El Eibar irrumpe en el cielo

Era un d¨ªa de fiesta, como en la canci¨®n. Hab¨ªa pasacalles, parrillada gratuita, gente bailando y los ni?os¡­ Los ni?os alucinando con lo que ten¨ªan alrededor. Ni un solo eibarr¨¦s sin la camiseta azulgrana de su equipo. Que por eso se hab¨ªa organizado la fiesta. Porque 74 despu¨¦s de su fundaci¨®n el Eibar abr¨ªa un nuevo cap¨ªtulo en su trayectoria. el de su a?o en Primera. Y adem¨¢s, con una victoria hist¨®rica. Primeran ikusten zaitut Eibar! (Se te ve de primera Eibar!) se le¨ªa en m¨¢s de un cartel. Como para no estarlo, antes y despu¨¦s del partido. Mirando hacia la balconada que rodea la Plaza Unzaga, epicentro de la fiesta, del azul del cielo, (el tiempo tambi¨¦n acompa?¨®, raro en uno de los veranos m¨¢s oscuros de la ¨²ltima d¨¦cada en el Pa¨ªs Vasco), se pasaba a una estratosfera bicolor. Ni una sola nube se asom¨® para ver lo que ocurr¨ªa por debajo.

Los mismos colores, los de la camiseta del Eibar, adornaban los bares, las abarrotadas calles (cerca de 400 aficionados de la Real se acercaron hasta ?ibar), y hasta jardines. ?Eibar es txuri urdin!, le voceaba un hincha de la Real a uno de sus amigos. La cara del compa?ero era un poema, por m¨¢s que el blanco y el azul donostiarra tambi¨¦n tuviera su espacio, la superioridad era aplastante.

Se mov¨ªa la m¨²sica y para all¨ª iba la gente. Como si se tratase de una marcha de carnaval, los m¨¢s madrugadores se acercaron hasta el estadio hora y media antes al son de la charanga. La inclinaci¨®n de la cuesta de la calle Isasi pareci¨® m¨¢s que nunca un falso llano de esos que relajan a los ciclistas. Tras llegar a la cima, la grada supletoria instalada por el club en la Tribuna Norte y que parchea provisionalmente la necesidad de ampliaci¨®n de aforo que posee Ipur¨²a y que de momento tiene a parte del barrio algo molesto.

Se preparaba el estadio para lo que iba a suceder en ¨¦l, como quien limpia su casa antes de que lleguen los invitados. Con alg¨²n despiste que otro con el nombre de los titulares del Eibar (once jugadores del curso pasado han abandonado el equipo) todo quedaba listo para que oficialmente se produjera la graduaci¨®n. Y no pudo resultar mejor. El Eibar salt¨® al campo fiel a su estilo tradicional, persiguiendo el bal¨®n como quien observa a una gallina desbocada, y bas¨¢ndose en el reparto de esfuerzos como arma de contenci¨®n. Tambi¨¦n le sirvi¨® para guardar los nervios en el caj¨®n. Descoloc¨® a la Real, m¨¢s fina y elegante, pero igual de sacrificada en la batalla f¨ªsica, que no consegu¨ªa que Canales se relacionase con asiduidad con el bal¨®n.

Tratando de alcanzar el ¨¢rea a poquitos, el Eibar se cercior¨® de que cada jugada deb¨ªa tener su final. Remat¨® todos los c¨®rners que sac¨® en la primera mitad, utiliz¨® las bandas para centrar, y no se olvid¨® del bal¨®n en largo. Eso s¨ª, no como primera idea, un cambio notable al que contribuyen jugadores como Arruabarrena o Javi Lara. Este ¨²ltimo consigui¨® lo que todos los jugadores del Eibar hubieran deseado. Cuando apenas quedaban segundos para el descanso, un disparo de falta del extremo se clav¨® en el palo izquierdo de la porter¨ªa de Zubikarai. El primer gol en Primera, del primer partido en la categor¨ªa.

Lanzado por el gol, el Eibar mantuvo el empuje de la Real, preocupada por su incapacidad para superar a la pareja de centrales, Albentosa y Navas, infranqueables por alto, y a los que solo en un saque de esquina se consigui¨® imponer Aguirretxe. En una buena entrega de Canales por bajo tuvo la oportunidad de nuevo el delantero, pero su disparo, muy centrado, acab¨® en las manos de Irureta. Consciente de la escasa capacidad de remate de su equipo, Arrasate introdujo a Vela y Chory Castro. El mexicano pudo igualar el partido de cabeza, pero su remate se march¨® desviado. Ah¨ª muri¨® el partido para la Real y se abri¨® el cielo para un Eibar, que no podr¨ªa haber empezado mejor el curso. Deja el vecindario revolucionado, y al pueblo, en el cielo.