Un tibur¨®n en el tr¨®pico
En los Alpes abrasadores, nueva victoria del imbatible Nibali, mientras que Valverde se mueve para desbancar a Porte y ya es segundo
Jan Bakelants se aparta apresurado, como quien va por la v¨ªa y oye acercarse al tren y no quiere que le atropelle, y desde casi la cuneta, casi parado, en el horno de asfalto en el que se ha horneado hasta casi quedarse reseco, ve pasar acelerando al convoy, del que tira, peque?a pero veloz locomotora, John Gadret. Detr¨¢s de ¨¦l, como el fogonero de los westerns echando carb¨®n, m¨¢s madera, es la guerra, Alejandro Valverde, venga, venga, venga. Y a su rueda no m¨¢s de 20, que en un visto y no visto desaparecen de la visi¨®n de Bakelants, quien ha estado fugado y ya no puede m¨¢s. Acaban de comenzar a ascender a Chamrousse, por encima de Grenoble, cuyo valle atraviesa el pelot¨®n como los sedientos aventureros que osaban atreverse con el Valle de la Muerte entre Nevada y California. Quedan 16 kil¨®metros para la cima.
Entre los 20 que siguen a Gadret, en su cerebro, en sus sentimientos, bullen ideas y deseos. El primero, el de supervivencia; el segundo, el sue?o de un ataque ¨²nico, victorioso, aniquilador. Solo a uno de ellos le estar¨¢ permitido alcanzar su sue?o. Viste de amarillo y se distingue de los dem¨¢s porque ¨¦l tambi¨¦n se detiene para ver pasar el tren, pero no lo hace como Bakelants, ech¨¢ndose a un lado para que no le pase por encima, sino que, insolentemente, lo hace desde la propia m¨¢quina, acelerando un poco, poni¨¦ndose por delante y volviendo la mirada para ver c¨®mo marchan lo que a sus ojos, tan frescos, pues el Tibur¨®n, pues Nibali, que es siciliano, parece disfrutar del calor tropical que a todos atormenta y les obliga a espachurrar los bidones de agua sobre las rendijas del casco para refrescarse por aspersi¨®n. Y lo que ve le conforta. Y tambi¨¦n lo que no ve. Ve a Valverde ya solo, sin equipiers, y ve que los dem¨¢s solo est¨¢n atentos a su rueda, la de la esperanza, pues parecen saber que en Nibali, en su estela, no encontrar¨¢n consuelo. Y no ve a Porte, que hab¨ªa salido de Saint ?tienne como su segundo en la general y se ha fundido y confundido en el calor que derrite el asfalto y su voluntad, sus fuerzas.
"Me favoreci¨® que Valverde seleccionara la carrera desde tan lejos¡±, dice el l¨ªder italiano
Pero todo esto a Valverde no le dice nada. A Valverde le gu¨ªan sus piernas, con las que habla y dialoga, y su ¨¢nima combativa, su terquedad quiz¨¢s. Las piernas le han enviado se?ales positivas. Las ha procesado y ha decidido que deb¨ªa atacar sin atenerse a las consecuencias. Ha mandado acelerar a los tres compa?eros que han resistido el primer puerto y tambi¨¦n el valle, a Rojas, que esprinta como si fuera a ganar una etapa; a Izagirre, con el maillot de la bandera de Espa?a y una costilla rota, que acelera hasta que no puede m¨¢s; a Gadret, que es escalador y menudo y pura fibra, y es de Lille, de tierras grises y lluviosas y soporta como puede, mal, el calor, pero aguanta m¨¢s que nadie, y m¨¢s r¨¢pido. Inevitablemente, Valverde ataca. Lo hace despu¨¦s de que Pinot, el m¨¢s valiente de entre los franceses j¨®venes, los que le disputar¨¢n el Tour a Nairo en el 15 o en el 16, empezara a agitar al grupo. Mollema, el holand¨¦s resistente, se agacha para beber y Valverde se pone de pie sobre los pedales y acelera. Solo le resisten Pinot y Nibali.
Valverde perdi¨® 50s con Nibali, pero Porte perdi¨® casi 9m, con lo que el murciano est¨¢ m¨¢s arriba en la general pero m¨¢s lejos de la victoria
Los tres dibujan un podio hermoso y quiz¨¢s lo piensan as¨ª, pues hasta llegan a colaborar. Quedan a¨²n 10,5 kil¨®metros para la meta, una eternidad que Nibali convierte casi en un suspiro atacando f¨¢cil, un tibur¨®n en el tr¨®pico, feliz, a siete kil¨®metros de la meta. Y cuando lo hace, todo el mundo sabe que ganar¨¢ la etapa, su tercera victoria, imbatible. Y esto no cambia aunque por delante hay restos de antiguos ataques, Konig, Majka, Ten Dam, y aunque por detr¨¢s Valverde y Pinot, remoloneando el murciano, alcanzan a colaborar, y aunque m¨¢s atr¨¢s a¨²n, despu¨¦s de discutir como tenderos por unos c¨¦ntimos, tambi¨¦n se organizan los corredores en parejas, Bardet con Van Garderen y as¨ª, parejas de supervivientes que persiguen y se alejan. Y todo es una ilusi¨®n ¨®ptica, pues parece que suben todos en escaleras mec¨¢nicas, cada uno en su escal¨®n, sin acercarse a los de delante ni alejarse de los de atr¨¢s.
Valverde perdi¨® 50s con Nibali, pero Porte perdi¨® casi 9m, con lo que el murciano est¨¢ m¨¢s arriba en la general pero m¨¢s lejos de la victoria. ¡°Me favoreci¨® que Valverde seleccionara la carrera desde tan lejos¡±, dijo Nibali. ¡°Con menos ciclistas en tren delantero todo fue m¨¢s f¨¢cil para m¨ª¡±. ¡°Hab¨ªa que romper la carrera y lo he hecho¡±, dijo Valverde, ciertamente orgulloso aunque no de magn¨ªfico humor. ¡°No, no estaba pensado as¨ª¡±, dice su director, Jos¨¦ Luis Arrieta. ¡°Valverde es el que ha decidido c¨®mo hacer la ¨²ltima subida, pero se ha encontrado a un Nibali que hoy por hoy est¨¢ muy por encima de todos. Habr¨¢ que seguir intent¨¢ndolo. Nadie est¨¢ libre de un desfallecimiento¡±.
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