢s. A Argentina le ha ido de maravilla.
Lo accidental ¡ªlas lesiones del Kun y Di Mar¨ªa¡ª y las variantes t¨¢cticas de Sabella han terminado por cuajar a una Argentina impenetrable, nada que ver con la que se presum¨ªa al toque de corneta de Messi y sus compa?eros de ataque. En las tres eliminatorias directas, la selecci¨®n no ha encajado un solo gol y ha logrado la plaza en Maracan¨¢ sin el brillo de otros finalistas recientes, pero s¨ª con la misma eficacia: Argentina est¨¢ en la final con los mismos tantos anotados por la Francia de 2006 (ocho) y uno m¨¢s incluso que la Espa?a de 2010 (siete). Si se toman como referencia los dos Mundiales anteriores, las retaguardias de los finalistas son muy similares. Si Argentina solo ha padecido tres dianas ¡ªpor cuatro de Alemania¡ª, Italia y Francia afrontaron el duelo decisivo de 2006 con uno y dos, respectivamente. Cuatro a?os despu¨¦s, La Roja lo hizo con dos tantos en contra y Holanda, con cinco.
Alemania, tras su exhibici¨®n con Brasil, asusta y hasta su prensa lamenta que haya que esperar hasta el domingo para que le den la Copa: ¡°?Felicidades Messi! As¨ª basta para ser subcampe¨®n¡±, titulaba Bild. Se ver¨¢. Alemania deslumbr¨® en semifinales, pero esta Argentina sin p¨²rpura se ha ido fortaleciendo. Ahora, Mascherano y lo que representa es el punto de partida y Messi, si acaso est¨¢, el punto final.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.