Las etapas de Nibali
Tras una jornada de lluvia y viento ganada al sprint por Kristoff, el l¨ªder se proclama ¡°portaestandarte del antidopaje¡±
Mikel Nieve, que ya de por s¨ª es serio, se pone m¨¢s serio todav¨ªa cuando en el laberinto que es la estaci¨®n de Risoul (y ¨¦l da vueltas por callejuelas cuesta arriba buscando su hotel sin encontrarlo, solo en su bici) se le dice el s¨¢bado por la tarde que tranquilo, que llegan dos d¨ªas de descanso antes de los Pirineos. ¡°?C¨®mo que dos?¡±, dice, insurgente, insultado. ¡°?Es que la etapa de N?mes no cuenta?¡± Tiene raz¨®n, por supuesto, el navarro, escalador de clase y fuerza.
No deber¨ªa contar mucho, sin embargo, el largo descenso de los Alpes al Mediterr¨¢neo si el Tour no fuera el Tour. En cualquier otra carrera habr¨ªa sido un d¨ªa de transici¨®n y aburrimiento. Una fuga, una calculadora, un sprint. Y, encima, los paisajes de Vaucluse, los morados intens¨ªsimos de los campos de lavanda agitados en contraste con los verdes viv¨ªsimos de los campos mojados. C¨¦zanne en alta definici¨®n, visto desde el helic¨®ptero televisivo, y el pelot¨®n de vacaciones. Y hasta los cumulonimbos que poco a poco oscurecen el cielo hasta que las cuatro de la tarde parecen noche cerrada, hacen paisaje, contribuyen al ¨®leo, y el diluvio c¨¢lido.
Nibali corre todos los d¨ªas dos etapas, en la carretera y en la sala de prensa, y en las dos exhibe brillantez y magn¨ªfica forma
Hubo fuga, hubo calculadora que funcion¨® a la d¨¦cima de segundo (la pareja fugada mantuvo su sue?o hasta a 100 metros de la l¨ªnea) y hubo sprint (y junto a las Arenas de Nime?o II y Jos¨¦ Tom¨¢s gan¨® el tremendo Kristoff, la segunda victoria en el Tour del noruego de mand¨ªbula cuadrada, que aguant¨® sin temblar las intimidaciones y codos de Hulk Greipel, y sus pedaladas finales fueron golpes dolorosos contra el pobre neozeland¨¦s Bauer, el m¨¢s tenaz de los fugados, abatido), pero la etapa no fue eso. Fue tambi¨¦n una etapa marat¨®n, de traslado, 222 kil¨®metros a casi 45 de media.
Dice un poeta que la lluvia de verano es silenciosa: las tormentas en el sur de Francia, no. La lluvia duele, resuena contra el asfalto, contra los coches aparcados, en las espaldas de los ciclistas que no ven un pimiento. Ni el paisaje, ni las nubes, ni el asfalto, y mucho menos a C¨¦zanne ni a su monta?a tan lejana. Solo ven chorros de agua de las ruedas traseras que les rodean y les escupen. Dice un ciclista que esto es el Tour, que eso de etapas de transici¨®n es un invento de alguien que ¨¦l nunca ha conocido, que en el Tour el d¨ªa que no hay ca¨ªdas, hay rotondas asesinas, y viento lateral en r¨¢fagas, y diluvios. ¡°No he visto una etapa tranquila en mi vida¡±, repite el ciclista, que viste de amarillo desde hace dos domingos y que se llama Vincenzo Nibali.
¡°Nibali¡±, dicen en ¡®L¡¯?quipe¡¯, y lo comparan en este Tour del 14 con las grandes pel¨ªculas que abren el festival de Cannes, por ejemplo, ¡°corre fuera de concurso¡±. No tiene rivales sino, a sus espaldas, detr¨¢s de un colch¨®n de casi cinco minutos, una cuadrilla de cinco, y tres franceses entre ellos, apretujada en minuto y medio, y con Valverde delante de ellos, pensando todos en c¨®mo acabar segundo. Pero, pese a esa aparente falta de rivales, Nibali corre todos los d¨ªas dos etapas, en la carretera y en la sala de prensa, y en las dos exhibe brillantez y magn¨ªfica forma, as¨ª como cierto piquito de sensatez. Y as¨ª todos los d¨ªas. Aunque camino de N?mes no hubo ni un repecho y Nibali es sobre todo escalador, el siciliano dej¨® a todos con la boca abierta cuando los BMC de Van Garderen, anticipando un cambio en la direcci¨®n del viento a la salida de un pueblo, se lanzaron a fabricar un abanico. Abrieron hueco en grupo y parec¨ªan algo, hasta que remontando desde el vientre del pelot¨®n como en moto, en dos pedaladas Nibali se puso, f¨¢cil, a su altura.
En la sala de prensa siempre hay alg¨²n puerto puntuable en forma de pregunta sobre el dopaje, aunque en la ciudad del Gard cont¨® a su favor con el fervor ¨²nico de la afici¨®n italiana, de su prensa echando capotes y permiti¨¦ndole una faena de lucimiento. Le preguntan si no est¨¢ harto de que le pregunten por el dopaje, y ¨¦l responde que lo entiende, que es el precio que hay que pagar por los errores del pasado, y dice que las contesta con calma porque no le ofende. Y otro colega italiano le pregunta si esto no es una guerra psicol¨®gica, una forma de buscarle las dudas. Y ¨¦l entonces se exalta y recorre toda su carrera, su lento y seguro crecimiento, su entrenador de toda la vida, su masajista. Y termina a lo grande entre ol¨¦s: ¡°Soy el portaestandarte del antidopaje¡±. Y, as¨ª, por la puerta grande, y 15 controles pasados en 16 d¨ªas, entra en la tercera semana, la que elige a los campeones.
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